Economía

Europa, contrarreloj y contra la recesión

  • El nuevo acuerdo con Reino Unido y los presupuestos, grandes objetivos
  • El pinchazo económico dependerá de lo que haga un Trump imprevisible
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Algunos años se estrenan con propósito de enmienda. Otros con un brillo de esperanza, para dejar atrás un annus horribilis. Los 12 meses que cerramos fueron de cambio y renovación, con la llegada de nuevos timoneles a la cúpula de las instituciones comunitarias. El próximo año, sin embargo, nacerá con la cuenta atrás en marcha.

Europa deberá lograr un acuerdo con el Reino Unido sobre su futura relación antes del 31 de diciembre, tras haber quedado encarrilada la primera salida de un socio del bloque para el 31 de enero, tras la victoria aplastante de Boris Johnson en las elecciones británicas.

Además, los europeos deberán ponerse de acuerdo en 2020 sobre el presupuesto plurianual, con el que deben financiar sus hinchadas ambiciones hasta 2027, una negociación convertida en una batalla campal que apenas ha logrado avanzar durante los pasados meses.

Europa avanza más rápido bajo presión, en las aguas agitadas de una crisis, que cuando el sol brilla. Buena prueba de ello es el decepcionante progreso para reforzar la eurozona visto durante los dos últimos años y medio.

Pero también es verdad que los tropiezos llegan cuando se esprinta con las condiciones en contra. Las cumbres hasta las tantas de la mañana que ya se esperan que se sucederán en un entorno en el que se prevé que la economía continúe desacelerándose, con el riesgo de recesión bien presente, y con las embestidas de un Donald Trump, espoleado por la campaña electoral y el proceso de impeachment.

La presión y las prisas probablemente se comerán, de nuevo, el tiempo y la energía que los europeos deben dedicar a sus nuevas prioridades y a sus batallas pendientes, ya sea la transición hacia una economía de bajas emisiones y más sostenible, el acelerón digital y, sobre todo, conseguir encontrar una posición de fuerza en el choque tectónico y titánico entre China y Estados Unidos, en el que los europeos corremos el riesgo de ser parte del menú, más que de sentarnos a la mesa.

"Europa encarará de nuevo desafíos tanto internos como externos, que pondrán a prueba su unidad", resume Eric Maurice, responsable de la Fundación Schuman en Bruselas.

La relación 'post-Brexit'

El alivio en Bruselas tras conocerse la rotunda victoria de Johnson en el Reino Unido duró poco. El Brexit ya no volvería a encallar en Westminster. Pero tal y como advirtió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el calendario es "extremadamente desafiante".

El periodo de transición, por el que el Reino Unido permanece en el limbo tras su salida a finales de enero, concluirá a finales de 2020. Y Johnson ha prometido que no solicitará una extensión. De esta manera, ambos lados apenas tendrán 11 meses para negociar la nueva relación que quieren, dado que la Comisión presentará su propuesta para el mandato negociador en febrero.

El borde del barranco vuelve a asomar, porque habrá numerosas áreas de la relación bilateral que queden sin cubrir por un marco legislativo que sustituya al corpus comunitario. Von der Leyen advirtió de que si no se cierran los principales flecos, el Reino Unido se llevaría la peor parte.

Con un calendario tan ajustado, ambos lados priorizarán las áreas en las que no existe un marco legislativo anterior que pueda servir para evitar el caos, ya sea en la forma de un tratado internacional, o el de las medidas de contingencia que han ido aprobando, por ejemplo, para el sector aéreo o los servicios financieros.

Maria Demertzis, subdirectora del centro de análisis Bruegel, opina que acordar la futura relación "podría arreglarse de manera más rápida que el divorcio", si ambos lados se mantienen en el mismo ancho de banda de querer una relación estrecha, y Londres no empuja por desrregular sus servicios financieros. "Si Londres cae en la tentación, sabe que el precio a pagar es el acceso al mercado interior". Aún así, recuerda que el periodo medio para cerrar un acuerdo comercial en el planeta son dos años, por lo que los 11 meses que se han dado suponen una meta "muy optimista".

El presupuesto más complicado

El marco financiero plurianual para el próximo periodo (2021-2027) será el más complicado de cerrar de la historia de la UE. Europa tiene más prioridades y perderá alrededor de unos 14.000 millones al año tras la salida del Reino Unido, contribuyente neto a las arcas comunitarias.

