Los últimos años han supuesto un desafío sin precedentes para las finanzas públicas europeas, especialmente en lo que concierne al endeudamiento de las Administraciones. Desde 2019 a 2021, los datos de Eurostat muestran cómo el pasivo crece a dos dígitos (medido en diferencia por puntos porcentuales) en varias de las principales economías de la Unión Monetaria (con la única excepción de Irlanda). Sin embargo, solamente en el caso español ese avance supera los 20 puntos porcentuales. Como resultado dicha variable terminó el pasado ejercicio en el 118,3% del PIB, un nivel récord pese a haber experimentado un leve retroceso con respecto a 2020.
Se trata de una diferencia que supera en casi 10 puntos el avance promedio de toda la eurozona en ese periodo (situado en 11,5 unidades) y que se sitúa notablemente por encima de los incrementos en el endeudamiento público de economías directamente comparables como Italia (16,2) o Francia (15,4) en el mismo periodo.
Alemania arroja un avance de su pasivo público de 9,7 puntos entre 2019 y 2021, de acuerdo con los últimos datos homologados por Eurostat. Además, la comparativa resulta todavía más adversa para nuestro país al tenerse en cuenta que el punto de partida, en el caso del país ahora gobernado por Olaf Scholz, era notablemente más moderado que el propio de España.
El ejemplo alemán
Más en concreto, Alemania presentaba en 2021 un endeudamiento del conjunto de sus Administraciones equivalente al 68,6%, solo ligeramente por encima del límite del 60% que establece el Pacto de Estabilidad y Crecimiento cuyo cumplimiento volverá a exigir Bruselas en los próximos años.
El comportamiento de España en lo que se refiere al incremento de su endeudamiento tampoco tiene parangón en las economías de muy pequeño tamaño de la Unión Monetaria como son Malta, República Checa y Eslovaquia.
Ante una anomalía de esta envergadura, todo apunta que están actuando fuerzas en la gestión de las cuentas públicas que van más allá del efecto que ha tenido la crisis sanitaria global provocada por el Covid-19 y que ha sido capaz de descabalar el equilibrio de las Administraciones de todos los países desarrollados.
Lo cierto es que el incremento del gasto de las Administraciones acumula una inercia heredada de los tiempos anteriores a esa crisis que ha llevado a que el nivel de gasto público (la otra cara del endeudamiento de este sector) se sitúe holgadamente por encima del 50% del PIB en los últimos años.
Falso aligeramiento
Una evolución de ese tipo supone una considerable debilidad aun cuando pueda alegarse que el incremento de la inflación y el crecimiento del PIB que aún perdura (un 0,2% en el tercer trimestre de 2022 de acuerdo con los últimos datos de la Contabilidad Nacional) están aligerando la carga de la deuda en la actualidad.
Ese efecto es puramente estadístico y debe tomarse en consideración además el rápido encarecimiento que las condiciones de financiación están presentando en la Unión Monetaria. Fue la semana pasada cuando el BCE decidió otro fuerte incremento de los tipos de interés en 75 puntos básicos adicionales al tiempo que endurecía las condiciones de acceso a la liquidez de los bancos comerciales.