
Apostar por la educación financiera desde edades tempranas es una inversión de futuro para toda la sociedad, puesto que los ciudadanos en su edad adulta serán más responsables de sus finanzas y tomarán, por tanto, mejores decisiones.
A este respecto, la evaluación de los conocimientos financieros de los españoles es de un 4,5 sobre 10 de media y solo un 49% de los asesores financieros aprueba a los ciudadanos en este ámbito, según un informe reciente elaborado por EFPA España. Blanca Narváez, directora de Fundación Mutualidad de la Abogacía, y Laura Núñez, directora del Observatorio del Ahorro Familiar (OAF) y profesora de IE University, desgranan la importancia de que la educación financiera pase a ser una prioridad.
¿Cómo definiría la educación financiera en España?
B. N.: En España no hay un currículum de educación financiera oficial para centros educativos, a excepción de aquellos alumnos que eligen alguna optativa de economía que tienen el privilegio de adquirir algunos conocimientos financieros. A causa de la acuciante necesidad de mejorar la educación financiera entre los ciudadanos, numerosas entidades públicas y privadas (incluyendo Finanzas para todos de la CNMV y el Banco de España), han desarrollado contenidos y formaciones gratuitas accesibles en formato online y presencial. Podríamos afirmar, por lo tanto, que el conocimiento está al alcance de los individuos, aunque no es frecuente su aprendizaje de forma autónoma y por iniciativa propia.
Blanca Narváez: "La educación financiera no es una prioridad política ni de los ciudadanos"
¿Somos conscientes los españoles de nuestra falta de cultura financiera?
L. N.: Efectivamente hay una enorme falta de cultura financiera en la sociedad española, y ello se pone de manifiesto en el déficit de conocimientos financiaros de la población (un 44% no comprende conceptos como el interés, la inflación o el riesgo de no diversificar, y un 90% no identifica correctamente las características de rentabilidad, riesgo, liquidez y fiscalidad de los principales productos de inversión (fondos de inversión, de pensiones, seguros de ahorro, acciones y bonos).
Según los datos de la encuesta del OAF realizada en marzo de 2021, cerca de un 20% de los españoles cree tener un conocimiento económico-financiero adecuado cuando no lo tiene; y este porcentaje de ciudadanos con exceso de confianza sube al 30% cuando medimos el conocimiento relativo a productos de inversión, pues los mismos afirman conocer estos productos, cuando no son capaces de identificar correctamente sus diferencias en términos de rentabilidad, riesgo, liquidez o fiscalidad.
¿Qué consecuencias tiene esa falta de conocimientos?
L. N.: La falta de conocimientos financieros limita enormemente la capacidad de los hogares y de las personas de planificar financieramente sus vidas, con lo que ello conlleva en términos de vulnerabilidad y estrés emocional. Solo un cuarto de los hogares españoles (según nuestra muestra) afirma llevar algún tipo de planificación financiera a futuro del hogar. Los hogares son unidades que tienen ingresos (salarios y rentas) y gastos (consumos) y que necesitan hacer inversiones (vivienda, coche, bienes duraderos, estudios...) para las que es posible que necesiten financiación externa (préstamos).
En este sentido son como pequeñas empresas. ¿Se imagina alguien una empresa que no elabore anualmente su cuenta de resultados, no analice mensualmente las desviaciones en las partidas de ingresos y gastos, o no haga una presupuestación a futuro para estimar, inversiones necesarias, necesidades de financiación, etc.? Pues de la misma forma las familias deberían hacer una presupuestación y una planificación financiera a futuro en base a sus preferencias y objetivos, que sin duda estará condicionada por el momento del ciclo vital en el que estén y en la que a lo largo del tiempo deberían incluir un objetivo de ahorro precautorio y previsional.
¿Cómo de importante es en el desarrollo de un país la formación financiera?
B. N.: La educación financiera es esencial a dos niveles, por una parte a nivel personal y por otro a nivel empresarial. A nivel personal permite a los ciudadanos una herramienta de diseño y logro de objetivos vitales, en el corto medio y largo plazo. Facilita planificar y lograr aquellos objetivos que cada uno se propone a lo largo de la vida. Por otra parte, evita tener problemas por decisiones financieras no acertadas en el ahorro, deuda o en las inversiones, como por ejemplo, adquirir deudas cuya devolución excede de nuestra capacidad, y por último suaviza las eventualidades que nos suceden a lo largo de la vida a través del ahorro, por ejemplo una enfermedad, la pérdida de trabajo, etc.
Desde el punto de vista empresarial, la formación financiera facilita la sostenibilidad de las organizaciones, de la misma manera y con los mismos perfiles, preventivos, toma de decisiones acertadas y planificación para el crecimiento.
Ambos puntos de vista agregados en definitiva proporcionan a la sociedad estabilidad y solvencia, lo que redunda en beneficios para los ciudadanos y para la sociedad en general.
