
Francia tomó las riendas de la presidencia del Consejo de la Unión Europea la semana pasada con el continente sumido en una nueva ola de contagios de Covid-19 que amenaza con frenar la recuperación económica europea, poniendo las reformas necesarias para reforzar la respuesta fiscal ante la crisis en el centro del trabajo del equipo liderado por el presidente Emmanuel Macron, que apuesta por crear un nuevo modelo de crecimiento para Europa, que pasa también por una ambiciosa reforma del Pacto de Crecimiento y Estabilidad.
La pandemia, entiende Emmanuel Macron, ha puesto de manifiesto en los últimos dos años las oportunidades para una Europa más unida, más cohesionada, pero también los retos a los que se enfrenta. El francés quiere diseñar un nuevo modelo de crecimiento para el bloque que aúne la innovación, la consecución de los objetivos climáticos y el refuerzo del sistema social, al tiempo que genera riqueza. Un proyecto a largo plazo en el que espera contar con sus colegas.
"Debemos definir juntos lo que será la Europa de 2030", aseguró Macron durante la presentación del programa de trabajo de la presidencia francesa el mes de diciembre pasado, "esta presidencia debe ser una oportunidad para imaginar un nuevo modelo europeo que sea un modelo de producción, pero también de solidaridad y de regulación. Nuestra Europa debe ser una Europa en la que podamos producir, crear riqueza a la vanguardia de la innovación, una Europa que también debe defender su modelo social", añadió el presidente. Para definir ese plan, Macron convocó a los líderes de los veintisiete los próximos días 10 y 11 de marzo.
Para el francés, una Europa más próspera es también una Europa más independiente, menos expuesta a las fluctuaciones en los mercados exteriores, a los problemas de producción en terceros países, a los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Por eso, apuesta por reforzar la capacidad industrial europea en sectores estratégicos como la producción de chips, el hidrógeno como fuente de energía, la fabricación de baterías o los desarrollos en el sector de la defensa. El desarrollo industrial, dice Macron, se traduce en empleo y el paro es todavía en muchos países de Europa -España incluida- un problema estructural.
El presidente francés apuesta por más inversión 'verde' y una mayor innovación
El segundo objetivo fundamental de Macron es relanzar la agenda verde Europa, impulsar buena parte de los textos legislativos en el marco del Pacto Verde que aspiran a transformar la forma en que viajamos, la energía que consumimos o la construcción de nuestras casas en las próximas décadas y que la Comisión Europea puso sobre la mesa el pasado mes de julio. El modelo económico al que aspira el francés reconcilia el desarrollo sostenible con los objetivos de lucha contra el cambio climático, ya que entiende que la solución no pasa por consumir o producir menos, sino encontrar soluciones que reduzcan el impacto sobre el planeta.
No hay que perder ni un minuto, asegura Macron, "porque se trata de una urgencia absoluta, tener el nivel adecuado de inversión e innovación para conciliar el desarrollo económico y la ambición climática, y tener el nivel adecuado de apoyo a las industrias y a los hogares para lograr constantemente un equilibrio entre la ambición climática y la justicia social; y, por último, mantener nuestra competitividad y nuestra ambición climática".
La transición ecológica va de la mano de la transición digital, otro de los grandes objetivos de la presidencia francesa, que aspira a impulsar la creación de gigantes europeos en un sector dominado por las empresas asiáticas y norteamericanas. Al mismo tiempo, Macron quiere acompañar el desarrollo de normas que reflejen los valores europeos en la gestión del contenido online, la directiva relativa a los servicios digitales, y también en la forma de hacer negocios, a través de la defensa de la competencia justa a la que aspira la directiva de mercados digitales.
Pero alcanzar todos estos objetivos es caro. "Este modelo de crecimiento e inversión requerirá también unas normas presupuestarias y financieras adecuadas que nos permitan priorizar las inversiones necesarias para apoyar las transiciones, en particular el cambio climático y la tecnología digital", aseguró en diciembre el francés.
