La historia de Shou Shuanglin se repite, no sólo en China sino en todo el mundo. Durante los años de vacas gordas, cuando ganaba 6.000 yuanes de media al mes (casi 700 euros) y podía llegar a los 8.000 yuanes mensuales (900 euros), se fue a un banco en Shanghai y le desplegaron la pertinente alfombra roja.
Se endeudó para consumir y ahora, con sus ingresos por la mitad y máxima incertidumbre, tiene que hacer frente a unos pagos mensuales que devoran el 70% de sus ingresos mermados.
Así que se presta a hacer lo que los chinos saben hacer como nadie: sacrificarse y apretarse el cinturón. Y eso que, hace menos de un año, su negocio iba viento en popa. Shou había alquilado a una compañía de vehículos en alquiler un flamante Buick, que ofrecía como taxi privado para sus clientes, mayormente ejecutivos y turistas extranjeros de viaje en Shanghai. Después de pagar el alquiler, la gasolina y otros gastos, en los meses buenos sus ingresos netos superaban incluso a los 900 euros.
Negocio venido a menos
En vista de que las cosa marchaba, decidió comprar un piso: 1,3 millones de yuanes, unos 147.000 euros. También lo amuebló. Para financiarse, involucró a un banco, al que ahora en plena crisis paga 2.800 yuanes (320 euros) mensuales; una cuota asumible cuando su Buick no paraba de hacer kilómetros para sus clientes privados, pero un mazazo cuando sus ingresos de enero y febrero sólo han servido para compensar los gastos.
"Este año el negocio va muy lento. Estaré contento si el resto del año puedo ganar 4.000 yuanes de media al mes", explica este chófer de 50 años.
No es sólo que los extranjeros, sus principales clientes, hayan prácticamente dejado de viajar a China; es que muchos de los que siguen yendo a Shanghai consideran alquilar vehículos más pequeños o incluso prefieren los taxis, apunta. "Estoy muy preocupado", reconoce Shuo. Su estilo de vida no ha cambiado, asegura, pero él y su familia han dejado de consumir. "Teníamos previsto gastarnos en enero los 1.000 yuanes (120 euros) que valen las dos cortinas que queríamos para el salón y nuestro dormitorio. Pero vamos a seguir con las viejas y esperaremos. Es mejor ahorrar", insiste.
Sus ingresos son los únicos de la familia: su mujer es ama de casa y su hija se licenciará este año de la universidad. "Soy el único de la familia que lleva dinero a casa. Tendremos que ajustar nuestros gastos y apretarnos el cinturón lo máximo que podamos", admite. En medio de la preocupación por el tipo de empleo que, en las actuales circunstancias, espera a su hija cuando salga de la universidad, Shuo encuentra un hilo de esperanza: "Aún tengo confianza en China. Creo que la situación aquí no será tan mala como en otros países", remata.