
El modo en que la guerra comercial convulsionó las bolsas anima a muchos inversores a deshacer posiciones en renta variable. Sin embargo, en el mercado nunca son recomendables las decisiones en caliente, un consejo ahora especialmente oportuno.
Dar la espalda a la renta variable supondría renunciar a expectativas de rentabilidad inéditas desde 2022 que rebasan el 7% en el caso de Europa. El ahorrador, además, no cuenta con muchas alternativas. En renta fija el potencial al alza es muy inferior y las rebajas de tipos lo merman más. Sin duda, continuar en bolsa implica asumir riesgos, especialmente altos en la era Trump, pero dejarse llevar por el temor y actuar con precipitación puede suponer un muy alto coste de oportunidad para el inversor.