Economía

La victoria de Al Jolani en Siria destapa la debilidad del mayor enemigo de la UE: la caída del último imperio europeo

  • Moscú ha abandonado en pocos meses a sus aliados armenios y sirios
  • CEPA: "Los días de Moscú como garante de seguridad regional están contados"
  • "El colapso sirio es un microcosmos del futuro que le aguarda a Moscú"

Rusia es considerado por muchos analistas expertos en geopolítica como el último de los 'imperios' europeos. Moscú sigue tratando de dominar amplias zonas de territorio que se encuentran fuera de sus fronteras. El uso de Gobiernos 'marioneta' y su influencia regional permite a Rusia controlar grandes territorios y rutas comerciales que Moscú considera como 'suyas'. Sin embargo, en los últimos años, se están produciendo una serie de eventos que están erosionando este 'poder'. Rusia ya no tiene poder para controlar todo el territorio que le gustaría, lo que ha forzado a Moscú a 'abandonar' a los armenios (un pueblo unido históricamente a Rusia) en su conflicto contra Azerbaiyán y ahora al régimen de Al Assad en su lucha contra los rebeldes apoyados por Turquía. Aunque la época de los imperios parece un tanto lejana, estos dos últimos eventos suponen dos pequeñas victorias para el Imperio Otomano frente a uno de los sus históricos enemigos: el Imperio ruso.

Como deja entrever Tim Marshall, un experto en geopolítica analizada a través de la geografía, Rusia es una de esas naciones que aún tiene aspiraciones imperiales. "Rusia es inmensa. Tiene 15 millones de kilómetros cuadrados y once husos horarios; es el país más grande del mundo. Sus bosques, lagos, ríos, tundra helada, estepa, taiga y montañas son todos enormes. Este tamaño se ha infiltrado desde hace mucho tiempo en nuestra conciencia colectiva. Dondequiera que estemos, allí está Rusia, tal vez al este o al oeste, al norte o al sur, pero allí está el oso ruso. No es casualidad que el oso sea el símbolo de esta inmensa nación. Allí está, a veces hibernando, a veces gruñendo, majestuoso, pero feroz", explica este experto. Hoy, el oso ruso ruge con menos fuerza que hace unas décadas. El rugido del oso ruso ya no se escucha en Siria.

El colapso de las posiciones del régimen sirio no solo revela el fin del liderazgo de Bashar al-Assad, sino también la 'herida de muerte' que ha sufrido la influencia de Moscú como garante de seguridad de la zona. Las rápidas conquistas de las fuerzas de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), apoyadas por Turquía (hoy supuesto aliado de Rusia, pero histórico rival) destacan el deterioro de la capacidad de Rusia para defender a sus aliados en el extranjero, un patrón que se repite en otras regiones donde solía ejercer un control decisivo, destaca Ben Dubow, analista del Center for European Policy Analysis (CEPA). Los rebeldes liderados por Al Jolani (apoyados por Turquía) se han impuesto en Siria. El país va a pasar a estar controlado por los sunitas tras años de control alauita (Al-Assad es alauita, una rama chií). Un giro de 180 grados para un país con una clara mayoría sunita pese a las décadas de Gobierno de Assad.

En 2018, el presidente sirio Bashar al-Assad se reunió eufóricamente con Vladimir Putin en Moscú, celebrando la aparente victoria del régimen sirio tras la intervención militar rusa en 2015. Putin declaró entonces que los "terroristas" habían sido derrotados, lo que permitía restaurar el régimen y la infraestructura política del país. Sin embargo, la ofensiva de noviembre en Alepo ha desmontado esa narrativa. Según Dubow, las imágenes satelitales de buques rusos abandonando sus posiciones en Siria y bases rusas invadidas por rebeldes subrayan el dramático debilitamiento de Moscú en la región.

El rápido colapso del régimen de Assad en Damasco y la victoria del rebelde Al Jolani tendrá repercusiones mucho más allá de Siria. Los grandes perdedores son Irán y Rusia, sin cuyo apoyo Assad habría perdido hace mucho tiempo la guerra civil que dura casi 14 años. Los grandes ganadores geopolíticos son Turquía e Israel. Irán probablemente ha perdido su principal ruta para enviar armas a la milicia terrorista Hezbolá en el Líbano. A pesar de que en algunas partes de Siria podría haber un vacío de poder por un tiempo, Oriente Medio podría acabar siendo un poco menos inestable como resultado, según destaca el análisis de la firma Berenberg.

De una forma u otra, la mayoría árabe sunita probablemente será la fuerza política dominante en Siria en el futuro. Los expertos de Berenberg se hacen dos preguntas: (1) ¿Siria se estabilizará o caerá en otro episodio de caos, derramamiento de sangre y/o venganza, tal vez similar a la situación en Libia después de la caída de Muammar Gadafi en 2011? Y (2) ¿los nuevos gobernantes erigirán una dura dictadura islámica o dirigirán un régimen más tolerante en el que minorías como los kurdos, los alauitas y los cristianos puedan vivir en paz?

