Economía

El país cuyo suelo se hunde y resquebraja de forma imparable busca fórmulas para mover su enorme capital

  • La subsidencia del suelo es de las más elevadas del mundo 
  • Es resultado de una combinación letal de sequía prolongada, cambio climático...
  • Por primera vez se está considerando de verdad el traslado de la capital

El suelo de Irán se resquebraja de forma imparable, como si la tierra misma estuviera rindiéndose tras siglos de cansancio y hastío. Bajo las calles y edificios de Teherán, las grietas se abren y se ensanchan, amenazando con devorar no solo viviendas y carreteras, sino la propia historia y futuro del país. La capital, vibrante y abarrotada, se enfrenta hoy a un enemigo que avanza de forma silenciosa: el hundimiento paulatino de su suelo, un fenómeno que erosiona los cimientos de la vida diaria y despierta un temor sordo en millones de ciudadanos. El uso intensivo del suelo por parte de varios sectores, sobre todo la agricultura, ha ido secando acuíferos en Irán y erosionando el suelo, una destrucción que se ha convertido en una seria amenaza para la subsistencia de un país y su economía entera.

Irán sufre una de las tasas de subsidencia (como la geología describe el progresivo hundimiento de una superficie) del terreno más graves del mundo, resultado de una combinación letal de sequía prolongada, cambio climático y décadas de mala gestión de los recursos hídricos, según destaca un reciente reportaje del Financial Times. El hundimiento del terreno no solo compromete infraestructuras esenciales como el principal aeropuerto del país o líneas ferroviarias estratégicas, sino que también pone en peligro enclaves históricos como la antigua ciudad de Persépolis.

Una ciudad inviable

La situación en Teherán es especialmente preocupante. En la periferia de la capital, las grietas han dañado vías de tren y convertido viviendas enteras en estructuras inestables. Tanto es así que el nuevo presidente, Masoud Pezeshkian, ha llegado a sugerir públicamente la posibilidad de trasladar la capital a otro lugar, advirtiendo de que el fenómeno del hundimiento, junto con la escasez extrema de agua, está convirtiendo Teherán en una ciudad "inviable".

Aunque la idea de trasladar la capital ha surgido en varias ocasiones desde la Revolución Islámica de 1979, las propuestas fueron archivadas repetidamente por irrealistas, debido a los enormes obstáculos financieros y logísticos. Se pueden imaginar que mover a 14 millones de personas de sus casas y miles de empresas no debe ser tarea fácil ni barata, sobre todo para un país que vive sumido en una sempiterna crisis económica y asfixiado por las sanciones internacionales. Sin embargo, ahora la idea ha tomado más fuerza que nunca ante la gravedad de los hechos. En enero, la portavoz del gobierno, Fatemeh Mohajerani, declaró que las autoridades estaban estudiando la posible reubicación.

Aunque la idea de trasladar la capital ha sido calificada de poco realista por los expertos, la advertencia del presidente ha reavivado un debate urgente sobre los riesgos crecientes que enfrenta Irán. El concejal de Teherán Mehdi Pirhadi ha alertado de que el hundimiento masivo del suelo amenaza con destruir infraestructuras vitales y poner vidas en peligro si no se toman medidas de forma inmediata.

Unas cifras alarmantes

Las cifras son alarmantes. Según el Centro Nacional de Cartografía de Irán, el suroeste de Teherán se está hundiendo hasta 31 centímetros al año, cuando un ritmo de apenas 5 milímetros ya es considerado preocupante por los estándares internacionales. En barrios como Shahr-e Ray, los residentes deben ajustar cada año puertas y ventanas, ya que la inestabilidad de los cimientos deforma sus hogares.

El impacto no se limita a la capital. Grandes líneas ferroviarias como la que conecta Teherán con Mashhad requieren constantes reparaciones debido a las deformaciones del terreno. Las torres de transmisión eléctrica se han inclinado peligrosamente y tramos enteros de carreteras, como la que une Isfahan y Shiraz, se han hundido, revelando un problema de escala nacional.

La amenaza se extiende también al legado cultural de Irán. Fisuras han aparecido en Persépolis, capital del antiguo Imperio Persa, y en Naqsh-e Rostam, el lugar de descanso de reyes aqueménidas. Según Bahram Nadi, profesor de ingeniería geotécnica en la Universidad Islámica Azad, el urbanismo descontrolado, el desarrollo industrial y la sobreexplotación agrícola en zonas con acuíferos ya agotados no solo aceleran el hundimiento del terreno, sino que también contribuyen a la desertificación.

En Isfahan, la mezquita Jame Atigh, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, muestra grietas visibles, mientras que los majestuosos edificios de la plaza Naghsh-e Jahan también se han visto afectados. Nadi explica que las columnas de la mezquita Abbasi se han inclinado varios centímetros, poniendo en riesgo la estabilidad de algunos de los monumentos más emblemáticos del país.

Desde la Unesco, Hassan Fartousi, secretario general de la Comisión Nacional Iraní para esta organización, ha advertido de que, si no se respetan las directrices de conservación, los títulos de Patrimonio Mundial podrían ser retirados, lo que supondría una pérdida incalculable tanto a nivel histórico como turístico para Irán, según destacan desde el Financial Times. Esto a su vez pondría en un serio aprieto a la economía del país, que ya viene sufriendo una crisis de años.

El gobierno iraní ha anunciado planes para reducir en 45.000 millones de metros cúbicos el consumo de agua en agricultura e industria para el año 2032. Sin embargo, la falta de recursos económicos, agravada por las sanciones internacionales, dificulta enormemente la aplicación de políticas eficaces para combatir el problema de fondo.

Algunos episodios recientes ilustran la gravedad de la situación. Un vídeo viral mostró a un grupo de motoristas recorriendo el lecho seco del embalse de Latian, uno de los principales suministradores de agua para Teherán. Un recordatorio visual del colapso progresivo de los recursos hídricos que alimentan no solo la capital, sino también las ciudades satélites que dependen de ella.

La advertencia es clara. Mehdi Zare, profesor del Instituto Internacional de Ingeniería Sísmica de Irán, advirtió en declaraciones al Financial Times que la continuación de las políticas actuales en agricultura y urbanismo acelerará aún más la subsidencia en los próximos años. Sin un cambio radical en la gestión de los recursos y en el desarrollo urbano, el suelo de Irán seguirá resquebrajándose, mientras su historia, su cultura y la vida de millones de personas penden, literalmente, de un hilo.

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