
La carrera por encontrar una vacuna contra la COVID-19 continúa pero en Estados Unidos los cruces entre el presidente Donald Trump y los demócratas han generado una profunda desconfianza entre los ciudadanos. De hecho, una nueva encuesta pone de manifiesto como los estadounidenses se están volviendo cada vez más reacios a ponerse una vacuna tan pronto como esté disponible.
El último sondeo sobre el coronavirus llevado a cabo por el portal Axios en colaboración con Ipsos señala que el 60% de los encuestados no tienen intención de acceder a la primera generación de la vacuna, en comparación con el 39% que se mostraron a favor. Cabe recordar que a día de hoy EEUU sigue siendo el epicentro de la pandemia, ya que el número de infecciones en el país supera ya los 7 millones y se han registrado mas de 200.000 muertes.
El miércoles, Johnson & Johnson anunció que su potencial vacuna entraba en la Fase 3 de las pruebas clínicas, donde ya se encuentran AstraZeneca (Universidad de Oxford), Moderna y Pfizer (BioNTech) entre otras farmacéuticas y biotecnológicas. La gravedad de la situación ha hecho que muchas compañías aceleren el desarrollo a medida que los casos continúan al alza amparadas bajo una autorización de emergencia por parte de los reguladores.
Sin embargo, la politización del proceso se postula como un importante escollo. Los demócratas acusan a la Administración del presidente Donald Trump de estar comprometiendo la seguridad en su hazaña por conseguir que una vacuna esté lista antes de las elecciones del próximo 3 de noviembre. Por su parte, el mandatario peca de hacer promesas que quizás no puedan cumplirse y mientras tanto presionar a los reguladores.
A comienzos de esta semana, varios medios señalaron que la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés) estaba considerando pautas más estrictas para la autorización del uso de emergencia de una vacuna contra el coronavirus. No obstante, el miércoles, Trump tachó esta potencial decisión como un "movimiento político" que podría vetar si llegase a materializarse.
En un principio se espera que la FDA pida a las farmacéuticas que sigan la evolución de los participantes en los ensayos clínicos en marcha durante al menos dos meses después de su segunda inyección antes de buscar una autorización de emergencia. Esto hace que sea poco probable que se apruebe una vacuna antes del próximo 3 de noviembre.
Hasta el momento, no existen señales que indiquen que la FDA o las entidades implicadas en lograr una vacuna estén minando la seguridad en sus ensayos clínicos. De hecho, nueve grandes empresas farmacéuticas (AstraZeneca, GlaxoSmithKline, Sanofi, BioNTech, Pfizer, Moderna, Johnson and Johnson, Merck, y Novavax) ya anunciaron a comienzos de este mes su compromiso para no someter a la aprobación del regulador estadounidense ninguna vacuna contra el coronavirus hasta que hayan cumplido todos los procedimientos de pruebas clínicas.
Dicho esto, al sembrar desconfianza en el proceso, los políticos pueden hacer que sea más difícil convencer a los estadounidenses de que se vacunen una vez que una vacuna demuestre ser segura y eficaz.
El director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), Robert Redfield, ya rebajó la semana pasada las expectativas sobre la posibilidad de que pudiera haber una vacuna disponible el próximo mes. Aún así Pfizer ha dicho que podría buscar la aprobación regulatoria para su vacuna tan pronto como el próximo mes si los primeros datos de la fase 3 de su ensayo clínico son sólidos.
Este martes, el Dr. Stephen Hahn, comisario de la FDA, dejó claro en el Senado que "las decisiones para autorizar o aprobar cualquier vacuna o tratamiento terapéutico las tomará el dedicado personal de la FDA basándose en una decisión científica". También se mostró dispuesto a permitir que un panel externo de expertos revise los resultados de los ensayos.