Una discusión necesaria
En febrero de 2020, la economía europea mostraba un crecimiento sólido, sin fisuras. Algo más de una década después de la crisis financiera que estuvo a punto de dinamitar la moneda única, la Comisión Europea se decidía a plantear una reforma de las reglas fiscales y presupuestarias que habían llevado a férreos controles de las cuentas en España, pero también en Irlanda, Chipre, Italia y, sobre todo, Grecia.
Bruselas entendía que el contexto era otro. Se habían reforzado las instituciones, los mecanismos de respuesta en caso de crisis, y habían cambiado las prioridades políticas que requerían más inversión y, por lo tanto, más margen de maniobra para los gobiernos. La pandemia del COVID19 cambió el contexto, pero hizo si cabe más necesaria la conversación. Por eso la Comisión retomó el debate el pasado mes de octubre lanzando una consulta pública al respecto. En palabras de un alto funcionario europeo, algunos ministros alegaban que el Pacto de Crecimiento y Estabilidad había respondido bien al shock de la crisis. Lo cierto es que para que se pudiera hacer frente fue necesario suspenderlo.
La discusión sobre la gobernanza económica gana peso entre los socios europeos
Desde entonces, las famosas reglas del tratado de Maastricht que limitan el déficit máximo al 3% y la deuda al 60% no se aplican. La Comisión espera que puedan volver a entrar en vigor en 2023 pero también que lo hagan renovadas para poder reflejar los cambios de la economía europea, las lecciones aprendidas de la crisis, los nuevos objetivos.
En condiciones normales, con la deuda pública disparada, la reacción normal sería volver a la senda de ajuste. Apretar las tuercas a los gobiernos como el español, el francés o el italiano, que con la deuda disparada invirtieron miles de millones para salvar las economía. Tras la introducción del pacto, el énfasis estaba en aplicar las normas, en parte debido a la catástrofe financiera de la crisis. Ahora, explica un alto funcionario europeo, la conversación ha cambiado. "El debate ha tomado una forma completamente distinta. No se centra ya en cómo reforzar la aplicación de las normas tanto como en cómo adaptar el marco de manera que refleje ciertas lecciones aprendidas al tiempo que acomoda las nuevas prioridades políticas", aseguraba. Y en esto, Francia lleva la voz cantante.
La propuesta francesa
La discusión sobre la gobernanza económica europea se ha convertido en los últimos meses en un punto fijo en Eurogrupos y Ecofines. Los ministros de Economía y Finanzas de los veintisiete debaten sobre cómo debería ser el nuevo marco de reglas fiscales, o si debería cambiarse en absoluto. El objetivo no será un documento o una posición consensuada, la propuesta debe de salir de la Comisión, sino informar nada sutilmente cualquier proposición que acabe sobre la mesa. Cuando los líderes de los veintisiete se vean las caras en marzo en Francia continuarán con esa discusión al más alto nivel y enseñarán entonces sus cartas.
Macron respalda las posiciones de los socios del sur para suavizar el rigor presupuestario
"Durante la pandemia, hemos dejado en suspenso la aplicación de nuestras normas presupuestarias comunes. Tendremos que volver a las normas presupuestarias que son las únicas que permiten la convergencia entre nuestras economías, especialmente para las que comparten una moneda común", defendió Macron en diciembre, "pero no podemos fingir que no ha pasado nada. Para conseguir desarrollar estas alianzas, estos sectores industriales fuertes y las innovaciones, debemos reconocer la necesidad de nuevas inversiones. Debemos integrar estas nuevas inversiones en nuestro marco presupuestario".
Para los franceses es necesario encontrar un equilibrio entre el restablecimiento de unas finanzas públicas solventes y la necesidad absoluta de invertir en nuevas cadenas de valor. No se trata de invertir por invertir. Por eso, definir cuáles son esas necesidades básicas de inversión en Europa será uno de los aspectos fundamentales de la discusión, que podría derivar en una flexibilización de las normas de déficit. La Comisión había planteado por ejemplo en el pasado no contabilizar las inversiones verdes, la conocida como regla de oro; mientras que otros países consideran que toda inversión en empleo o educación, que repercutirá a largo plazo positivamente en la economía, tampoco debería añadirse al cálculo.