"Es demasiado pronto para responder a estas preguntas. El destino de Irán después de la revolución islámica de 1979 puede servir como advertencia. En Siria, sin embargo, potencias externas como Turquía y Qatar, los principales partidarios de las fuerzas anti-Assad, podrían ayudar a impedir un resultado al estilo de Irán o Libia. Turquía está muy interesada en convertir (partes importantes de) Siria en un lugar estable para que Turquía pueda repatriar a muchos de los 3,5 millones de refugiados musulmanes, en su mayoría sunitas, que está albergando en este momento. No está claro si el cambio de régimen en Damasco también podría suponer el regreso de los refugiados sirios desde Europa, incluidos algunos de los 800.000 que se encuentran actualmente en Alemania", señalan los expertos de Berenberg.

Por último, los analistas de Berenberg destacan que "el ignominioso final del régimen de Assad pone de relieve la debilidad de Rusia. Vladimir Putin se enfrenta a pérdidas crecientes en Ucrania. La economía rusa está impulsada por un gasto militar descontrolado con efectos secundarios cada vez mayores, como una mayor inflación, una escasez de inversión privada y una tendencia a la baja en el tipo de cambio del rublo. Rusia sufre un caso grave e insostenible de sobreesfuerzo imperial. Incluso algunos autócratas africanos, que han expulsado a las fuerzas francesas y de otros países europeos para confiar en los mercenarios rusos, pueden tomar nota", sentencian estos expertos.

Rusia ha sido incapaz de atender a dos guerras al mismo tiempo con su capacidad de producción actual. Moscú ya tiene problemas para mantener bien pertrechado en Ucrania y Siria ha pasado a un segundo plano. Rusia no puede con todo y su economía está empezando a sufrirlo con inflación.Los factores de producción se están concentrando en la creación de armas a toda máquina, lo que impide que la economía rusa genere de forma fluida los bienes y servicios que demanda realmente su población. La inflación y la caída del rublo son las consecuencias a corto plazo. La mediocridad económica será el resultado en el largo.

Adiós a los 'hermanos' de Armenia

"Lo ocurrido en Siria no es un incidente aislado; es un reflejo de una tendencia global", comenta Dubow. Desde el Cáucaso hasta Asia Central, los aliados de Rusia están siendo presionados mientras el Kremlin, empantanado en Ucrania, no puede ofrecer el respaldo que antaño garantizaba. En Nagorno-Karabaj, la ofensiva de Azerbaiyán en 2023 obligó al éxodo de 120.000 armenios bajo la mirada pasiva de las tropas rusas, provocando que el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, calificara a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) como "una amenaza para la seguridad nacional".

En Asia Central, el papel de Rusia como mediador se ha visto erosionado. Durante una disputa fronteriza entre Tayikistán y Kirguistán, fue Turquía, y no Rusia, quien lideró las negociaciones, marcando un cambio en el equilibrio de poder regional. Mientras tanto, los mercenarios rusos han sufrido fuertes bajas en África Occidental, y aliados clave como Irán y Hezbollah han visto sus capacidades militares gravemente mermadas. Hezbollah, por ejemplo, ha perdido más combatientes en las últimas seis semanas que en los 12 años previos de la guerra civil siria.

"La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha sido un punto de inflexión", señala Dubow. "El Kremlin ha comprometido a 300.000 tropas en el conflicto, sufriendo severas pérdidas de equipo y, lo más importante, una pérdida de credibilidad global". Esta incapacidad para lograr una victoria decisiva en Ucrania ha enviado un mensaje claro a los adversarios y aliados de Rusia: su fortaleza militar es más retórica que real.

Rusia no puede controlarlo todo

La reciente caída del régimen de Assad pone de manifiesto que la influencia de Moscú como actor dominante en sus antiguas esferas de poder está en declive acelerado. Según Dubow, "el Kremlin se enfrenta ahora a un dilema existencial: no puede garantizar la seguridad de sus aliados ni proyectar poder más allá de sus fronteras inmediatas".

Las consecuencias geopolíticas son profundas. Armenia ha comenzado a buscar alianzas alternativas, aumentando su apoyo a la OTAN. Países en Asia Central, tradicionalmente bajo la influencia de Moscú, están diversificando sus relaciones hacia Ankara y Pekín. Incluso en Siria, la falta de una respuesta contundente de Rusia en Alepo ha llevado a Assad a depender cada vez más de actores como Irán y Turquía. El debilitamiento de la posición rusa también se refleja en su respuesta militar. Mientras que en 2015 Rusia intervino decisivamente para apuntalar el régimen de Assad, ahora sus acciones se limitan a ataques aéreos esporádicos. Según Dubow, esto es un signo claro de que "los días de Moscú como garante de seguridad global están contados".

A nivel mundial, la percepción de Rusia está cambiando. Desde los mercados energéticos hasta la política de seguridad, la capacidad de Moscú para influir está disminuyendo rápidamente. "El panorama internacional ya no está definido por la hegemonía rusa", afirma Dubow. "Estamos viendo un cambio hacia un orden multipolar en el que Rusia ocupa un lugar cada vez más periférico".

En última instancia, la pregunta que surge no es si la influencia de Rusia continuará debilitándose, sino cuál de sus aliados será el próximo en buscar una alternativa. Dubow concluye: "El colapso sirio es un microcosmos del futuro que le aguarda a Moscú: un poder en retirada, incapaz de sostener las promesas de grandeza imperial que una vez definieron su estrategia global".

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky