Economía

El alza del euro presiona a la UE a tratar con EEUU pese a su plan de aislar a China

  • El tipo de cambio frente al dólar amenaza con topar en el 0,2% el avance del PIB
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
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Washington y Bruselas mantienen ya conversaciones para concretar cuál será el resultado de la tregua arancelaria de 90 días que Washington decretó hace una semana. En el marco de ese debate en desarrollo, las primeras impresiones apuntan a que hay un claro desencuentro, en una negociación en la que Washington, entre otros objetivos, quiere poner en marcha un plan para poner trabas, a escala planetaria, a las exportaciones chinas.

Es cierto que Bruselas refuerza su posición frente a EEUU y ha marcado límites. En primer lugar, considera un mal punto de partida que toda la conversación se desarrolle mientras Washington se permite mantener activados aranceles recíprocos por un valor mínimo del 10% y el gravamen del 25% propio del aluminio y el acero, cuando el Viejo Continente "se ha tomado más en serio la tregua" y ha dejado en suspenso sus represalias arancelarias. Pero, más en concreto, el Ejecutivo ya ha trasladado a la contraparte americana que no está dispuesto a alterar su regulación de servicios digitales, a modificar la aplicación del IVA en sus fronteras o a rebajar los estándares técnicos o sanitarios que exige.

Pero no son esos los cambios que, en última instancia, persigue la Casa Blanca. La Administración Trump está mucho más interesada, según revelan ya fuentes conocedoras de las negociaciones, en llevar su guerra contra Pekín más allá de los aranceles recíprocos que están en vigor. Su propósito real pasa por negociar rebajas tarifarias con las áreas económicas que acepten limitar sus importaciones chinas. Y, en este ámbito, la UE es clave.

Desde que comenzó la guerra arancelaria se han multiplicado los análisis en los que se asegura que China está lista para redirigir hacia Europa buena parte de las ventas que hacía a EEUU. La UE es un bloque con un PIB similar y donde los consumidores muestran unas preferencias y patrones cercanos a los americanos. Si la UE no responde imponiendo barreras y aranceles a los bienes made in China, los productores del gigante asiático pondrán en marcha sus flotas comerciales para inundar el Viejo Continente con sus productos.

Posibles fisuras

Desde Bruselas, la sensación es que ni se puede confiar en Washington, ni se puede confiar en Pekín. La UE, oficialmente, debe mantenerse fiel a sus "valores contrarios al proteccionismo". Ahora bien, encuentros como el de esta semana entre Trump y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, podrían abrir fisuras a la unidad de la UE. El inquilino de la Casa Blanca estaría así en condiciones de dividir las posiciones de los Estados miembro para conseguir sus objetivos.

Todo ello, considerando que las relaciones comerciales se encuentran en el dominio de la UE, no son competencia nacional. Fuentes conocedoras, no obstante, ven significativo que el presidente de EEUU no haya mantenido contacto alguno con el comisario de Comercio, Maros Sefcovic. El eslovaco se ha visto con representantes de la administración estadounidense, pero no con el propio Trump. E incluso aquellas conversaciones quedaron diluidas en la nada. Pese a esos desplantes, el deterioro económico al que la guerra comercial aboca a la Unión son de tal envergadura que pueden forzarla a negociar en el sentido que Washington persigue. En Europa, los efectos se notarán en el plano del crecimiento, pronostica el experto del Instituto Bruegel, Francesco Papadia, quien también avisa sobre los efectos de un fortalecimiento de la moneda única, capaz de llevar su cruce frente a la divisa de EEUU al entorno de los 1,20 dólares.

La escalada arancelaria tendrá un impacto directo en la balanza comercial trasatlántica. Un euro más fuerte que el dólar abaratará las importaciones estadounidenses al mercado comunitario, al tiempo, encarecerá las exportaciones europeas al otro lado del charco. La consecuencia: una bajada de las exportaciones comunitarias, que a su vez ya soportan un arancel recíproco del 10% aplicado por la Administración estadounidense.

El juego de Trump, al final, consiste en reducir las importaciones de otros países, sin embargo, hay productos en el mercado estadounidense que dependen de sus socios comerciales. Por tanto, no sería desorbitado asistir a roturas de cadena de suministro y desabastecimiento de ciertos bienes en EEUU que no pueden ser rápidamente sustituidos por la producción local, apunta la experta del think tank Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS ), Cinzia Alcidi.

Efectos también en EEUU

Los aranceles también se traducirán en un aumento de precios para los consumidores estadounidenses. "Hay dudas sobre quién recaerá el peso de los aranceles"; expone el experto de Bruegel, que sugiere que los importadores norteamericanos serán los principales afectados por estas políticas.

Ante las primeras cavilaciones sobre los aranceles, había nombres cercanos a la administración Trump que negaban el impacto inflacionario de tales medidas. Creían que la fortaleza del dólar sería suficiente para capear la situación.

Pero la realidad ha sido distinta. "La depreciación del dólar implicará que las importaciones para los ciudadanos estadounidenses serán más caras", apunta Alcidi.

La incógnita radica en hasta donde tendrá que llegar Europa y la resistencia de su economía. De momento, todo apunta a que esquivará la recesión pero el riesgo de una fuerte desaceleración persiste.

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