
Tras la invasión rusa de Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones al petróleo de Moscú con el objetivo de minar los ingresos del Kremlin a través del oro negro y así obstaculizar su esfuerzo bélico. Sin embargo, Rusia está esquivando eficazmente estas restricciones: ni siquiera el tope 60 dólares del precio del crudo ruso ha logrado el objetivo de quebrar el músculo económico del gobierno de Vladimir Putin. Una de las principales razones de la capacidad del Kremlin de eludir estas sanciones es la enorme flota de buques fantasma que está a su disposición: navíos que ocultan sus movimientos mediante todo tipo de artimañas, incluido el registro de embarcación en pequeños países africanos, que han estado históricamente fuera del negocio marítimo.
Uno de esos aliados inesperados de Rusia es Gabón. El registro de embarcaciones gabonés ha aumentado hasta albergar más de cien buques cisterna, de los cuales se estima que más del 70% son utilizados para el transporte de petróleo ruso. Además, desde que el Kremlin invadió Ucrania, dicho listado se ha multiplicado por seis. Concretamente, la mitad de todos los buques listados en el país africano pertenecen a Sovcomflot, una de las mayores navieras de Rusia y que posee la mayor flota a nivel global de cargueros Aframax, las cuales pueden transportar 700.000 barriles de petróleo por buque.
Parece que Rusia está puliendo una estrategia que ha llegado a contar con la participación de navíos iraníes y que actualmente está en el punto de mira de Washington. En este sentido, los navíos rusos han comenzado a registrarse en países como las Islas Comoros, Islas Marshall o Camerún a fin de utilizar sus banderas, las cuales no son comunes en los puertos occidentales y, en principio, no levantan demasiadas sospechas. Además, esta táctica discurre paralela a la alternativa más clásica en caso de eludir cualquier tipo de restricciones de navegación: cambiar el nombre a las embarcaciones. Si bien los navíos cuentan con un número de identificación registrado en la Organización Marítima Internacional, algo así como una especie de número de bastidor de los barcos, el cambio de denominación ayuda a crear confusión en las bases de datos oficiales.
Ese es el plan que está siguiendo la propia Sovcomflot. Alertada por los movimientos de Washington, la compañía ha registrado de nuevo en Rusia embarcaciones que estaban listadas en Gabón, modificando sus nombres, con el objetivo de eludir las sanciones, según Bloomberg. En este sentido, la firma, cuyos navíos suponen el 50% ha modificado los nombres de los buques NS Columbus, NS Bravo, NS Captain y NS Creation, por Kemerovo, Belgorod, Kaliningrado y Krasnoiarsk.
Si bien parece una decisión contradictoria, a corto plazo estos navíos pueden tener la oportunidad de esquivar las restricciones occidentales al petróleo ruso. Al fin y al cabo, se estima que solo un 15% de los barcos que navegan en todo el mundo utilizan bandera falsa. Por otro lado, Moscú es consciente de que distribuir su oro negro implica un riesgo muy elevado, por lo que las firmas rusas pagan muy bien este tipo de trabajos. Concretamente, la remuneración puede ser un 50% o 100% superior a la que reciben los marineros por ejecutar la misma labor.
Eso sí, la peligrosidad es muy elevada. Por un lado, para este tipo de rutas suelen emplearse buques muy antiguos, los cuales son propensos a tener accidentes en alta mar, lo cual supone un grave riesgo para la tripulación. De hecho, el año pasado, un buque de 26 años denominado Pablo ardió en la costa de Malasia, matando a tres de sus tripulantes. Además, las autoridades malasias todavía no han dado con los verdaderos dueños del navío. Por otro lado, los marineros que aceptan este trabajo operan en condiciones muy precarias: deben llevar su propio equipamiento de primeros auxilios, carecen de conexión a internet, trabajan en horarios de 12 horas y quien cae enfermo y no puede hacer su labor, no cobra.
Por otra parte, estos buques son utilizados para trasvasar petróleo de barco a barco, que otrora realizaban los buques rusos en los puertos occidentales ahora deben hacerlo en aguas internacionales, lo cual supone un grave riesgo medioambiental. En este sentido, dicha práctica es ejecutada en zonas del Mediterráneo cercanas a Melilla y el Peloponeso, lo cual revela los enormes agujeros en las sanciones al crudo por donde Moscú filtra dicho oro negro. De hecho, Bulgaria constituyó el cuarto mayor comprador de petróleo ruso en 2023.