Economía

Este es el implacable prestamista que está ahogando a las economías pobres con sus créditos

  • No hace públicas sus condiciones y no condena los intereses de su deuda
  • Los países utilizan sus escasas reservas para pagarle
Lusaka, la capital de Zambia. Foto: Dreamstime

La semana pasada, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, advirtió del peligro que supone para la economía mundial los niveles récord de deuda de los países desarrollados. "Los ratios deuda/PIB son más altos que nunca", señaló. A lo que añadió: " Eso significa que un país tiene que trabajar mucho más sólo para devolver el dinero que se ha tomado prestado". Una situación aún más complicada en el caso de las naciones con menos recursos, pues se enfrentan, además, al problema de pagar los préstamos extranjeros mientras sus reservas de divisas siguen menguando. Y la cuestión es que no tienen que saldar cuentas con cualquier prestamista, sino que muchos de ellos recibieron ayuda del mayor y más implacable de todos, uno que no hace públicas sus condiciones y se muestra reticente a condonar los intereses de su deuda.

Se trata de China, cuyo papel en el futuro de las economías pobres no es nuevo. Como parte de su estrategia para expandir su influencia al resto del mundo, el Gobierno de Pekín lleva años prestando dinero a países al borde de una crisis financiera o que simplemente quieren impulsar su crecimiento. Dado el secretismo que rodea todo lo relacionado con la nación asiática, se desconocen las cifras exactas, aunque se calcula que, en total, ha otorgado 30.000 millones de créditos a 165 regiones con rentas bajas y medias.

En teoría, el objetivo de estos préstamos es que las naciones receptoras puedan seguir pagando su deuda externa mientras mantienen las compras de importaciones, todo ello sin tener que cumplir las recetas austeras del Fondo Monetario Internacional (FMI). En la práctica, una docena de países endeudados con China -entre los que se encuentran Zambia, Kenia y Pakistán- se encuentran al borde del abismo. Y es que los gobiernos de estas naciones se están viendo obligados a destinar cada vez más dinero del que recaudan a pagar la deuda contraída con Pekín, llegando algunos de ellos a dedicar más de un tercio de sus ingresos a este fin. Asimismo, están recurriendo a sus ya de por sí escasas reservas de divisas, según un análisis de Associated Press.

En cuanto a las reservas de divisas, las de 10 de estos 12 países pobres se han reducido un 25% de media en tan solo un año. Una cifra que supera el 50% en el caso de Pakistán y la República del Congo. El primero tiene que lidiar con una inflación que en abril se situó en el 36,4%, todo un récord, mientras sus reservas de divisas pasaron de rondar los 5.800 millones de dólares en diciembre de 2022 a 4.343 millones de dólares en enero. Ahora, el ex ministro de Finanzas Miftah Ismail alerta de que podrían descender hasta los 2.000 millones de dólares a finales de septiembre.

En peor situación se encuentra Zambia. En las últimas dos décadas, la pequeña nación africana le ha pedido prestado a los bancos estatales de China miles de millones de dólares para impulsar el crecimiento de su economía mediante la construcción de presas, ferrocarriles y carreteras. En un primer momento, logró su objetivo, pero pronto los intereses de la deuda fueron tan elevados que el Gobierno no tuvo más remedió que empezar a recortar en servicios básicos y subvenciones. El país suplico a los prestamistas chinos que suspendieran el pago de los interés de la deuda -que ascendía a 6.600 millones de dólares, un cerca de un tercio del total-, pero estos se negaron. Finalmente, la región incurrió en impago, lo que le cerró las puertas a futuros préstamos internacionales. Desde entonces, su inflación se ha disparado un 50%, el desempleo ha alcanzado su nivel más alto en 17 años y el kwacha se ha depreciado un 30% en apenas siete meses, según publica Fortune.

La postura de China

La reticencia por parte de China a suspender el pago de los intereses de la deuda de los países pobres y asumir la pérdida de cientos de miles de millones de dólares está poniendo en riesgo el futuro de los prestatarios. Y es que, a menos que Pekín relaje su postura, podría producirse una oleada de más impagos y convulsiones políticas. La inestabilidad geopolítica que está generando "podría tener efectos duraderos", sostiene el economista de Harvard Ken Rogoff.

Al verse forzados a utilizar gran parte de sus ingresos para devolver estos préstamos, así como recurrir a sus reservas de divisas, se reduce su crecimiento. Y esto, a su vez, termina dejando a los países pobres sin dinero para pagar la deuda. Como consecuencia, "la economía se contrae, la inflación se dispara, los alimentos y el combustible se vuelven inasequibles", apunta Patrick Curran, economista jefe de la empresa de investigación Tellimer.

Por el contrario, China asegura que se ha mostrado colaborativa, ofreciéndose a prorrogar los vencimientos de los préstamos y a ser el principal contribuyente en un programa para suspender temporalmente el pago de intereses durante la pandemia de coronavirus. Además, dice que ha condonado 23 préstamos sin intereses a países africanos. La mayoría de estos créditos se concedieron hace dos décadas y representan menos del 5% de todo el dinero que han dado las entidades estatales chinas, según Parks, de AidData.

Tanto el FMI como el Banco Mundial han exigido a China que condone parte de sus préstamos, algo a lo que Pekín respondió que accedería si ambas entidades también lo hacían. Los prestamistas internacionales no se han mostrado a favor de esta propuesta, afirmando que este cambio de postura rompería el manual tradicional de gestión de crisis soberanas que les otorga un trato especial, dado que los intereses que establecen son muy bajos.

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