Economía

El Gobierno español carece de un plan fiscal para combatir el coronavirus

  • Suspender aranceles e impuestos indirectos, la mejor política contra la epidemia
  • Italia, Japón, Corea del Sur, Alemanía y EEUU han sumado políticas de gasto
El coronavirus va a tener un importante impacto en la economía española. Foto: Dreamstime.

El coronavirus daña principalmente al consumo y exportaciones, con lo cual, aquellas medidas que se tomen para sostener consumo y comercio exterior como reducir aranceles e impuestos indirectos, ayudan a que no se paralice la actividad de este trimestre y, en función de la duración de la enfermedad, sostener el crecimiento del próximo. En este mismo sentido, España se está quedando a la zaga en la toma de medidas que sostenga el consumo que ya han adoptado varios países siguiendo el ejemplo chino de contrarrestar el parón en el sector exterior y lo que afecta al suministro de bienes de primera necesidad a las familias.

¿Qué posibles intervenciones se pueden realizar? Para abordar esto, en primer lugar hay que definir correctamente qué tipo de fenómeno económico es esta epidemia. Se traduce en términos económicos en un shock transitorio negativo de demanda. Y como shock de demanda, debe tratarse con políticas de demanda, como las fiscales (impuestos y gasto público), monetarias (poner más liquidez y un precio del dinero más bajo) y cambiarias (reducción de trabas al comercio).

48.000 millones

Éste es el rumbo que han tomado diferentes países en los últimos días, utilizando como palanca principal la política fiscal. Según las últimas cifras publicadas por Bloomberg, las economías occidentales están inyectando dinero por importe de 48.000 millones de euros, en su mayor parte vía exenciones de impuestos, suspensión temporal de aranceles o reduciendo los costes sociales para las empresas. En este ámbito están trabajando países como Italia, Alemania, Japón, Corea del Sur o Estados Unidos, los cuales complementan sus políticas también con gasto corriente. A ello se suman acciones concretas como la de la Reserva Federal con más liquidez en el mercado, especialmente a corto plazo que es donde ha registrado más tensiones de liquidez en los meses pasados.

Este escenario es la principal diferencia respecto a otro tipo de shocks negativos como catástrofes naturales o conflictos bélicos. A diferencia de los anteriores, los efectos económicos de imprevistos que afectan a la demanda (consumo, exportaciones, turismo, viajes...) como el coronavirus, suelen ser limitados en el tiempo, pues no dañan la oferta (el capital físico y tecnológico) que es lo que se tardaría más en reconstruir en caso de grave deterioro, donde además de perjudicar a la demanda, se destruye la oferta con desaparición de infraestructuras, daños sobre comunicaciones o destrucción de industrias.

A diferencia de los desastres naturales o los conflictos bélicos, el virus afecta a la demanda y no a la oferta

En este sentido, dado que lo más afectado es el consumo (esencialmente privado en ventas minoristas) y éste representa en la mayor parte de los países desarrollados –incluso en China– el 60% del PIB, el impacto de corto plazo es notable y dependiendo de la duración del desastre, puede ser grave. Sin embargo, al no atacar la raíz del crecimiento a largo plazo de las economías como es la inversión (el capital físico y tecnológico), su duración o propagación en el tiempo está normalmente acotada. Evidentemente, para cualquier país occidental donde el sector servicios ya pesa más del 50% del PIB, el impacto es, esencialmente, de corto plazo.

En segundo lugar, sin embargo, no todas las políticas de demanda son igualmente efectivas y eficientes para abordar esta situación. Así, la política monetaria tiene menos efectividad para mitigar los efectos, dado que ya hay una posición de liquidez históricamente alta en los mercados financieros y las tensiones se están produciendo más en países donde ya vienen de antes como Estados Unidos. Precisamente por ello, el Banco Central Europeo (BCE) está frenando su respuesta a la espera de evaluar los efectos globales del coronavirus y determinar si con el actual programa de expansión monetaria es suficiente para abordar la situación.

Es necesario buscar palancas económicas que tengan efectos inmediatos; este es el papel que debe asumir la política fiscal

Además, hay que considerar que los costes de financiación influyen más sobre la inversión que sobre el consumo. Si se desbocara la situación y las economías occidentales fueran al peor de los escenarios –parón absoluto de la economía, destrucción de empleo y reducción de salarios– una actuación monetaria tendría un papel definido y una mayor efectividad. Pero dado que este escenario es muy difícil que se presente, usar los tipos de interés o la oferta de dinero contribuye a causar más pánico en el mercado financiero y las expectativas de los empresarios que a normalizar la actividad.

