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La 'tiranía' de los rankings

  • ¿Por qué no hay ninguna universidad española entre las 100 primeras en la mayoría de los rankings?
  • El sistema universitario es mejorable, por supuesto, pero razonablemente bueno y homogéneo
  • Los rankings universitarios han sido importados del mundo anglosajón, donde la educación universitaria es muy costosa

Nos hemos habituado a leer informaciones periodísticas que subrayan que la universidad española destaca en los rankings internacionales, muy especialmente las universidades catalanas. Podríamos llegar a pensar que aparecen en los medios de comunicación más a menudo reseñas sobre las universidades relacionadas con estos rankings que con otras noticias que, a priori, pudieran parecer más informativas.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que existe una gran multitud y que no todos se basan en la valoración de los mismos aspectos. Dos de los más influyentes son el Academic Rankings of World Universities, más conocido como ranking de Shanghai, y el Times Higher Education World University Ranking (THE World University Ranking).

Pero, ¿hasta qué punto debemos tomar en consideración los rankings? Suele ser habitual ver que la Universidad de Barcelona es quien encabeza estas clasificaciones entre las universidades españolas. Y, justamente, se acaba de publicar el ranking de Shanghai en el que la Universidad de Barcelona ocupa una de las primeras posiciones dentro del grupo 201-300. ¿Cuál es el verdadero significado de estos resultados?

Los rankings universitarios han sido importados del mundo anglosajón, donde la educación universitaria es muy costosa, incluso la pública, y la movilidad muy elevada, lo que favorece la competencia entre universidades. En este contexto, la demanda de información por parte de los futuros estudiantes, las familias y las Instituciones que ofrecen becas ha generado este interés por los rankings.

En la práctica totalidad de los rankings, tiene mucho peso la investigación que se desarrolla en el seno de la universidad y que se mide con diferentes indicadores. Todos están sujetos a numerosas críticas. Sin entrar en detalles, cabe destacar que existen ciertas dudas sobre lo que es necesario cuantificar, lo que llevaría a resultados diferentes. Según el ranking de Shanghái, la mejor universidad es Harvard. Según el ranking THE, dicha posición la ocupa el California Institute of Technology, mientras que Harvard se sitúa en la sexta posición.

Como crítica a nuestras universidades se suele argumentar que ninguna universidad española se clasifica entre las 100 primeras, se analice el ranking que se analice. La crítica suele ir veladamente dirigida a la universidad pública y muchas veces se acompaña con el argumento de que algunas escuelas de negocio españolas (privadas) están en los primeros lugares a nivel mundiales. Es importante tener en cuenta que en estas mismas clasificaciones, las universidades privadas españolas están muy por detrás de las públicas. Por ejemplo, en este último ranking publicado aparecen 26 universidades españolas entre las 800 primeras universidades mundiales. Y ninguna de ellas es privada. No olvidemos que en España hay 83 universidades, 50 públicas y 33 privadas. ¿Realmente consideramos insuficiente tener 26 entre las primeras 500? Alemania tiene 46, Italia 37 y Francia 30. Y los tres países tienen una población claramente superior a la de nuestro país.

Otro error común es mirar con envidia a las universidades de los Estados Unidos. Con rankings o sin, nadie duda que en los Estados Unidos existen las mejores universidades del mundo, pero la desigualdad es enorme. En los Estados Unidos el número de Instituciones de educación superior supera las 5.000, de las cuales solo 190 están entre las 800 primeras, un aspecto destacable teniendo en cuenta que los rankings están hechos a medida de los sistemas anglosajones de educación superior. La cifra de 190 es más de siete veces superior a las 26 universidades españolas, pero se ha de relativizar con el hecho de que Estados Unidos tiene una población que multiplica por sietes a la española y, además, las universidades americanas son generalmente muy pequeñas en número de estudiantes. Lo destacable de Estados Unidos es que tiene muchas de las mejores, no que sus universidades, de media, tengan una buena valoración. La probabilidad que tiene un estudiante de EEUU de formarse en una de las primeras 800 universidades de mundo es, en realidad, inferior a la de un español.

Sin duda, uno de los aspectos que más llama la atención es el salto que existe entre los diferentes campus. Si lo que se calcula es, por ejemplo, los índices de rendimiento docente, las diferencias entre las primeras y las últimas universidades son de hasta un 50%. En cambio, sí lo que se tiene en cuenta son los resultados de investigación, los mejores campus llegan hasta a duplicar los que tienen peores registros. En transferencia tecnológica, las diferencias son especialmente intensas y algunas universidades politécnicas multiplican por 6 los resultados de las universidades menos activas en relación con esta función.

En definitiva, la diversidad de rankings nos ayuda a tomar conciencia de la diversidad de las universidades y de los múltiples criterios bajo los que se pueden elaborar estas clasificaciones. Y llegamos entonces a otro de los tópicos habituales. ¿Por qué no hay ninguna universidad española entre las 100 primeras en la mayoría de los rankings? En línea con lo aquí expuesto, por lo aspectos analizados y los criterios de medición utilizados.

Pero ¿qué nos induce a priorizar las 100 primeras posiciones? Resulta mucho más informativo analizar los diversos indicadores de resultados y rendimiento y su evolución. Y en tal caso descubrimos que no existe ninguna justificación que legitime el menosprecio a las posiciones que hoy en día ocupa la universidad española. El sistema universitario es mejorable, por supuesto, pero razonablemente bueno y homogéneo. Y también es diverso, como no podría ser de otra manera. Y esta diversidad es un valor en sí misma en la medida en que tenemos una sociedad diversa, con necesidades diversas y ello conduce a prioridades diversas.

Y ello sin entrar a analizar los recursos disponibles, que daría para otro artículo. Naturalmente, si queremos posicionar una universidad entre las 100 primeras del mundo la Universitat de Barcelona puede aspirar a ello. Pero para alcanzar este objetivo es necesario que reciba los medios materiales y personales adecuados. En caso contrario, olvidemos los rankings y no nos culpabilicemos por no tener universidades en los puestos más relevantes en los rankings internacionales.

Hasta que las universidades dispongan de los recursos necesarios (parecidos a las universidades de los países con quienes queremos compararnos) y puedan aplicar políticas de profesorado que permitan estabilizar y renovar las plantillas, tan mermadas tras años de tasas de reposición prácticamente nulas, será muy difícil mejorar estas posiciones.

Al margen de este objetivo a medio plazo, es importante generar entre todos las condiciones para que estos rankings se conviertan en instrumentos útiles para la toma de decisiones, más allá de la dimensión mediática que tiene ordenar las universidades, y evitar, de esta manera, que se conviertan en elementos 'tiránicos' que condicionen la política universitaria. En definitiva, bienvenidos estos rankings en su dimensión informativa, pero no dos dejemos guiar sólo por los titulares.

Joan Elias, rector de la Universitat de Barcelona

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