
Hace un año que el estallido de la invasión militar rusa de Ucrania cambio el devenir del país y de sus vecinos europeos. No se trata solamente de que las tensiones con Moscú hayan transformado el escenario geopolítico mundial, con una China que no llega a condenar la ofensiva. Occidente da pasos para continuar apoyando a Ucrania, y la UE se ha visto obligada a dar un giro a su estrategia energética mientras, a golpe de sanciones, trata de minar la economía de Rusia.
Lo que hace un año se convirtió en un hándicap que marcaría el devenir de la política energética de la Unión Europea fue la alta dependencia de los combustibles fósiles de Moscú. La UE contabilizaba en su balanza un 40% de importaciones de combustibles fósiles de Rusia. Una condición que ha obligado a tomar decisiones con una rapidez impropia de las instituciones comunitarias en aras de diversificar el suministro, llenar las reservas de gas de cara al invierno y destapar el polvo de viejas tensiones sobre las interconexiones eléctricas.
Se cumple un año desde que Bruselas se vio en la obligación de buscar nuevos socios comerciales principalmente Noruega, Argelia o Azerbaiyán para garantizar el suministro de gas por gasoducto, y en Estados Unidos o Qatar, para duplicar las importaciones de gas natural licuado (GNL) respecto a 2021. Pero también desde que la aceleración de las renovables se convirtió en el imperativo que trazaría el eje de muchas de sus decisiones. Entre ellas, ese paquete de 20.000 millones de euros del bautizado como Plan RePower EU para romper con el aprovisionamiento de Moscú o los paquetes de ayudas para amortiguar el golpe del alza de la factura energética en los hogares.
En el plano económico las sanciones a Rusia se han articulado como la mano dura de una UE que, con la guerra a sus puertas, quiere evitar que el Kremlin pueda seguir financiando su maquinaria de guerra. La UE ha excluido a varios bancos rusos del sistema de comunicación Swift, ha vetado las transacciones con el Banco Central ruso y bielorruso y todo tipo de transporte procedente de Rusia, sea por mar, tierra o aire. Al veto a las importaciones de carbón de Rusia a la UE se siguió un arduo acuerdo para un embargo al petróleo así como para los derivados del crudo ruso.
Y la lista de castigos a Moscú se extiende a lo largo de nueve paquetes de sanciones, con un décimo a punto de caramelo, a cerca de 1.400 individuos: oligarcas y personalidades afines al Kremlin, incluidos el propio Vladimir Putin y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov. La UE ha vetado las exportaciones a Rusia de todo producto tecnológico que pueda nutrir su músculo armamentístico y ha prohibido las importaciones desde Moscú de un amplio número de productos desde madera a licores o cigarrillos.
El gas, por el momento, esquiva el embargo. Y, pese a las sanciones, los altos precios registrados en los mercados para este hidrocarburo han propiciado que las exportaciones de Rusia de petróleo y gas se elevaran un 30% en 2022, hasta los 155.000 millones de euros.
Un mal año... pero menos de lo previsto
Tanto el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han concluido que el 2022 fue un mal año para la economía rusa, con una contracción del 2,2% del Producto Interior Bruto (PIB) en el mejor de los casos y del 3,9% en el peor de los escenarios. Si en un primer momento los países Occidentales auguraban que la economía rusa no tardaría en quebrarse, las recientes proyecciones arrojan dudas al respecto pues el FMI prevé un avance del 0,3% en 2023 y del 2,1% en el 2024. Del lado contrario, la OCDE pronostica una contracción del 5,6% en su peor escenario y el Banco Mundial de un 3,3%.
Sí parece que este año será en el que la economía de Rusia empiece a resentirse de los efectos de las sanciones, mientras la economía de la UE ha logrado esquivar la recesión técnica, con unas proyecciones de crecimiento del 0,8% para 2023 según las últimas previsiones de la Comisión Europea.
Pero los expertos llaman a la prudencia. Si un invierno, por el momento, más suave de lo habitual ha contenido los peores temores sobre el suministro de gas y ha desplomado un 85% los picos de precios registrados en los mercados en agosto, de 300 euros/MWh, el director de la Agencia Internacional de la Energía, Faith Birrol, ha advertido en una entrevista con el Financial Times que el próximo invierno podría suponer un desafío mayor en caso de que las condiciones climáticas sean más duras. Además, alertó de que Rusia podría recortar ese 20% restante de suministro de gas que todavía nutre a Europa por los gasoductos de Ucrania y Turquía, en un escenario en el que la reapertura de la economía china tiene todos los visos de avivar la competencia mundial por el gas natural licuado.