Por ello, es necesario buscar palancas económicas que tengan efectos inmediatos, cuyo impacto se circunscriba en el corto plazo y que contribuya a mantener el pulso de las ventas tanto dentro de un país como fuera de él. Éste es el papel que debe asumir la política fiscal, pero respetando y cumpliendo los principios de estabilidad presupuestaria, control de la Deuda Pública y transitoriedad. Es decir, que no se convierta en un uso irresponsable de los recursos públicos como ocurrió en la primera fase de la crisis de 2008.

Aranceles y tributos directos

En este marco, las dos herramientas esenciales son los aranceles y los impuestos indirectos. Reducir las barreras arancelarias al comercio permitiría el incremento de las transacciones y el abaratamiento de los costes en especial en aquellos bienes y servicios de consumo corriente, además de ofrecer a los productores nacionales una salida a los mercados exteriores si de forma recíproca el resto de países también toma la misma decisión. Éste es el camino que escogió China al comienzo de su crisis vírica en febrero, donde aprovechó no sólo para cumplir el compromiso con EEUU de reducir aranceles a productos de esta procedencia, sino aplicar una rebaja superior para asegurar el suministro de bienes alimentarios necesarios para millones de personas aisladas por la enfermedad.

Por otro lado, está la actuación sobre los impuestos indirectos. El coste de los productos de consumo masivo tiene una carga de impuestos indirectos como el IVA o los especiales que puede rebajarse mediante la aplicación de medidas transitorias. Sin embargo, actuar sobre otros impuestos de naturaleza directa como pueden ser Renta, Sociedades o las Cotizaciones Sociales no tienen un impacto sobre el corto plazo sino que sirven para el caso de que esta crisis se prolongara más allá de un año, cosa hartamente improbable, además de dañar la recaudación fiscal sin que se obtenga un beneficio aparente.

Esta epidemia se ha convertido en la excusa para que los Gobiernos reduzcan de forma drástica las previsiones de crecimiento

Por último, tanto en aranceles como en impuestos indirectos, la decisión no sólo puede ser de recorte temporal de los tipos (en China los aranceles sobre productos americanos alimentarios se redujeron a la mitad) sino que una posibilidad menos gravosa para las arcas públicas y que, al mismo tiempo, sirve para guiar las expectativas de los agentes es suspender las liquidaciones temporales de estos impuestos o la concesión de créditos fiscales a compensar en otras figuras impositivas. Esta es una de las medidas que más efectos positivos ha tenido en China para evitar un peor escenario tanto de actividad como de sentimiento económico tal como se vio en la lectura de los PMI tanto manufacturero como de servicios del mes de febrero, y la expectativa del de este mes de marzo.

Parece, en suma, que esta epidemia se ha convertido en la excusa para que los Gobiernos reduzcan de forma drástica las previsiones de crecimiento, cosa que de otra forma les habría sido difícil sin contradecir su discurso. A pesar del fin de la fase alcista del ciclo, y ante un riesgo cierto de recesión en los próximos 12-18 meses, los policy makers tanto fiscales como monetarios han negado dicho riesgo, manteniendo artificialmente las previsiones de crecimiento.

Aprovechando la alerta de la OMS (normalmente sesgada al alza, tal como ha demostrado a lo largo de los años), las instituciones tanto nacionales como internacionales toman la oportunidad de ajustar los planes macroeconómicos pero, al mismo tiempo, sacar sus arsenales fiscales y monetarios que les permite seguir gastando sin tener la presión de la estabilidad presupuestaria o de la normalización de los tipos de interés. Esto entraña un peligro para los próximos años, ya que Gobiernos y Bancos Centrales intentarán que el fin –combatir la epidemia– justifique los medios.

España, sin margen de maniobra

El cisne negro del coronavirus le pilla a España con el pie cambiado, lo que supone que tiene un muy escaso margen de maniobra para poner en marcha políticas fiscales expansivas (vía suspensión temporal de liquidaciones de impuestos) que mitiguen el impacto de corto plazo. Al contrario de la posición de la mayoría de los países de la Eurozona,la economía española ha cerrado 2019 con un déficit público cercano al 2,5%, una deuda pública ligeramente por debajo del 95,5% y, lo que es peor, habiendo consumido la mayor parte del margen de gasto que ha dado el incremento de recaudación en los impuesto de la Renta, Sociedades y cotizaciones.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky