Economía

Las empresas 'pasan' de hacer fijos a sus temporales: las conversiones caen un 66% en dos años

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El 42% de los contratos firmados en 2024 fue indefinido, un porcentaje que supone una clara mejora desde el 9,6% registrado en 2019 pero que también confirma un estancamiento desde el 43% registrado en 2023. Uno de los factores a tener en cuenta es que mientras la reforma laboral ha consolidado la contratación estable de nueva firma, la conversión de temporales parece haber 'pinchado'. En 2022, el primer ejercicio con la norma en vigor se registró un récord de 1,13 millones, pero desde entonces se han desplomado un 66%, hasta las 444.654 en el pasado año. Una cifra que supone un retroceso del 9,4% respecto al ejercicio anterior. Ello a pesar de que en 2024 las prórrogas de contratos de duración determinada sí han repuntado un 5,1% y se mantienen por encima del millón, 2,5 veces más que los trasvases a un puesto fijo.

Esto implica que los contratos temporales siguen muy lejos de ser una puerta de entrada al empleo estable en España, y aunque inicialmente la nueva norma, que endurecía las obligaciones de realizar estas conversiones parecía haber cambiado las cosas, el éxito inicial en este apartado se ha revelado como un espejismo.

Los datos anuales publicados por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) constatan una cierta 'parálisis' de la contratación, que sumó 15,42 millones de firmas, frente a las 15,44 de 2023. De ello, 6,48 fueron indefinidos y 8,94 millones, temporales. El retroceso anual se concentra en los indefinidos, que se redujeron en 140.000, un 2,1%% menos, ya que los eventuales repuntaron en 120.000, un 1,3%. Eso sí, con relación a los niveles de 2019 los primeros se han disparado un 200% y los segundos han retrocedido un 56%.

En principio, parece lógico que la combinación de una menor cifra de contratos temporales y una mucho mayor de indefinidos iniciales, haya provocado un desplome de las conversiones respecto a los niveles previos a la pandemia. Los empleos son más estables y se reduce la volatilidad, lo que implica un retroceso del trasvase entre empleo temporal y fijo. Pero antes de la reforma, el 38% de los contratos indefinidos procedían de un temporal. Hoy, suponen el 6,9%, frente al 7,4% de hace un año y al 18,9% de 2022, primer año con la reforma en vigor, cuando alcanzaron el mencionado récord de 1,34 millones.

En 2020, cuando la pandemia hunde la contratación, en especial la indefinida, las conversiones alcanzan niveles mínimos, pero es una situación excepcional y 'rebotan' con fuerza en 2021, ejercicio cuyas cifras también se ven distorsionadas por la crisis sanitaria.

Un 'espejismo' de la reforma laboral

El verdadero cambio viene con la reforma laboral. El hito de 2022 que se explica por dos factores: la desaparición de los contratos temporales por obra y servicio, pero también los nuevos límites al encadenamiento de prórrogas, que afectaron especialmente a los eventuales por circunstancias de la producción, que antes de la reforma ya explicaban la mayoría de las conversiones, igual que lo hacen hoy. Pero esta cifra fue un 'espejismo', y a pesar de las exigencias legales las empresas no parecen interesadas en hacer fijos a esos trabajadores.

A partir de 2023 este proceso parece 'amortizado' y el trasvase de temporales a indefinidos cae a la mitad desde los niveles de 2019. Algo que ya no se puede achacar a un repunte de la contratación indefinida. En 2022 el 38% de los contratos ya era indefinido, solo cinco puntos menos que hoy. No justifica un retroceso de la tasa de conversiones del 18,9% al 7%, menos de la mitad.

Aunque admitamos que, tras el enorme ímpetu del primer año la reforma ha perdido fuelle, su evolución ha sido bastante peor que la de los contratos nuevos. Desde el récord de 2022, las conversiones han retrocedido un 66%, pero la firma de indefinidos iniciales aún repunta un 6% acumulado.

Teniendo en cuenta esto, el relativamente escaso (y menguante) peso de las conversiones tiene otra lectura: muchas empresas diseñan las políticas de contratación para evitar estos límites y, viéndose obligados a hacer contratos indefinidos, prefieren hacerlos de 'de cero' antes que consolidar a sus empleos eventuales. A ser posible a otros trabajadores. Con ello, tienen la ventaja de 'ahorrarse' la antigüedad acumulada por el trabajador y poder aplicar el periodo de prueba.

Aquí es donde entran en juego, precisamente, las prórrogas. Su número también ha descendido, en línea con las cifras de contratos temporales, pero en el último año esa tendencia se ha roto por primera vez desde la reforma. No solo eso: la tasa de prórrogas sobre el total de contratos temporales se mantiene en niveles similares a los de antes de la pandemia; en 2024 alcanzaron el 12,47%, cuando en 2019 eran el 11,9%.

Durante la pandemia, entre 2020 y 2021, cuando el frenazo de la actividad y la incertidumbre llevó a muchas empresas a mantener todo lo posible los temporales, la tasa se elevó al 14%. Pero tras la reforma, y las importantes limitaciones mencionadas a las prórrogas, el porcentaje de temporales prorrogados aún se mantiene en 12%. Lo que también ha variado de su duración: antes de la reforma, en 2019, el 65,5% de las prórrogas duraba menos de 3 meses, ahora el porcentaje llega al el 85,4%. El 96% de los contratos solo se prorroga una vez.

Ocho de cada diez temporales no 'sobrevive'

¿Cómo se relacionan las prórrogas con las conversiones? El hecho es que la tasa de contratos temporales que pasan a fijos ha aumentado levemente respecto a los niveles prepandemia, del 4,1% en 2019 al 4,9% en 2024. Pero este porcentaje queda muy por debajo del 11,8% de 2022 y el 5,6% de 2023.

En cifras absolutas, la cifra de prórrogas (1,11 millones) multiplica por 2,5 la de conversiones. En 2019 el múltiplo era de 2,9. Aunque hay que tener que estas correlaciones se ven afectadas por el descenso del total de contratos temporales. Además, existe el caso de que un temporal prorrogado se vea convertido en fijo.

Además, existe el escenario de los contratos que primero son prorrogados y luego se convierten en indefinidos, si bien teniendo en cuenta el escaso volumen de las ampliaciones que superan los tres meses y que apenas un 4% lo hace más de una vez, todo apunta a que la primera opción de las empresas es dejar caducar el contrato. Antes ocurría en el 84% de los contratos iniciales, ahora el porcentaje se ha reducido al 82%.

La lectura de estos datos parece evidente: el empuje inicial de la reforma a la conversión de temporales se ha desinflado por completo y la situación de fondo no ha cambiado: un contrato eventual sigue sin ser, ni de lejos, una puerta de entrada al empleo fijo. Las empresas prefieren dejar 'morir' esos puestos y hacer nuevas firmas, tanto si necesitan trabajadores temporales como indefinidos.

Un fenómeno que explica el lastre de un modelo productivo en el que las actividades estacionales tienen un peso excesivo y el hecho de que el avance histórico en materia de temporalidad que supuso la reforma laboral parece haberse estancado solo tres años después de su entrada en vigor.

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