Además, la inclusión del cumplimiento del Estado de Derecho como condicionalidad adicional al desembolso de fondos ha azuzado más la guerra de todos contra todos entre quienes quieren contener el gasto (contribuyentes netos como Alemania, Suecia, Dinamarca, Holanda y Austria) y la gran mayoría; y entre quienes quieren dedicar más dinero a nuevas prioridades como innovación, migración y defensa, y quienes quieren evitar recortes en las grandes partidas de Agricultura y Cohesión, que se llevan unas dos terceras partes de los fondos.

Tras un año de escasos progresos y propuestas descartadas, los líderes europeos celebrarán una cumbre extraordinaria en febrero para acercar posturas respecto al volumen total del gasto (que superará el billón de euros) y la distribución por partidas. No obstante, las fuentes comunitarias y diplomáticas coinciden en que el acuerdo no llegará casi hasta el último minuto en el segundo semestre, cuando Alemania presida la Unión Europea.

Para Eric Maurice, de la Fundación Schuman, el presupuesto será "el asunto en el que convergerán" los desafíos internos y externos. "Los líderes comparten una idea clara de los desafíos que encara Europa. Ahora tienen que demostrar que los abordarán con algo más que un simple ejercicio contable de cuadrar unas cuentas".

Escalada en la guerra comercial

La dimensión exterior estará claramente marcada por el apartado comercial y, de nuevo, por el mandatario norteamericano, Donald Trump. Las elecciones estadounidenses del próximo mes de noviembre y el proceso de impeachment para expulsarle de la presidencia provocarán que los europeos miren con más nerviosismo a la cuenta de Twitter del inquilino de la Casa Blanca, como resume un diplomático. El año arrancará de nuevo con ruido de sables. En enero, Donald Trump decidirá si materializa su amenaza de imponer aranceles de un 100% a productos franceses por el impuesto digital del Gobierno francés. Bruselas ya ha avisado que responderá de manera similar, lo que ampliaría el número de frentes en la guerra comercial entre ambos lados del Atlántico.

Durante los primeros meses del año también se espera la decisión de la Organización Mundial del Comercio sobre los aranceles que pueden imponer los europeos a productos estadounidenses, en compensación por las ayudas de Washington a Boeing.

Se trata del caso paralelo al de las ayudas dadas por los europeos a Airbus, por el que la OMC permitió a Trump imponer 7.500 millones de dólares en aranceles a productos europeos este otoño, siendo el campo español una de las víctimas colaterales.

Pero, sobre todo, son las tasas adicionales a la importación de coches las que se miran con preocupación en el Viejo Continente. Si Donald Trump termina por materializar su amenaza no solo supondría una escalada significativa en la tensión entre los dos aliados y mayores socios comerciales del planeta. Además, como advierte Maria Demertzis de Bruegel, probablemente terminaría por empujar a la economía europea a la recesión.

Escapar de la recesión

Ya hace un par de años, cuando la economía funcionaba a todo gas, algunos grandes inversores y analistas empezaron a mirar con preocupación al 2020. No solo esperaban que el crecimiento perdiera fuelle por entrar en los últimos coletazos del ciclo expansivo. Los nubarrones que se cernían por el Brexit y por la Administración de Trump eran demasiado oscuros.

Europa encadena su séptimo año de crecimiento consecutivo, las cifras de empleo tocan máximos históricos y las cuentas están considerablemente saneadas. Sin embargo, el endeudamiento sigue siendo elevado, el crecimiento ha perdido su vigor, la productividad no mejora, y la economía europea tiene pendiente una megatransformación para convertirse en más verde y más digital.

Nadie quiere sonar demasiado alarmista porque, como advierte un alto cargo del BCE, uno de los mayores peligros es el riesgo de una recesión auto infligida si minamos la confianza de consumidores y empresas, dado que el motor exterior no tira por el freno proteccionista.

Pero tanto la Comisión Europea como el BCE ya han revisado a la baja sus previsiones de crecimiento para 2020, hasta un 1,2% y 1,1% respectivamente. Más aún, el entonces comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas, Pierre Moscovici, avisó en el mes de noviembre de que la economía europea estaba entrando en "un nuevo régimen".

Estar preparados

Por primera vez, los técnicos comunitarios no esperaban un rebote dentro del horizonte de dos años de sus proyecciones. El panorama económico se ennegrece. "Debemos estar preparados para todos los escenarios", sentenció el dirigente francés, miembro del antiguo Partido Socialista.

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