
La ley estadounidense por la cual la firma china ByteDance está obligada a vender TikTok a una compañía de EEUU o de un país aliado es el último ejemplo de la tensión entre Washington y Pekín. El sector tecnológico constituye, además, uno de los principales ámbitos afectados por la guerra comercial entre ambas potencias, la cual comenzó en 2018 y que ahora vive un periodo crítico, con China inundando los mercados internacionales con productos abaratados gracias a la política de subvenciones del gobierno de Xi Jinping. En este contexto, el gigante asiático ha decidido incrementar la producción para continuar la senda de crecimiento económico y eludir el efecto negativo de la crisis inmobiliaria y la baja demanda doméstica. Ello genera suma inquietud en Occidente, especialmente en la Casa Blanca, donde observan con preocupación la sobreproducción china, la cual quieren combatir mediante la imposición de tasas a ciertos productos originarios de Pekín.
El pasado mes de abril, Olaf Scholz, canciller alemán, visitó China y se reunió con Li Qiang, primer ministro chino y segunda máxima autoridad tras el presidente Xi Jinping. El mandatario germano le trasladó la preocupación, extendida en el Viejo Continente, en relación con el exceso de producción de China en sectores como el de los vehículos eléctricos. Qiang respondió asegurando que la producción china de tecnologías renovables ayudará al mundo a ejecutar eficazmente la transición verde. Además, el político chino abordó las inquietudes acerca del exceso de oferta del país, señalando que una producción moderada que exceda la demanda conduce a la libre competencia total y a la "supervivencia del más apto".
Esta afirmación constituye toda una declaración de intenciones por parte de China, en un momento en el que el país asiático ha decidido pisar el acelerador de la producción. En este sentido, la producción industrial aumentó un 6,1% en el primer trimestre de 2024. Concretamente, el sector manufacturero creció un 6,7%, mientras que el de fabricación de alta tecnología lo hizo un 7,5%, lo cual supuso un aumento interanual del 2,6%, según datos oficiales citados por la agencia Xinhua.
Además, el valor añadido de la producción industrial aumentó un 4,5% interanual, y los beneficios de las compañías industriales chinas alcanzaron los 128.700 millones de dólares (914.100 millones de yuanes), un aumento interanual del 10,2%. Sin embargo, la débil demanda doméstica, que no podría canalizar toda la producción, probablemente empuje al gigante asiático a confiar en la demanda extranjera para dar salida a todos sus productos. En este sentido, las exportaciones chinas aumentaron un 7,1% interanual en el primer trimestre de 2024, superando las expectativas de los analistas.
Sin embargo, esta estrategia genera inquietud en Estados Unidos. En una visita a China realizada a principios de abril, Janet Yellen, Secretaria del Tesoro en EEUU, expresó su preocupación en relación con la superproducción china, fundamentada en buena parte gracias a las subvenciones públicas, indicando que "cuando el mercado global es inundado por productos chinos artificialmente baratos, la viabilidad de las firmas estadounidenses y de otros países se ve comprometida".
Además, Yellen señaló que China es "demasiado grande" como para que el mundo pueda absorber toda su enorme capacidad productiva. Por su parte, Wan Wentao, ministro chino de economía, negó las acusaciones de superproducción deliberada, señalando que Pekín actuaría en función de sus intereses legítimos. Lo cierto es que la Casa Blanca y sus aliados tienen motivos para preocuparse. Entre 2015 y 2016, el exceso de producción china de acero provocó una distorsión en la cadena de suministro mundial que afectó a los mercados internacionales, después de que la economía del país asiático se frenara.
Esa inquietud es elevada ya que las exportaciones de acero se encuentran en su máximo nivel desde 2016: en 2023, las firmas acereras chinas incrementaron su producción en un 36,2% en comparación con el año anterior, hasta los 90,3 millones de toneladas, máximo nivel de los últimos ocho años, cuando se produjeron los desequilibrios bursátiles en el país asiático. Por otro lado, este aumento en la producción ha reforzado la posición china en la industria del acero global: el gigante asiático ya controla casi el 55% de la producción mundial de dicho material.
Ante esta situación, la Administración Biden quiere triplicar la tasa de las importaciones de acero chinas, que actualmente está en el 7,5%. Así lo indicó el inquilino de la Casa Blanca en una reunión realizada en abril con los miembros del sindicato United Steelworkers en Pittsburgh, una de las principales ciudades de Pensilvania, estado clave en términos electorales en el que la industria del acero tiene un peso importante. En este sentido, la Casa Blanca ha iniciado conversaciones con México para evitar que China cuele por ahí sus exportaciones de acero. Con ello, Washington quiere proteger la construcción naval, sector clave en el que China concentra el 50,2% de la producción global, sosteniendo un cetro que EEUU perdió hace tiempo tras décadas de falta de inversión y externalizaciones iniciadas durante los años ochenta.
Por otro lado, es preciso señalar que las importaciones estadounidenses de acero de origen chino son pequeñas, constituyendo un 1% del total, por lo que esta medida de Biden parece ir destinada en parte a asegurarse el voto de las familias vinculadas a este sector. Parece claro que existe una motivación política al anunciar un incremento de las tasas al acero chino en estos momentos, sin embargo, EEUU no es el único país ha mostrado preocupación por este asunto. Así, Tailanda, tercer principal destino de las exportaciones acereras chinas, inició una investigación en 2023 sobre la evasión por parte de Pekín de las medidas contra la competencia desleal en las exportaciones de acero laminado de origen chino.