
Las alianzas necesitan una agenda común, pero sobre todo enemigos que unifiquen. Más aún en el caso de la OTAN, surgida al calor de la Guerra Fría en el enfrentamiento con la URSS. Y aunque Rusia continúa representando una "amenaza" para la seguridad euro-atlántica, China se ha colado de lleno en el radar de los 30 socios de la Alianza.
Según las conclusiones de la cumbre de los líderes de la OTAN, que ha concluido en Bruselas, "la creciente influencia de China y sus políticas internacionales pueden presentar desafíos que necesitamos tratar juntos como Alianza".
La principal prioridad de la primera gira internacional de Joe Biden como presidente de EEUU ha sido arrastrar a sus socios y aliados hacia posiciones más firmes frente a Pekín, ya fuera en el G7, en la OTAN o con los europeos.
Y las conclusiones de la cumbre de la OTAN no dejan lugar a dudas, sobre todo al considerar que China apareció por primera vez en unas conclusiones de la OTAN hace tan solo 18 meses. "Las ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo de China presentan desafíos sistémicos para el orden internacional basado en reglas y para áreas relevantes para la seguridad de la Alianza. Nos preocupan esas políticas coercitivas que contrastan con los valores fundamentales consagrados en el Tratado de Washington", dicen las conclusiones.
Los europeos ya no son ingenuos frente a los riesgos del ascenso de China, pero mantienen una lectura más matizada de la relación con Pekín. Además, porque como dijo ayer el primer ministro británico, Boris Johnson, "no queremos caer en una nueva Guerra Fría con China".
Por eso, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, se esforzó ayer por mantener un equilibro entre la dureza de Biden y los matices de los europeos, felicitándose por haber conseguido una posición "robusta" y "unificada" respecto al gigante asiático.
Dijo que los aliados están "preocupados" por las políticas coercitivas de China, por la rápida expansión de su arsenal nuclear, o por su cooperación militar con Rusia. Pero también señaló que mantienen "intereses comunes" como la estabilidad de Afganistán o el control de armas.
Además de China, Rusia también ocupó parte importante de la jornada, dado que las relaciones con Moscú se encuentran "en el punto más bajo desde el final de la Guerra Fría", según resumió Stoltenberg.
Los líderes además adoptaron su Agenda 2030 con ocho prioridades para esta década. Junto a los objetivos tradicionales se incluyen nuevos frentes, como el calentamiento global, para minimizar la huella de carbono de ejércitos y misiones, o el desarrollo tecnológico a través de la creación de nuevos fondos para apoyar a startups y emprendedores en el área de seguridad y defensa.
En materia del gasto en defensa, los aliados se comprometieron a incrementar hasta el 2% la inversión en esta partida para 2024. Hasta ahora, solo un tercio de los 30 socios cumplen la meta. Los líderes acordaron ayer elevar los recursos no solo para el pilar militar, sino también para el civil y el de las infraestructuras de la defensa, para así financiar el "nivel más elevado de ambición" de la agenda de la alianza para esta década.
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