La presidencia francesa alega además que la flexibilidad, el huir de una regla para todos, se impone porque la realidad es la que es. Los niveles de deuda están disparados, no tienen nada que ver con los previos a la crisis. No es lo mismo tener reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento cuando los países tienen una diferencia fundamental en el estado de sus finanzas públicas. El calendario de ajustes no puede ser el mismo, debe ser realista también para cambiar a los mercados. Francia quiere ver un poco de imaginación. Unas normas que reconozcan las divergencias y que ayuden a resolverlas, al tiempo que se trabaja para reducir la deuda, sin dinamitar la inversión necesaria en sectores clave.
Esperanza para el sur
En estos últimos meses, no solo ha cambiado el contexto económico, también el político. Lo que antes era tabú hoy es la norma. Las elecciones en Alemania en octubre y la formación de gobierno en Países Bajos tras meses de negociaciones, ha traído a la mesa dos coaliciones mucho más abiertas a la integración económica y mucho menos reticentes a la flexibilización de las normas fiscales.
En Berlín, aunque a la cabeza del ministerio de Finanzas está el halcón de los halcones, Christian Lindner, el discurso se ha suavizado notablemente. Y en La Haya, con la partida de Wopke Hoekstra, tristemente conocido por sus insultos a los países del sur, y la llegada de la política de centro-izquierda Sigrid Kaag, también se despeja el camino a una reforma hasta ahora defendida por apenas Francia, España, Italia, Portugal o Grecia.
Aún así, el presidente francés, Enmanuel Macron, y su equipo son conscientes de que este es un debate de fondo, fundamental para el futuro económico de la UE. Seis meses no serán suficientes para dar concluir la reforma, la Comisión Europea presentará su propuesta a mediados de año, pero desde luego, sí para lanzar el diálogo. El reto no es pequeño y el debate está servido.
Madrid y París coinciden en la seguridad como asunto clave
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, mantuvieron una una conversación telefónica de 45 minutos en la que pusieron en común los puntos que la Unión Europea debe abordar en este momento. Según trasladan fuentes de La Moncloa, la llamada de Macron es la primera que mantiene con un jefe de Estado o de Gobierno desde que Francia asumiera la presidencia de turno de la UE en enero.
Ambos líderes, según dichas fuentes, repasaron el camino hacia la próxima cumbre de OTAN que se celebrará en Madrid los días 29 y 30 de junio y en la que se prevé aprobar el nuevo concepto estratégico para los próximos 10 años. Durante la conversación, Sánchez recalcó la necesidad de reforzar el vínculo transatlántico entre la UE y la OTAN para hacer frente a las amenazas globales.
Fuentes de La Moncloa remarcan también la apuesta de España de que en el marco de la estrategia 360º de la OTAN, la Alianza mire hacia el sur, es decir, al Sahel. Precisamente, en junio de 2021, el presidente francés anunció una "transformación profunda" de la presencia militar gala en el Sahel Occidental, con el final progresivo de la 'operación Barkhane' para centrar los esfuerzo en 'Takuba', otra operación de apoyo y cooperación militar centrada exclusivamente en la lucha contra el terrorismo, y la eliminación de objetivos de alto valor.El Elíseo quiere apoyo militar de combate por parte de los países amigos para la Task Force Takuba (TFT), y no solo a través del apoyo aéreo.
En la actualidad, 10 países europeos aportan unidades a esta fuerza internacional: Bélgica, República Checa, Dinamarca, Estonia, Francia, Italia, Hungría, Países Bajos, Portugal y Suecia. Pero España, como dejó claro en febrero de 2020 la ministra de Defensa, Margarita Robles, prefiere limitarse a prestar su apoyo en misiones con mandato de la UE, la OTAN o Naciones Unidas, dejando de lado las bilaterales, sobre todo si no son misiones de paz. En la llamada, Sánchez deseó suerte a Macron para el desarrollo de la presidencia de la UE y le mostró el apoyo de España.