El apalancamiento, la capacidad de pedir préstamos, es un arma de doble filo, según indica uno de los capítulos analíticos del Informe Global de Estabilidad Financiera (GFSR) del Fondo Monetario Internacional.
Por un lado, impulsa el crecimiento económico permitiendo a las empresas invertir en maquinaria para ampliar su escala de producción, o permitiendo a la gente comprar casas y coches o invertir en educación.
Recientemente, en medio de la fuerte contracción de la actividad económica provocada por la pandemia del Covid-19, los responsables políticos han tomado medidas para garantizar que las empresas y los hogares puedan seguir accediendo a los mercados de crédito y pedir préstamos para amortiguar la recesión. De hecho, gracias a estas medidas, muchas empresas consiguieron limitar el despido de sus trabajadores.
Sin embargo, los niveles elevados o el rápido aumento del apalancamiento puede representar una vulnerabilidad financiera, dejando a la economía más expuesta a una futura recesión grave de la actividad o a una fuerte corrección de los precios de los activos, según avisan los funcionarios del FMI. Según justifican, las crisis financieras han estado a menudo precedidas por rápidos aumentos del apalancamiento, una dinámica también conocida como "boom crediticio".
El apalancamiento puede medirse como la relación entre el stock de deuda y el PIB, que se aproxima a la capacidad de una economía para atender el servicio de su deuda. Incluso antes de la crisis de COVID-19, el apalancamiento en el sector privado no financiero -que incluye a los hogares y a las empresas no financieras- aumentó de forma constante en muchos países. Entre 2010 y 19, el apalancamiento global en este área aumentó del 138% al 152% del PIB.
Las condiciones financieras favorables tras la crisis financiera mundial de 2008-09 han sido un motor clave del aumento del apalancamiento. Tanto en las economías de mercado avanzadas como en las emergentes, el endeudamiento ha aumentado aún más como resultado del apoyo político proporcionado en respuesta al impacto de la pandemia. Además, el descenso de la producción que han sufrido muchos países ha contribuido al aumento de la relación entre la deuda y el PIB mientras el apalancamiento de las empresas ha aumentado otros 11 puntos porcentuales del PIB hasta el tercer trimestre de 2020.
Según el Fondo, los responsables políticos se enfrentan ahora a un importante dilema. Las políticas acomodaticias (recorte de los tipos de interés junto con la flexibilización cuantitativa para reducir los costes de endeudamiento de las empresas y los hogares) así como las condiciones financieras favorables resultantes han favorecido el crecimiento, pero también han alimentado un aumento del apalancamiento.
Este aumento, aunque necesario a corto plazo para amortiguar a la economía mundial del devastador impacto de la pandemia, puede ser una vulnerabilidad que suponga un riesgo para la estabilidad financiera más adelante.
De esta forma, el FMI estima que la relajación de las condiciones financieras proporciona un impulso a la actividad económica a corto plazo. Sin embargo, la relajación tiene un coste. Más adelante, a medio plazo, surge un mayor riesgo de desaceleración brusca, a partir de 7 u 8 trimestres. Esta contrapartida se acentúa durante los auges crediticios. Es decir, el impulso a corto plazo es mayor, mientras que los riesgos a la baja a medio plazo también son mayores.
Para los responsables políticos, la cuestión es cómo garantizar que la incipiente recuperación no se vea amenazada, evitando al mismo tiempo una acumulación excesiva de apalancamiento.
El análisis elaborado por el Fondo sugiere que hay medidas que los responsables políticos pueden adoptar para resolver, o al menos atenuar, este dilema. Las políticas macroprudenciales -como el establecimiento de límites a la elegibilidad de los prestatarios, el aumento del capital mínimo o los coeficientes de liquidez de los bancos- pueden controlar el aumento del apalancamiento del sector no financiero.
El sector inmobiliario comercial, en una encrucijada
En otro de los capítulos analíticos del GFSR, el FMI expone cómo los el sector inmobiliario comercial se encuentra en una encrucijada. Más allá de su impacto inmediato, la pandemia también ha enturbiado las perspectivas de los inmuebles comerciales, dada la aparición de tendencias como la disminución de la demanda de los comercios minoristas tradicionales en favor del comercio electrónico, o de las oficinas a medida que se imponen las políticas de teletrabajo.
Según un reciente análisis del FMI, estas tendencias podrían perturbar el mercado inmobiliario comercial y amenazar potencialmente la estabilidad financiera. Al respecto, la institución liderada por Kristalina Georgieva recuerda que este sector es grande, sus movimientos de precios tienden a reflejar un panorama macrofinanciero más amplio y depende en gran medida de la financiación de su deuda.
En muchas economías, los préstamos inmobiliarios comerciales constituyen una parte importante de las carteras de préstamos de los bancos pero también de intermediarios financieros no bancarios (por ejemplo, compañías de seguros, fondos de pensiones o fondos de inversión) por lo que una perturbación adversa en el sector puede generar un efecto dominó.
El riesgo de una caída de los precios aumenta cuando se observan grandes desajustes de precios, es decir, cuando los precios del mercado inmobiliario comercial se desvían de los implícitos en los fundamentos económicos, o "valores razonables".
El FMI considera que estos desajustes de precios magnifican los riesgos a la baja para el futuro crecimiento del PIB. Por ejemplo, una caída de 50 puntos básicos en la tasa de capitalización con respecto a su tendencia histórica podría elevar los riesgos a la baja para el crecimiento del PIB en 1,4 puntos porcentuales a corto plazo (acumulados en 4 trimestres) y en 2,5 puntos porcentuales a medio plazo (acumulados en 12 trimestres).
Al observar el impacto de la pandemia, el análisis de la institución también muestra que los desajustes de precios han aumentado. Sin embargo, a diferencia de episodios anteriores, esta vez el desajuste no se debe a una acumulación excesiva de apalancamiento, sino a una fuerte caída tanto de los ingresos de explotación como de la demanda global de inmuebles comerciales.
A medida que la economía cobre impulso, es probable que el desajuste disminuya. No obstante, los posibles cambios estructurales en el mercado inmobiliario comercial debidos a la evolución de las preferencias de nuestra sociedad supondrán un reto para el sector.
Por ejemplo, un aumento permanente de las tasas de desocupación de los inmuebles comerciales de 5 puntos porcentuales (debido a un cambio en las preferencias de los consumidores y las empresas) podría provocar una caída de los valores razonables del 15% al cabo de cinco años.