
El 62% de los asalariados españoles realizó en 2020 un curso de formación continua financiado por su empresa. Una cifra récord que no solo supone el segundo mayor porcentaje entre los países europeos, después de República Checa, sino que además es el más se ha incrementado en la última década. Ello pese a que en el mismo periodo, la tasa de empresas que ofrece formación continua a sus empleados se ha desplomado. Una paradoja que apunta a la peor calidad de estas enseñanzas.
Eurostat ha publicado los resultados de un estudio quinquenal sobre la formación continua de trabajadores en las empresas europeas. Los últimos datos son de 2020, un ejercicio golpeado por la pandemia que sesga a la baja los resultados, aunque esto no impidió que España fuera el que mejor evolución registró desde el informe anterior, en 2015. Al menos en los que se refiere al porcentaje de asalariados que reciben formación.
Esto se explicaría por la reforma aprobada en 2015 para ampliar la obligación de impartir formación continua en las empresas, así como para ampliar la oferta de los mismos, reduciendo el papel de los sindicatos y la patronal en la gestión de los mismos para que dejaran de ser 'juez y parte' en el sistema de formación.
Sin embargo, el análisis de los datos relativos a las características de las empresas que ofrecen esta formación parece contradecir estos buenos resultados: el porcentaje es del 73%, 13 puntos menos que en 2015 y por debajo de los niveles de 2010.
Aún se mantiene por encima de la media europea, pero cae al puesto decimo tercer puesto de la UE, cuando cinco años antes se situaba en el séptimo.
¿A qué responde este retroceso y, sobre todo, la disparidad con los datos de personas que se forman? Una análisis del restos de resultados de la encuesta apunta a que esta mejoría se habría logrado empeorando la calidad de esta formación, restringiéndola a las compañías de mayor tamaño.
Un alto coste que pasa factura
En España, el 96% de las empresas de más de 500 trabajadores y el 91% de las de entre 250 y 499 empelados ofrecen esta formación, pero solo el 69% de las de menor tamaño, que son más numerosas, aunque con plantillas más reducidas.
Sin embargo, somos el cuarto país europeo con mayor coste por hora de los cursos después de Francia, Suecia e Irlanda. Y los segundos, después también de Irlanda, donde más se han incrementado los precios desde 2015: 23 euros, un 44%, hasta los 75 euros por hora.
Esto explicaría que las empresas de menor tamaño ofrezcan menos cursos. Pero los precios también son un problema para el resto.
Y es que, según Eurostat, el coste de curso por asalariado es de los más bajos de la Unión: 628 euros frente a los 1.444 euros de la media. ¿Cómo se explica esto cuando el coste por hora es de los más elevados?
Muy sencillo: porque cada curso se hace con un mayor número de más participantes. Una tendencia a la masificación que no habría hecho más que aumentar con la digitalización y que empeora la 'calidad real' de la formación.
España elabora su propio estudio quinquenal, la Encuesta de Formación Profesional para el Empleo en Empresas, aunque la de 2020 aún no se ha publicado. Sin embargo, incluye un dato que abunda en la tesis del impacto del encarecimiento: en 2015, el 49% de las empresas ya advertían que los precios eran un factor limitante a la hora de ofrecer formación.
El rechazo a los aprendices
Por último, la estadística europea revela el escaso impacto de la formación dual, el aprendizaje a través de un puesto de trabajo, en nuestro país, pese a las sucesivas reformas puestas en marcha entre 2015 y 2020.
Solo el 11% de las empresas españolas tenían contratados trabajadores a los que estaba ofreciendo cursos de formación inicial, seis veces menos que los que ofrecían formación continua.
Un porcentaje que queda muy por debajo de la media europea del 32,4%. El dato de nuestro país es incluso más bajo que el de 2015, cuando se llegó al 13%. Aunque en este caso se puede achacar a la pandemia, que castigó especialmente al desempleo juvenil, en buena parte de carácter temporal.