Economía

Egipto, 12 años después de la Primavera Árabe: de modelo de éxito a una economía acorralada

  • Las protestas acabaron con tres décadas de mandato de Mubarak
Una calle comercial de El Cairo, en Egipto. Foto: Dreamstime

Hace 12 años, las protestas sociales por la crisis económica en la que estaba inmersa Egipto, así como la corrupción, la represión y la censura que caracterizaron al gobierno, terminaron provocando la caída de Hosni Mubarak, quien llevaba casi tres décadas en el poder. Coincidiendo con el duodécimo aniversario de este cambio, analizamos la evolución del país en este tiempo.

Antes de que estallase la Primavera Árabe, Egipto parecía ser un modelo de éxito económico basado en el turismo, la construcción y la agricultura. Por ejemplo, mientras la mayoría de economías luchaba por salir de la crisis financiera global, la de este país llegó a registrar un crecimiento del 4,7% en 2009 y alcanzó el 5% al año siguiente. Sin embargo, la realidad a pie de calle era muy distinta, tal y como pusieron de manifiesto las protestas sociales.

Lo cierto es que Egipto se encontraba al borde del abismo en 2011, con una inflación que rozaba el 17%, un déficit equivalente a cerca del 8% de su Producto Interior Bruto (PIB), una tasa de desempleo de casi el 25% y aproximadamente el 40% de su población viviendo con menos de 2,15 dólares al día, según datos del Banco Mundial. Al cerrar el año, su economía creció tan solo un 1,8%, mientras que el encarecimiento de los precios se quedó en el 10,06%.

A la caída de Mubarak, el Ejército egipcio tomó el control del país durante 16 meses. A continuación, se convocaron elecciones, las cuales ganó con mayoría el Partido Libertad y Justicia, el brazo político de los Hermanos Musulmanes -la organización más antigua, extendida e influyente del mundo árabe y musulmana-, y permitió a Mohamed Morsi convertirse en el primer mandatario elegido democráticamente en la historia de Egipto.

No obstante, su mandato duró tan solo un año. El breve tiempo que Morsi estuvo en el poder, la economía de Egipto creció un 2,2%, el déficit público superó el 11% del PIB, la inflación se redujo hasta el 7,11% y la tasa de desempleo entre los ciudadanos de 15-29 años se situó en el 77%, según los datos del Ministerio de Recursos Laborales egipcio que publicó entonces Sputnik News. Todo esto, sumado a la aprobación de la polémica Constitución de corte islamista, reavivó las protestas sociales, que culminaron con un golpe de Estado capitaneado por el Ejército. El vacío de poder dejado por Morsi lo llenó Abdel Fattah al-Sisi.

Con al-Sisi al frente del Gobierno, la economía de Egipto creció considerablemente, pasando del 2,9% en 2014 al 5,9% en 2019, mientras que la tasa de desempleo cayó hasta situarse en el 7,84%. Pero no fue todo un camino de rosas. En 2016, la inestabilidad había reducido tanto los ingresos del sector turístico que las reservas del país apenas superaban los 17.500 millones de dólares, menos de la mitad que cinco años antes, y la inflación acabó el ejercicio en el 13,81%. Ante esta situación, el Gobierno se vio obligado a pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), el cual le concedió un préstamo de 12.000 millones de dólares a cambio de un arduo programa de reformas. En 2017, el auge de los precios alcanzó el 29,51%, aunque en 2019 ya estaba en el 9,15%.

2020-2022

En 2019, los ingresos del sector turístico representaban casi el 9% del PIB egipcio. Por eso, la llegada del Covid-19 en 2020 tuvo tanto impacto en su economía. El cierre de fronteras, la paralización de toda la industria y la fuga de capitales provocaron que sus reservas se redujeran casi un 18%. Una tesitura sin precedentes que llevó al Gobierno de Al Sisi a recurrir de nuevo al FMI. En esta ocasión, el crédito ascendió a 2.700 millones de dólares.

Ese año, el PIB de Egipto se expandió un 3,6% y la inflación interanual se redujo hasta un 5,04%. 

En 2021, la situación se mantuvo más o menos igual. En concreto, la economía del país africano creció un 3,3%, la tasa de inflación se incrementó ligeramente y se quedo en el 5,21%, mientras que el desempleo escaló hasta el 9,33%.

Y el 2022 trajo consigo un nuevo golpe, aunque esta vez en forma de guerra. Egipto es sumamente dependiente de las importaciones -en el caso de los cereales, es el mayor comprador del mundo-, por lo que los cortes en el suministro derivados de la guerra en Ucrania y el aumento de la inflación hasta el 26,5% interanual se dejaron sentir en su economía. Además, se produjo una fuga de inversores extranjeros entre febrero y agosto, y se llevaron consigo miles de millones de dólares para invertirlos en activos más seguros.

El Banco Central egipcio (CBE) se vio obligado a imponer restricciones a las importaciones en marzo -entre ellas, la necesidad de utilizar cartas de crédito para financiarlas- y a devaluar en dos ocasiones su moneda -hasta reducirla de unas 16 libras por dólar a 24,7 libras-, y subió los tipos de interés en 300 puntos básicos, hasta dejar al 16,25% el de los depósitos a un año. Asimismo, pidió ayuda por cuarta vez en 6 años a la institución que preside Kristalina Georgieva. En concreto, Egipto recibirá 3.000 millones de dólares en los próximos tres años.

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