Economía

EEUU creció un 2,1% en el segundo trimestre del año, mejor de lo esperado

  • El fuerte crecimiento del consumo personal ha sostenido el crecimiento
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La economía de Estados Unidos creció en el segundo trimestre un 2,1%, según informaba el Buró de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio. Un dato que refleja una ralentización con respecto al comienzo del año pero que salió mejor a lo esperado por el consenso, que barajaba un avance del 1,8%.

El aumento del Producto Interior Bruto (PIB) del país en el segundo trimestre estuvo fomentado por el gasto de consumo personal (PCE), así como del gobierno federal y los gobiernos estatales y locales, que fueron compensados en parte por las contribuciones negativas de las inversiones en inventarios privados, exportaciones, inversión fija residencial y no residencial.

De hecho, la inversión de las empresas disminuyó en el segundo trimestre por primera vez desde principios de 2016. La inversión fija no residencial, que incluye el desembolso en software, investigación y desarrollo, equipos y demás, cayó un 0,6%, en comparación con el avance del 4,4% en el primer trimestre. La inversión fija residencial se redujo un 1,5%. En conjunto, la inversión fija de las empresas cayó un 0,8%.

Aún así, los estadounidenses sacaron músculo. El gasto del consumidor, que representa más de dos tercios de la economía, aumentó a una tasa anualizada del 4,3% frente al 1,1% registrado entre los meses de enero y marzo, lo que supone su mayor ritmo de crecimiento desde finales de 2017. Por su parte, el gasto público del gobierno (tanto federal, como estatal y local) creció a una tasa anual del 5% entre abril y junio.

Es importante destacar también como el índice de precios del gasto de consumo personal (PCE), la lectura favorita del banco central estadounidense para medir las presiones inflacionarias, aumentó hasta un 2,3%. Excluyendo los precios de los alimentos y la energía, la lectura subyacente se situó en un 1,8%. La Reserva Federal cuenta con una meta de inflación del 2%.

Este dato, que llega precedido por un avance del 3,1% en los tres primeros meses del año, se postula como la última referencia relevante antes de la reunión de política de la próxima semana del Comité Federal de Mercados Abiertos de la Reserva Federal (FOMC, por sus siglas en inglés). A día de hoy, alrededor del 80% del mercado considera que el banco central estadounidense optará por reducir el precio del dinero en 25 puntos básicos. Un 20% considera que los funcionarios irán más allá y reducirán las tasas en 50 puntos básicos.

En cualquier caso, se asume que Jerome Powell y su equipo pondrán fin al ciclo de normalización monetaria que comenzó en diciembre de 2015 y que en los últimos tres años ha instaurado un total de nueve subidas de tipos hasta el rango actual del 2,25% y el 2,50%.

Hasta la fecha, la mayor economía del mundo ha mostrado síntomas de fatiga mientras la eurozona, Japón o China han demostrado una continua desaceleración al acecho de las tensiones comerciales y la incertidumbre geopolítica. Sin embargo, actualmente, EEUU experimenta el periodo más largo de crecimiento de su historia moderna.

En los últimos tres meses, el mercado laboral ha generado una media mensual de 171.000 puestos de trabajo, menos que el año pasado por estas fechas pero es cierto que aumenta la participación laboral y el paro se asienta en el 3,7%, cerca de mínimos en casi medio siglo.

Si miramos a los salarios a este lado del Atlántico, las subidas siguen resistiéndose en comparación con ciclos anteriores, cuando una tasa de paro baja solía traducirse en un crecimiento salarial por encima del 4%. Pese a que el desempleo ha llegado a tocar un mínimo del 3,6%, a la inflación salarial le cuesta mantenerse por encima del 3% y solo ha superado el 4% en una única ocasión (diciembre de 2018).

Aunque el incremento salarial no emule al de ciclos anteriores, se sitúa en estos momentos en en los niveles más altos de la expansión en curso. De hecho, los datos indican un nivel récord en la preocupación de las empresas en lo que a los costos laborales se refiere.

Pero quizás el epicentro que ha detonado el debilitamiento de las cadenas de valor y la actividad manufacturera, así como incrementado costes y generado dudas en las inversiones de capital de las empresas es el pulso comercial entre Washington y Pekín.

Precisamente, la próxima semana, una delegación estadounidense, liderada por el representante comercial, Robert Lighthizer, viajará a Pekín para reanudar las negociaciones cara a cara por primera vez desde que el presidente, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping, instaurasen una nueva tregua tras el colapso de las conversaciones a finales de abril. Un alto el fuego que no ha relajado los gravámenes impuestos hasta la fecha. Ambos países tasan con hasta un 25% productos por un valor aproximado de 360.000 millones de dólares.

Tensiones que cuentan con consecuencias colaterales. Al tiempo que el flash del PMI manufacturero alemán se mantiene en contracción, con una lectura de 43,1, mínimos de 84 meses, el mismo indicador a este lado del Atlántico se sitúa en una lectura de 50, justo al borde de la contracción y su nivel más bajo en 118 meses.

No obstante, la incertidumbre que giraba alrededor del techo de la deuda y un posible nuevo cierre del gobierno en EEUU se han disipado. La Cámara de Representantes aprobó este jueves un acuerdo presupuestario para los próximos dos años, que aumenta en 320,000 millones de dólares la capacidad de gasto del Gobierno y elimina el tope de la deuda hasta después de las elecciones de 2020. El voto contó con alcanzó 284 a favor y 149 en contra, con un amplio respaldo de la oposición demócrata, que es mayoría en la Cámara Baja. De esta forma se proyecta que este año el déficit alcance el billón de dólares al tiempo que la deuda alcanza ya los 22 billones de dólares.

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