Economía

Contención del Gobierno y euforia 'brexitera', así se despidió Londres

  • Miles de manifestantes jalean la independencia ante el Parlamento británico
  • Multitud de pubs rebajaron el precio de sus cervezas para celebrar el Brexit
Imagen: Reutuers.

Unos dicen haber esperado décadas para ver al Reino Unido abandonar una Unión Europea en la que nunca había acabado de encajar, mientras para otros, el 31 de enero de 2020 fue una jornada de luto, pero lo que resulta indiscutible es que la oficialización del Brexit ha quedado ya como una cita para la Historia que ambos bandos recordarán desde atalayas opuestas.

Pese a las credenciales de Boris Johnson como padrino de la salida, el Gobierno era consciente de la brecha que el divorcio todavía genera en la calle, por lo que el viernes no hubo celebraciones. El primer ministro se llevó a su gabinete a Sunderland, la primera ciudad que había certificado la victoria de la salida en el referéndum de 2016, para celebrar un Consejo de Ministros extraordinario con el que quiso rendir tributo a los bastiones del norte de Inglaterra que hicieron la ruptura posible y, de paso, cincelar su compromiso con los votantes que el mes pasado otorgaron la mayor victoria tory desde 1987.

Pero si había un riesgo que Downing Street quería evitar era el de un triunfalismo desmedido, por lo que la única intervención pública del primer ministro fue una alocución para todo el país desde la residencia oficial. En ella, apeló a la unidad y a cerrar heridas ante lo que describió como "el amanecer de una nueva era", si bien reconoció que el Reino Unido no se halla "en el final, sino en el principio".

Las consencuencias

La única licencia que se concedió el Número 10 llegó en forma de un reloj proyectado sobre sus muros, para marcar una cuenta atrás de 60 minutos que, una vez llegada a su fin, dio paso a un montaje de luz para "simbolizar la fortaleza y la unión" de las cuatro naciones que componen el Reino Unido, una declaración de intenciones ante un divorcio convertido en una amenaza para la cohesión territorial británica, dado el apoyo a la continuidad tanto de Escocia como de Irlanda del Norte y las consecuencias que para esta última tendrá el acuerdo de retirada pactado por Johnson.

Así, aunque este ejerció como anfitrión para amigos e integrantes del Gobierno en el Número 10, su entorno subrayó que se trató de una mera reunión informal y no una fiesta. Eso sí, el Ejecutivo se aseguró de que el centro de Londres estuviese engalanado para la ocasión, con banderas de la Union Jack en la plaza del Parlamento, el corazón político de la capital, y a lo largo de la gran avenida The Mall, que une la Plaza de Trafalgar con el Palacio de Buckingham. Asimismo, al caer el sol, los edificios públicos de Whitehall, la arteria que aglutina las sedes de los principales ministerios y que desemboca precisamente en Westminster, se tiñeron de azul, rojo y blanco.

Como consecuencia, los verdaderos festejos fueron asumidos por plataformas cívicas, con el grupo de presión Leave Means Leave (Salir Significa Salir) como gran protagonista. Su acto central, en la Plaza del Parlamento, contó con la intervención de pesos pesados del Brexit, como Nigel Farage, y el punto álgido, como se esperaba, tuvo lugar a las 23.00 horas, cuando la oficialización de la salida quedó marcada por el Dios Salve a la Reina, el himno nacional británico, entonado por una banda y las voces de los miles de congregados.

La única frustración de la noche es que, finalmente, el Big Ben no conmemoró el histórico momento, ya que las autoridades de Westminster descartaron reinstalar la campana en la Torre Isabelina, actualmente en obras, solo para contentar a los brexiteros. De ahí que tuviesen que conformarse con replicar el sonido grabado y limitar los fuegos artificiales a la generosidad de los vecinos que les permitieron lanzarlos desde sus azoteas, debido a la negativa del Ayuntamiento, que impuso también un veto al alcohol.

Este, de hecho, confirmó nuevamente, por si quedasen dudas, su vocación eurófila con una jornada de puertas abiertas en la antigua sede consistorial ofrecer a los ciudadanos comunitarios asesoramiento sobre los trámites para permanecer en el país, así como "apoyo emocional" ante la ruptura. Quienes prefiriesen ahogar sus penas, o por el contrario, celebrar su alegría, tampoco lo tuvieron ayer difícil para hallar alguna fiesta.

Miles de pubs en todo el país promovieron iniciativas y no pocas cervezas se fabricaron para la ocasión. La cadena Wetherspoon, con más de 900 establecimientos en todo el país, organizó la campaña Sigamos Siendo Amigos, una iniciativa promovida con motivo de la salida que ofrecía descuentos en hasta diez bebidas británicas y del continente, entre ellas, Estrella Galicia.

La vuelta al penique

Además, el divorcio pudo ser conmemorado hasta con el simple hecho de pagar, ya que ayer entraron en circulación tres millones de monedas de 50 peniques que, con el lema Paz, prosperidad y amistad con todas las naciones, marcan el fin de un matrimonio de conveniencia de 47 años. Resulta complicado, no obstante, que alguna fuese empleada para pagar las 90 libras (107 euros) que costaba el cubierto para la cena organizada por el colectivo pro-Brexit The Bow Group, que contó como ponentes con algunos de los rebeldes de Maastrich, es decir, los conservadores que había hecho la vida imposible a John Major a principios de los 90.

Ante esta euforia brexitera, los Remainers –partidarios de la UE–quisieron marcar el contrapunto y hacer escuchar su voz, al menos, antes de que las hordas pro-Brexit inundasen Westminster. Por la tarde de ayer, una procesión inundó Whitehall de banderas comunitarias, las mismas que por la noche llevaron a la vigilia convocada fuera de la Casa Europa de Londres.

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