Hace 15 días desde que 8 republicanos radicales y todos los demócratas se aliaron para destituir al presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, en la primera moción de censura exitosa de la historia de EEUU. Desde entonces, las incesantes guerras internas del Partido Republicano han sumido a la política del país en una parálisis sin precedentes: una de las dos Cámaras legislativas lleva cerrada desde entonces ante la incapacidad del partido mayoritario para ponerse de acuerdo en votar a uno de los suyos como nuevo presidente. Y con una crisis histórica incendiando Oriente Medio y unos presupuestos que caducan en un mes, es cada vez más probable que esa parálisis acabe teniendo graves repercusiones mundiales.
Estos lodos vienen de los polvos de enero, cuando McCarthy tuvo que soportar la humillación de perder 14 votaciones antes de ser elegido presidente a la decimoquinta ocasión. El grupo de diputados radicales conocido como el 'Caucus de la Libertad' se negaban a votarle una y otra vez salvo que les ofreciera concesiones clave. Y lo hizo: McCarthy aceptó designar a tres de ellos como miembros del Comité de Reglas, el equivalente a la Mesa del Congreso español, que decide qué se vota y qué no, dándoles capacidad de veto sobre toda la legislación. Y, por si fuera poco, reformó el reglamento de la Cámara para permitir que cualquier diputado del montón pudiera presentar por sí solo una moción de censura contra el propio McCarthy, en vez de limitar ese poder a los líderes de los dos grupos parlamentarios, como se hacía hasta ahora.
Uno de los radicales, Matt Gaetz, tomó con ganas la 'pistola cargada' que McCarthy les había entregado, y la usó para echarle como represalia por haber llevado a votación una prórroga presupuestaria de 45 días con numerosas concesiones a los demócratas, que fue aprobada por más de dos tercios de los diputados, en vez de forzar un cierre del Gobierno en cuanto caducaran las Cuentas anteriores. Los demócratas votaron a favor de la moción, molestos ante los numerosos ataques verbales de McCarthy contra ellos y por el hecho de que hubiera retirado los fondos para ayudar a Ucrania de la 'prórroga bipartidista' de los presupuestos. Y a ellos se sumaron 8 radicales republicanos, contentos de haberse cobrado el trofeo más grande de la última década: su propio líder.
Una vez caído McCarthy, la mayoría republicana debía elegir a un nuevo presidente. Pero las batallas internas que ya les costaron 15 votaciones en enero han vuelto a encenderse con más furia siquiera. La semana pasada, el grupo parlamentario republicano nombró a Steve Scalise, el 'número dos' del partido hasta entonces, como sucesor natural de McCarthy, en una ajustada votación que terminó 113 a 99. Pero medio centenar de diputados aseguraron que 'jamás' le apoyarían en una elección oficial, por lo que Scalise renunció a su candidatura.
El diputado que había perdido contra Scalise, Jim Jordan, precisamente uno de los fundadores del Caucus de la Libertad, se presentó de nuevo, esta vez contra un oponente semidesconocido, Austin Scott, del que periodistas y diputados bromeaban que "había sido creado por una IA esta misma tarde con la definición 'republicano genérico'". Y Jordan ganó, pero por apenas 124 votos a 81, una señal preocupante dado que su rival, en la práctica, era poco más que una hoja con la palabra "no". Jordan sí se atrevió a ir a una votación oficial este martes, y perdió: 20 diputados republicanos (principalmente los más moderados) votaron en contra de él, y, por decimoquinta vez en lo que va de año, la votación terminó sin que ningún candidato obtuviera la mayoría absoluta.
Este miércoles, Jordan se presentó de nuevo, y obtuvo menos votos aún: 22 diputados votaron en contra, y varios que sí le apoyaron advirtieron de que no estaban dispuestos a aguantar otro maratón de 15 votaciones. Llegados a este punto, la única opción que parece tener opciones reales para poner fin a este caos es un acuerdo bipartidista para aumentar los poderes del presidente en funciones de la Cámara, el republicano Patrick McHenry, y que pueda presentar proyectos de ley a debate en vez de estar obligado a repetir en bucle votaciones infinitas para elegir a un nuevo presidente. La otra opción, como bromeaban algunos diputados conservadores, es "que todos los diputados republicanos sean propuestos, por orden alfabético" o "que haya un sorteo y que el que pierda tenga que tragarse el marrón de ser él el presidente".
Crisis en el peor momento
Cuando empezó todo este psicodrama, ya se sabía que los presupuestos que se habían aprobado solo durarían hasta el 15 de noviembre, aunque se daba por hecho que ya habría alguien presidiendo el Congreso para entonces. Pero ya ha pasado un tercio de los 45 días de la prórroga, y todo sigue paralizado. Lo peor, sin embargo, es que en ese tiempo la crisis de Gaza ha sacudido la política y la economía mundial, y lo que menos hace falta ahora en una nueva crisis presupuestaria en EEUU que añada más leña al fuego del miedo de los mercados.
Además, los dos partidos quieren enviar un gran paquete de ayuda militar a Israel, superior a los 5.500 millones de dólares que ya le manda cada año; Joe Biden quiere entregar más de 100 millones de dólares en ayuda humanitaria a Gaza, y los demócratas están apuntando a una ayuda militar de 100.000 millones a Ucrania, para compensar el parón de estas semanas. Unos objetivos que facilitarían la aprobación de un 'gran acuerdo' presupuestario a toda velocidad en cuanto reabra el Congreso. Pero antes hace falta que los republicanos aparquen sus luchas intestinas durante algunas semanas.