
Los debates morales y bienintencionados triunfan suelen ser populares siempre que no toquen el bolsillo al consumidor. La cuestión de la energía nuclear en Occidente ha sido tradicionalmente criticada tanto en su faceta militar, desde el horror de Hiroshima y Nagasaki en 1945, como en la energética, especialmente desde el desastre de Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011. Pero con la 'tormenta perfecta' que ha llevado los precios de la energía a máximos históricos, muchos países se replantean la cuestión, incluyendo a Corea del Sur.
El país asiático inició, bajo la presidencia de Moon Jae-in, un proceso para la paulatina disminución de la energía nuclear en su territorio. Apenas un mes después de llegar a la presidencia en 2017, Moon señaló que abandonarían "la política de desarrollo centrada en las centrales nucleares y saldremos de la era de la energía nuclear". Su propuesta, en cambio, pasaba por fomentar el consumo de gas natural, mientras se cancelaban los proyectos de construcción de nuevas plantas nucleares y se denegarían los permisos de renovación para las centrales en activo.
Así, Corea del Sur cuenta en la actualidad con 24 reactores nucleares en activo, que proporcionan un cuarto de la energía que usa el país. Moon pretendía que la cifra descendiese hasta los 17 reactores en 2034.
Pero todo ello dará una vuelta de tuerca con el nuevo presidente electo, Yoon Suk-yeol, que asumirá el mando el próximo 10 de mayo. Yoon, calificado por algunos como un líder de derecha populista al más puro estilo de Donald Trump, ya ha apuntado que revertirá la política energética de su predecesor, apostando no solo por la energía nuclear sino también por las armas atómicas.
Uno de los asesores más cercanos a Yoon, Won Hee-ryong, ha señalado esta semana que se llevará a cabo una marcha atrás para acometer "nuevos planes que sean honestos, realistas y responsables". En este sentido, Won ha apuntado que la política de Moon ha aumentado los gases de efecto invernadero y que, aunque la neutralidad climática prometida para 2050 es un objetivo a alcanzar, no puede ser considerada "inmutable" dadas las crisis globales que se vienen sucediendo en los últimos años. Por ello, Yoon quiere incluir a la nuclear en la taxonomía verde, como ya ha hecho la Unión Europea, según ha informado su comité de transición.
Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, el 25% de la energía producida en Corea del Sur en 2019 era nuclear, el mismo porcentaje que el gas natural, mientras que su producción de carbón suponía el 42% de la generación energética del país. Así, el estado asiático fue en aquel año el quinto productor mundial de energía nuclear, con 139 teravatios por hora, pero Yoon quiere que llegue a aportar el 30% para el final de la década al retomar la construcción de nuevos reactores y extender la vida útil de los ya activos.
Su nivel de producción convierte a Corea del Sur en uno de los grandes importadores de combustibles fósiles, que suponen un 25% de sus importaciones totales. Dado el incremento del precio del crudo por las restricciones a Rusia, que han distorsionado el mercado, el incremento de costes de la energía para los surcoreanos puede ser inasumible si se mengua la producción de nuclear, uno de los pocos recursos energéticos propios con los que cuenta. En este aspecto, el comité de transición de Yoon afirma que, de no variarse la política del presidente saliente, el coste de la electricidad podría multiplicarse por cinco para el año 2050, lastrando al conjunto de la economía.
Nuevas tensiones armamentísticas con Corea del Norte
Las tensiones entre Corea del Sur y su vecino septentrional rara vez han disminuido en las últimas décadas. Pero la demostración constante del país de Kim Jong-un de su potencia balística no ayuda a tranquilizar a la sociedad surcoreana, que parece abrazar cada vez más la implantación de armas atómicas en su territorio.
Según un sondeo publicado en febrero por The Chicago Council on Foreign Affairs, el 71% de los surcoreanos se muestra favorable a que el país desarrolle sus propias armas nucleares, y el 56% ve con buenos ojos que EEUU ponga este tipo de armamento en su suelo. La estadística parece ir de la mano del miedo a un ataque del vecino septentrional: el 82% cree que Corea del Norte no renunciará a sus armas nucleares.
En la actualidad, el Tratado de No Proliferación Nuclear al que se sumó en 1975 impide que pueda desarrollar este tipo de munición en su territorio, algo que no hace desde los años 70, cuando alcanzó un acuerdo de defensa mutua con EEUU. Los americanos retiraron todas sus armas nucleares del país en 1991.
Por el momento, el presidente electo Yoon no parece querer entrar en una carrera armamentística con Corea del Norte, pero sus conciudadanos parecen temer que Kim Jong-un quiera emular a Putin y los surcoreanos puedan verse abandonados por sus aliados ante el miedo a una confrontación nuclear de carácter global.
Corea del Sur no forma parte de la OTAN, aunque sea un país amigo de la Alianza. De hecho, en los últimos días un destacado dirigente de la organización, Rob Bauer, ha viajado al país para reforzar los lazos de colaboración ante ambas partes con "intercambios militares sostenidos".