
Usera se ha convertido en un barrio con dos caras: una que sigue con su vida como si la epidemia no hubiese pasado y otra que decide tomar precauciones, incluso llegando a ponerse en cuarentena y cerrar sus negocios. Desde que la OMS informó acerca del coronavirus, muchos madrileños han estado pendientes de lo ocurrido en esta zona, ya que, en ella se encuentra una gran parte de la comunidad china.
Al empezar a caminar por Usera parece que todo funciona con normalidad, como cualquier día corriente, pero al seguir se puede comprobar que no es así. Rezaba Dorothy en la conocida película 'El mago de Oz' que si caminamos lo suficiente alguna vez llegaremos a alguna parte, y así fue. Después de una hora por el lugar, un quiosquero del barrio cuenta que ha notado mucho la influencia del coronavirus, ya que había observado un fuerte aumento en la cantidad de personas con mascarilla que ha visto en la calle Marcelo Usera y en sus alrededores.
Al entrar por la calle de Ferroviarios parece que el barrio ha cambiado y hay que mirar unas cuantas veces el mapa para darse cuenta de que es el mismo. En estos casos lo mejor es ir a una farmacia a preguntar, ya que suele ser el negocio que más nota las epidemias. Su respuesta es muy significativa, los primeros días la gente compró masivamente mascarillas y gel para las manos y si no vendieron más fue porque agotaron las existencias. También comentan que se nota una bajada importante de actividad, la cual relacionan con que muchas personas de la zona han decidido hacer una cuarentena voluntaria por precaución.
Escaso movimiento
La poca actividad se nota especialmente en la calle Nicolás Sánchez y en las colindantes. Caminar por ellas es como estar en una ciudad fantasma: comercios sin abrir, casas completamente cerradas y calles con apenas ninguna afluencia de personas, seguramente lo más parecido que puede haber en España a caminar por Wuhan, el epicentro del coronavirus.
Esta situación contrasta con la vivida en otra parte del barrio horas antes. Empezar a caminar por la Avenida Rafaela Ybarra es tener la sensación de que nada ha pasado y si preguntas nadie tiene la percepción de que el virus haya afectado lo más mínimo.
Una empleada de Correos se sorprende cuando se le pregunta sobre el coronavirus. Afirma que no ha notado ninguna diferencia respecto a unos meses atrás y que no ha tenido ningún problema en entregar ninguna carta, ya que "todos los comercios siguen abiertos y la actividad es totalmente normal". Enfrente nos encontramos con la Biblioteca José Hierro. Sus empleadas, ponen la misma cara de estupor al ser preguntadas si notaban menos afluencia de personas en el recinto. Afirman que no han notado nada extraño y que funciona todo como siempre, incluso no recuerdan haber visto a ninguna persona con mascarilla.
También es interesante conocer la opinión de las farmacias y en la calle Amaro Usera nos encontramos con una. Cuando sus empleados son preguntados sobre si ha aumentado la venta de mascarillas, su respuesta contrasta con la mencionada anteriormente, afirman que "hubo días de muchas ventas pero ahora ya se ha vuelto a una situación normal". Este incremento lo ha notado un empleado de una conocida compañía telefónica, el cual afirma que todo funciona como de costumbre, pero que había notado que más gente portaba mascarillas.
La impresión es de haber vivido en un mismo lugar dos realidades muy distintas. Una en la que las calles funcionan como cualquier mañana corriente, y otra en la que es como estar dentro de una película que transcurre en un barrio casi desértico y donde las pocas personas que hay no entienden porque los comercios están cerrados un día laborable.