Economía

EEUU tiene un serio problema con la madera: cuando la seguridad nacional pasa por crear una tormenta perfecta sobre la vivienda

  • La Administración Trump sopesa aranceles contra la madera importada
  • Se invoca la seguridad nacional y se insta a aumentar la producción nacional 
  • Pero esto apenas mejorará la economía y empeorará el acceso a la vivienda
Foto: iStock

Entre la amalgama de noticias sobre la guerra comercial lanzada por EEUU contra prácticamente el resto del mundo, las relativas a la pugna con China o a lo que ocurra con sectores como el automovilístico o el farmacéutico han ocupado un lugar destacado. Mucho más discreto ha sido el seguimiento a la amenaza de aranceles que pende sobre un insumo clave que EEUU tiene que seguir importando: la madera. La posibilidad de que se decrete un arancel sobre la misma, llegada especialmente desde la vecina Canadá, ha sido defendida desde la Administración Trump bajo el recurrente argumento de la seguridad nacional (no podemos depender tanto del exterior para un suministro tan estratégico). Sin embargo, elevar las tarifas comerciales a la madera exacerbaría una crisis de la vivienda que está dejando los mismos titulares que en latitudes más cercanas: hay mucha demanda, poca oferta y no se construye lo suficiente. Una decisión de este calado podría desencadenar, en el peor momento posible, una suerte de tormenta perfecta sobre un sector como el de la construcción en el que los costes se han disparado últimamente.

El pasado 1 de marzo, el presidente Trump firmaba un memorando, el tercero en esa semana, que ordenaba al secretario de Comercio, Howard Lutnick, iniciar una investigación de seguridad nacional sobre las importaciones estadounidenses de madera bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Esta ley comercial es la misma que Trump ha utilizado para imponer gravámenes a las importaciones de acero y aluminio.

La justificación la daba el asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, alegando que la creciente dependencia de la madera importada representa un posible riesgo para la seguridad nacional, en parte porque el ejército estadounidense consume cantidades significativas de madera para sus actividades de construcción y porque el aumento de la dependencia de las importaciones de una materia prima con amplios suministros nacionales es un peligro para la economía estadounidense. Según Navarro, la investigación contrarrestaría las acciones de los grandes exportadores de madera, incluidos Canadá, Alemania y Brasil que, según él, estaban "haciendo dumping con la madera en nuestros mercados a expensas tanto de nuestra prosperidad económica como de la seguridad nacional".

En las distintas intervenciones públicas, nadie de la Casa Blanca llegó a confirmar una cifra para eventuales aranceles, pero en un encuentro con periodistas meses atrás Trump dejó caer la idea de una tasa arancelaria del 25% sobre la madera y los productos forestales. Esa tasa se sumaría a las ya existentes para las importaciones, como a la madera blanda canadiense, y estaría por ver si el incremento se acumula a los posibles aranceles como los que Trump ha amenazado repetidamente con imponer a sus vecinos Canadá y México.

"La madera blanda canadiense está sujeta actualmente a un arancel del 14,5%, pero el examen preliminar del Departamento de Comercio de EEUU revela que está siendo objeto de un dumping medio del 20%, lo que probablemente conllevaría un aumento equivalente de los derechos antidumping. Si esto se materializa, y el tipo más alto se acumula con el arancel específico sobre la madera, las tarifas totales sobre la madera canadiense aumentarían hasta aproximadamente el 37%. Con una revisión de los derechos compensatorios a finales de este año, los gravámenes totales sobre la madera canadiense podrían superar el 50%", calculan los analistas de Capital Economics en un informe reciente.

Las recientes conversaciones entre el recién elegido primer ministro canadiense, Mark Carney, y Trump no han arrojado novedades. Que la tasa todavía se mantenga en el 14,5% se considera un 'logro', ya que la amenaza de aranceles del 25% contra Canadá y México en febrero estuvo cerca de sustanciarse. La intensa presión de grupos industriales y las posteriores negociaciones con Ottawa desembocaron en un prórroga de ese 14,5%. Pero cunde el temor a que ese nivel aumente pronto.

Teniendo en cuenta que el año pasado, el 24% de los 50.000 millones de pies tabla consumidos en EEUU se importó de Canadá (otras fuentes elevan la cifra al 30%) y que las importaciones de otros países representaron un 6% adicional, unos aranceles en este rango tendrían un impacto significativo. En la misma orden para iniciar la investigación comercial, Trump insta a facilitar un aumento de la producción nacional que supla estas importaciones. Para aumentar el suministro interno de madera, se ha propuesto agilizar el proceso de permisos para la tala de madera de tierras públicas y mejorando el rescate de árboles caídos de bosques y vías fluviales. La orden de Trump exige directrices nuevas o actualizadas de los organismos para facilitar el aumento de la producción maderera, incluida una aprobación más rápida de los proyectos forestales en el marco de la Ley de Especies Amenazadas.

Sin embargo, todas estas medidas difícilmente servirían para taponar el agujero que se abriría sin la madera extranjera. Aunque en Capital Economics señalan que la capacidad de los aserraderos de madera blanda de EEUU se acerca mucho a las necesidades de consumo, las cosas nos son tan fáciles. El sector forestal ha enfrentado dificultades de mano de obra en los últimos años. Interfor y otras empresas han cerrado numerosos aserraderos en todo el sur de Estados Unidos debido a una combinación de problemas en la cadena de suministro y una demanda débil causada por los elevados tipos de interés.

"Las fluctuaciones en la producción basadas en la demanda estacional y el mantenimiento de la infraestructura significan que operar a plena capacidad es inviable durante un período sostenido. Esto convierte al déficit de madera en mucho mayor, y es poco probable que EEUU pueda aumentar la producción lo suficientemente rápido como para superarlo. Esto se debe en parte a que la construcción de aserraderos y carreteras alrededor de ellos para transportar madera aserrada puede tomar desde seis meses hasta algunos años", resuelven desde la casa de análisis.

Pero es que incluso en el escenario más optimista, aunque se habla mucho de seguridad nacional de proteger a la economía de EEUU, el aumento de la producción de madera solo aportará un impulso muy pequeño al PIB estadounidense. El sector de la silvicultura, la pesca y las actividades conexas en su conjunto (el desglose sectorial más estrecho disponible en el Departamento de Comercio), junto con el sector de fabricación de productos de madera, representa tan solo el 0,4% del PIB. Por lo tanto, incluso si la producción nacional aumentara un 34% (la cantidad necesaria para absorber completamente las importaciones canadienses), el PIB total solo aumentaría un 0,1 %, calculan en Capital Economics.

Otra herida en la vivienda

En cambio, el roto de seguir adelante con esta ofensiva comercial puede ser mucho más doloroso por los ciudadanos. Como ocurre en tantos otros países, la vivienda está muy cara en EEUU y cada vez más americanos tienen problemas para comprarse una casa. Se estima un déficit de entre cuatro y siete millones de viviendas tras una década posterior a la Gran Crisis en la que no se construyó. La dificultad del acceso a la vivienda está en el podio de mayores preocupaciones de la ciudadanía y fue uno de los temas más tocados en la última campaña electoral. De hecho, el descontento por esta situación ayudó a Trump a ganar las presidenciales a los demócratas. Sin embargo, sus medidas amenazan con empeorar la situación.

Los años de tipos bajos han llevado los precios a máximos mientras las últimas y feroces subidas de tipos hacen prácticamente inviable comprar ahora un inmueble mucho más caro y que encima va a tener una hipoteca con unos tipos muy elevados. Aquellos que están pagando unas hipotecas a tipos fijos bajísimos no tienen incentivos para vender su casa y meterse en otra más costosa con una hipoteca mucho más gravosa (es lo que los americanos han venido llamando 'esposas de oro'). Todo esto estrecha la oferta ante una demanda que sigue estando ahí (la mayor inmigración en los años post-covid ha hecho subir la creación de hogares, como en España, y muchos millennials han llegado a la edad de tener una casa).

Al otro lado de la mesa, la obra nueva, necesaria para saciar la mayor demanda, ha tenido una buena racha en los últimos meses, pero acumula dificultades que pueden ir a más si hay aranceles a la madera. Algo muy negativo cuando el cuadro general muestra un déficit prácticamente estructural de vivienda. "La escasez de viviendas no es solo un problema para compradores e inquilinos, sino una carga significativa para la economía en general. Este déficit ha costado a los estados miles de millones de dólares en producción económica, ingresos personales y empleos", ponen de relieve los expertos de la Cámara de Comercio de EEUU en un análisis del pasado marzo.

