
La Unión Europea mira a uno y otro lado del horizonte y trata de armar su industria para competir con los amplios paquetes de subsidios que tanto China como Estados Unidos han puesto a disposición de su industria. Y una segunda fase del Pacto Verde europeo puede anclarse como palanca para impulsar una nueva estrategia la competitividad para la UE, que se delineará en los próximos meses.
Precisamente, la competitividad de la UE será una de las prioridades de las políticas comunitarias de los próximos "meses y años", introdujo el vicepresidente económico de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, en el European Business Summit. Un ejercicio que buscará entender cómo mejorar la posición del bloque comunitario, considerando que la UE se quedó atrás, hace décadas, en términos de productividad respecto a China y Estados Unidos.
"El Pacto Verde Industrial y la Ley de la Industria Cero Emisiones" se erigen como pilares de la estrategia de competitividad comunitaria. Ambas medidas están vinculadas a la "resiliencia económica", indicó el comisario letón, que consideró necesario "impulsar el crecimiento económico" y utilizar la "apertura" de la UE "como fortaleza", pese a una situación geopolítica cada vez más conflictiva. El riesgo, apuntó Dombrovskis, es evitar volverse "muy proteccionista" y "socavar el atractivo de la UE como destino de las inversiones de las empresas".
La Ley de Reducción de la Inflación estadounidense "es una respuesta a China y al Pacto Verde europeo" y "una ambiciosa política de protección climática de Estados Unidos", complementó el secretario de Estado alemán del Ministerio Federal de Economía y Acción por el Clima, Sven Giegold, "Por eso el Pacto Verde necesita una actualización". Esa revisión debe "crear mercado", y debe centrarse "en medidas en la parte de la cadena de suministro".
Lo que defiende el alemán es una segunda fase del Pacto Verde, porque el plan europeo es anterior a la IRA estadounidense, con una combinación de políticas que permitan sacar el máximo provecho a la transición verde y que tengan en cuenta el aprovisionamiento.
También le tocó el turno a China. El comisario letón cree necesario atajar los "desequilibrios económicos de esta relación", como el déficit comercial que la UE mantiene con el gigante asiático o ciertas barreras en lo que respecta al flujo de datos de las empresas, en un intento por hacer la relación más "equilibrada y recíproca".
De hecho, la de los datos es una de las cuestiones que más preocupa a la UE de su relación con Pekín. "Es parte de su modelo comunista", evidenció Dombrovskis para argumentar que se convierte en una cuestión crítica para la actividad económica transfronteriza porque las empresas europeas "necesitan claridad" sobre esta materia.
La competencia entre bloques está ahí y Europa cuenta décadas procrastinando en la transición hacia la economía baja en carbono, ha considerado el director general de Competencia de la Comisión Europea, Olivier Guersent, en su intervención. "Proporcionamos ayudas de Estado cuando el mercado no puede hacerlo solo cuando hay una deficiencia en el mercado", explicó para poner en valor el despliegue de ayudas que los Estados miembro han puesto a disposición de las empresas.
Pese a ello, la competencia con Estados Unidos es un reto para la UE, la administración Biden ha dispuesto subsidios a la industria "lo necesiten o no, mientras sea rentable en términos de mercado" y a todo ello se suma la "ventaja energética histórica" con la que Estados Unidos tiene frente a la UE, ha recordado el director general de Competencia de la UE.
Del lado empresarial, el vicepresidente de Asuntos Gubernamentales Europeos de Intel, Hendrik Bourgeois, opinó que las ayudas no deben buscar mejorar la sino enfocarse a los objetivos a largo plazo de la industria. Así abogó por una puesta común europea en lugar de políticas nacionales que crean desigualdad.
Una estrategia descafeinada
Si la respuesta a los subsidios estadounidense generó debates de todos los colores en la UE, finalmente la solución que se puso sobre la mesa fue poco más allá que flexibilizar las ayudas de Estado para que los países pudieran dotar de apoyo a la industria en la transición hacia las energías limpias. Lo acompañó Bruselas de la Ley de la Industria Cero emisiones y de un capítulo como parte de la revisión del marco financiero plurianual, aún por aprobar, con una plataforma de tecnologías estratégicas.