Economía

La elección de Draghi como presidente amenaza con desbaratar el Gobierno

  • El plan de recuperación perderá a su líder
  • Será necesario volver a negociar para unir a partidos dispares
  • Berlusconi busca acabar su carrera en el cargo de jefe de Estado
El jefe de Estado, Mattarella, recibe al primer ministro, Mario Draghi. EP
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El proceso electoral para elegir al nuevo presidente de la República italiana empezará el próximo lunes, pero desde hace meses el país transalpino se mantiene en vilo. La puesta en juego de la sesión plenaria que reunirá en Roma 1009 entre diputados, senadores y delegados de la diferentes regiones no es sólo el nombre del futuro jefe de Estado, sino también la continuación del "momento de oro" que Italia está viviendo desde la nómina de Mario Draghi a la Presidencia de Gobierno, hace apenas un año.

La recuperación ha llevado a un repunte de la economía transalpina, duramente afectada por la pandemia, con un crecimiento del 6,3% en 2021 y un avance del 4% previsto para 2022. Pero sobre todo el antiguo presidente del BCE que hizo "todo lo posible" para salvar el euro, ha empleado su prestigio internacional para relanzar al país después de años de gobiernos populistas e inestabilidad política.

Draghi se ha convertido en uno de los líderes más influyentes del continente y se le considera el garante de la credibilidad del país transalpino que con su abultada deuda (ya por encima del 150% del PIB) es el más beneficiado no sólo por los recursos del plan de recuperación sino también por el programa de compra de bonos del BCE.

En Italia el presidente de la República, que mantiene su cargo durante 7 años, no es un simple garante de la constitución. En tiempos normales - y hay pocos en la ajetreada política transalpina - el mandatario se limita a representar el país y a firmar las leyes aprobadas por el Parlamento. Pero cuando estalla una crisis de Gobierno se convierte en el árbitro de la situación. En los últimos 4 años el presidente saliente, Sergio Mattarella, tuvo que desbloquear el atolladero político causado por la victoria del populista Movimiento 5 Estrellas (M5E) en las generales de 2018; luego enfrentarse, en el otoño de 2019, a la crisis abierta por la derechista Liga de Matteo Salvini entonces aliada del M5E; finalmente en 2021 enfrentarse a las tensiones en el Gobierno de Giuseppe Conte apoyado por el centroizquierda, nombrando a un tecnócrata como Mario Draghi para formar un ejecutivo de "unidad nacional" y evitar elecciones anticipadas en el medio de la pandemia.

Es justo el actual primer ministro y expresidente del BCE el favorito para suceder a Mattarella. Draghi, en la tradicional rueda de prensa de final de año, abrió la puerta a su candidatura, declarándose un hombre o mejor "un abuelo al servicio de las instituciones". Tiene el perfil ideal: elevado consenso popular, prestigio internacional e imparcialidad ya que preside un gabinete apoyado por todos los partidos del parlamento, con la excepción de la formación post-fascista Hermanos de Italia. Sin embargo tiene un indudable talón de Aquiles. Si se mudara al Quirinale, la sede de la Jefatura del Estado, habría que encontrar a otro presidente de Gobierno para llevar a cabo el plan nacional de recuperación antes de las generales de 2023. Y poner otra vez de acuerdo a un grupo de partidos que va del populista Movimiento 5 Estrellas al progresista Partido Demócrata, pasando por la derechista Liga y el berlusconiano Forza Italia no es nada fácil. Un reciente estudio de Bloomberg Economics ha modelado las posibles consecuencias de las dimisiones de Draghi sobre la economía europea: la inestabilidad política provocaría una subida de la prima de riesgo de 300 puntos básicos. De aquí surge el dilema de la política italiana ¿Es mejor mantener Draghi a la presidencia de Gobierno durante un año o hacerlo presidente de la República durante los próximos 7 años, aunque sin el control directo del Ejecutivo?

De esta incertidumbre se ha intentado aprovechar otro "abuelo" de la política transalpina, Silvio Berlusconi. El líder conservador ha vislumbrado la posibilidad de coronar su sueño: acabar su larga carrera política como jefe de Estado. Tras explicar que sería mejor para todos dejar que Draghi siguiera con su labor de primer ministro, Berlusconi ha presentado su candidatura a la Presidencia de la República. La trayectoria política del empresario empezó hace 28 años y muchas veces los adversarios dieron por acabado su tiempo. Sin embargo Berlusconi, con 86 años, se prepara para la que podría ser su última batalla. Puede contar con el apoyo de sus aliados de la Liga y Hermanos de Italia y solo le harían falta pocas decenas de votos para salir ganando, ya que a partir de la cuarta votación ya no es necesaria la mayoría de dos tercios de los electores, sino la absoluta de 505 votos. Sin embargo el voto presidencial, que se celebra mediante escrutinio secreto, siempre presenta muchas incógnitas. De hecho en la coalición de centroderecha, tanto el líder de la Liga, Matteo Salvini, como la de Hermanos de Italia Giorgia Meloni (que en los sondeos electorales superan con creces al partido de Berlusconi) están buscando candidatos alternativos. Cabe incluso la posibilidad que a la víspera de la votación Berlusconi haga uno de sus proverbiales golpes de efecto, dando un paso atrás, apoyando a Draghi y presentándose como el principal patrocinador del exbanquero.

La incertidumbre, como siempre en una elección presidencial italiana, es máxima, pero la ingobernabilidad del Parlamento transalpino puede empeorar aún más las cosas. El partido de mayoría relativa, el M5E que ganó las generales de 2018 con más del 32% está desbandado. Cae en picado en los sondeos, mientras el antiguo primer ministro Giuseppe Conte no consigue imponerse como líder. Lo único en los que están de acuerdos diputados y senadores 5 Estrellas es no ir a elecciones anticipadas. Además que el martes pasado salió la noticia que la Fiscalía de Milán investiga por tráfico de influencias al fundador del M5E, Beppe Grillo, en relación a su relación con el armador Vincenzo Onorato. Toda una paradoja para un movimiento que reivindica la "honestidad" de sus representantes.

En esta situación Italia empieza a temer por su economía: la cuarta ola del virus ha paralizado varios sectores económicos, empezando por el turismo, mientras el diferencial de la prima de riesgo ha vuelto a levantar cabeza, hasta rozar los 150 puntos básicos. El primer ministro en su rueda de prensa de final de año dejó claro que su Ejecutivo de "unidad nacional" no podría sobrevivir a una crisis política relacionada con la elección del nuevo jefe de Estado. Después de semanas de tensión, desde el lunes los partidos italianos que hace un año se encomendaron al exbanquero como a un salvador del país, tendrán que hacer "todo lo posible" para no desperdiciar los logros y el prestigio internacional obtenidos por Draghi.

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