Aumentar los costes a los constructores con mayores tarifas sobre la madera no ayudará precisamente a ensanchar la oferta en una obra nueva que ya de por sí arrastra pesados lastres (aparte de una realidad con compradores con insuficientes ingresos y con peores perspectivas si las políticas de Trump aceleran una recesión, pesan la burocracia y las trabas regulatorias (¿les suena?), el mayor coste ya desde hace tiempo de los materiales, los tipos elevados para financiar las promociones y una potencial menor mano de obra si la Administración Trump restringe la inmigración). "Los elevados tipos hipotecarios y la mayor incertidumbre política siguen presionando al sector inmobiliario, sensible a los tipos de interés. Los aranceles sobre los materiales de construcción, combinados con unas políticas de inmigración más estrictas, están elevando los costes de la construcción", constatan los analistas de BCA Research.

El daño puede ser considerable en la medida en la que más del 90% de las viviendas construidas tiene como principal material la madera. A diferencia de Europa, en EEUU predomina la construcciones de viviendas unifamiliares y de madera. Ya es un fenómeno cultural, aunque responde precisamente a la búsqueda de menores costes (carpinteros en vez de albañiles, construcción más rápida que con cemento y ladrillo, menos mano de obra). Un 'arancelazo' a la madera también sería muy perjudicial en el sector de las reformas, ya que elevaría notablemente los costes en esa gran mayoría de viviendas unifamiliares construidas con tablas.

"La preocupación más apremiante es el impacto que estos aranceles tendrán en la construcción de viviendas unifamiliares en EEUU. Una encuesta de la NAHB a constructores realizada el año pasado reveló que la madera utilizada para la estructura representa, en promedio, el 15% del coste de construcción de una vivienda. Dado que el 30% de la madera proviene del extranjero, un arancel del 25% podría incrementar el coste de construcción de una vivienda promedio en 5.500 dólares. Si los aranceles sobre la madera canadiense aumentan otro 37% bajo las otras posibles medidas mencionadas anteriormente, ese aumento podría alcanzar los 6.700. Si bien los constructores podrían optar por una mayor cantidad de madera nacional con el tiempo, esos mayores costes son inevitables a corto plazo", recoge con preocupación el informe de Capital.

Estos aumentos de costes -menos del 1% del precio final de venta de una vivienda nueva-, prosiguen estos analistas, pueden no parecer un gran golpe, pero forman parte de los numerosos costes arancelarios que se acumulan para los constructores. Otros insumos clave, como el yeso utilizado en la producción de paneles de yeso, se importan de México, mientras que los principales sistemas y acabados interiores -en particular, los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado- suelen importarse de China. De ahí la tormenta perfecta con la que amenaza la madera.

Las alternativas son poco digeribles para el sector. Por un lado, repercutir los aumentos precios a unos compradores con graves problemas de asequibilidad a los que ha habido que bajar precisamente los tipos de lanzamiento para atraer demanda no parece una opción. "Todo esto ocurre en un momento en que los márgenes de beneficio de las constructoras de viviendas ya se están reduciendo. Para mantener el volumen de ventas, dado el drástico deterioro de la asequibilidad, las constructoras se han visto obligadas a reducir los precios y ofrecer incentivos como tipos hipotecarios de interés de lanzamiento más bajos (es decir, reducciones de tipos) para atraer compradores al mercado", detallan desde Capital. Por otro lado, asumir el golpe de los mayores costes pone al sector en la estacada.

"Estas estrategias de descuentos están empezando a mermar los resultados de las grandes constructoras. Es probable que la capacidad de fijación de precios de las constructoras se debilite aún más a medida que la oferta de segunda mano pueda recuperarse, lo que erosiona la competitividad de las nuevas construcciones, lo que significa que los aumentos de precios impulsados ??por la madera tendrán que ser absorbidos en su mayor parte en lugar de repercutirlos a los compradores. Como resultado, prevemos que la actividad de construcción de viviendas se desacelere, con menos proyectos nuevos que permitan a los promotores obtener ganancias", ahonda el análisis de la firma. Sus economistas prevén que los inicios de construcción de viviendas unifamiliares caerán a un ritmo anualizado de 970.000 para finales de año y de 930.000 para finales de 2026. Cabe recordar que en los últimos tiempos las cifras habían vuelto a superar el millón.

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