Solo alrededor del 25% de los encuestados por OAF prevé ahorrar más y consumir menos
¿Por qué cuesta tanto que la educación financiera sea un tema de primer orden?
B. N.: Efectivamente es un tema de primer orden, que afecta profundamente al conjunto de los ciudadanos y a la sociedad en general, y sin embargo, no es una prioridad política y tampoco es una prioridad para los ciudadanos. En la última crisis financiera del 2008 se ha evidenciado la necesidad de una mayor y mejor educación financiera, se inició el plan de educación financiera y se ha avanzado mucho en contenidos disponibles gratuitos para la población en general y para los niños/as y jóvenes en particular, pero años más tarde los informes, como el del observatorio de ahorro familiar de la Fundación Mutualidad Abogacía y la Fundación IE, siguen destacando la falta de educación financiera.
Y a la falta de conocimientos financieros en general se le suma la irracionalidad del comportamiento humano, que teniendo conocimientos financieros muchas veces toma decisiones equivocadas. Ese comportamiento se ve reflejado por ejemplo en los fumadores, como también en determinadas decisiones financieras, así como en otros dominios. Sabiendo racionalmente que determinadas decisiones nos perjudican, optamos por ellas.
¿Qué podemos hacer para revertir esta situación?
B. N.: Para revertir esta situación es urgente incluir en los currículos educativos a lo largo de todas las etapas contenidos esenciales que faciliten la adquisición de conocimientos, a la vez que se trabajen las habilidades y los hábitos. Una vez fuera del sistema educativo, las empresas y las políticas públicas deberían facilitar los comportamientos financieramente saludables para el individuo a través de sus productos y servicios, así como a través de las políticas públicas.
De acuerdo con las evidencias de la economía del comportamiento, las personas solo buscan la adquisición de conocimientos financiera cuando se ven motivados por algún hecho concreto, por lo tanto, la motivación de este aprendizaje no es el mero conocimiento. Por ello, dicho conocimiento debe incluirse de forma obligatoria en el currículo educativo.
Desde el Observatorio del Ahorro Familiar se hace mucho hincapié en el ahorro, ¿se puede ahorrar independientemente del nivel de ingresos?
L. N.: Aunque lógicamente el nivel de ingresos genera capacidad de ahorro, la evidencia empírica muestra que hay otras variables relevantes a la hora de explicar el ahorro. La experiencia reciente que hemos tenido con la pandemia, de alguna forma lo demuestra. Mientras los ingresos de los hogares han sufrido una reducción importante, su ahorro se ha elevado.
El estudio que acabamos de publicar muestra como en todas las clases socioeconómicas (alta, media y baja) hay familias que ahorran y otras que no ahorran nada, lo que hace ver que, más allá de la renta o el ingreso, hay otros factores que condicionan el ahorro. Uno de estos es la capacitación financiera. Los datos indican que 8 de cada 10 hogares capacitados financieramente ahorran, frente a solo 4 de cada 10 sin conocimientos y capacitación financiera.
Otra dimensión que condiciona el ahorro es la edad de las personas de referencia del hogar: en la fase madura se ahorra más que en la fase de creación del hogar, pues al inicio se suele hacer frente a mayores inversiones en bienes duraderos (vivienda) y mayores gastos (hijos pequeños), a la vez que los miembros del hogar están en una etapa inicial de su carrera profesional, con salarios inferiores, que posteriormente, por lo general, irán subiendo. También en la fase de la vejez se ahorra menos, porque las jubilaciones son inferiores a los salarios previos. Así que, en definitiva, yo diría que el ahorro no es solo una cuestión de mayores ingresos.
Un 30% de los ciudadanos tiene exceso de confianza en sus conocimientos en inversión
¿Es la educación financiera una palanca para luchar contra la desigualdad?
B. N.: Absolutamente. En 2007 en el informe de Thorsten Beck, Asli Demirgüc-Kunt y Ross Levien finance inequality and the poor revela que los mercados más desarrollados financieramente reducen las desigualdades económicas de su población, beneficiando especialmente a los más pobres. Estas sociedades tienen una mayor educación financiera. Educación financiera, crecimiento económico y mercados financieramente desarrollados van de la mano de la reducción de las desigualdades. La educación financiera provoca que los individuos y las empresas tomen decisiones más acertadas, reduciendo las situaciones de riesgo, amortiguando las circunstancias adversas y planificando su bienestar. Como consecuencia las sociedades tienen mayor bienestar, mejor calidad de vida.
En su informe destacan que un 40% de los ciudadanos ahorra por motivo precautorio, ¿es una razón adecuada?
L. N.: Sí lo es, pero no debe ser la única. Es importante ahorrar para tener un colchón con el que afrontar situaciones sobrevenidas que nos generen pérdidas de ingresos (paro, reducción de salario, menores ingresos en negocio familiar o como autónomo, etc.) o gastos inesperados (reparación del coche, gastos de salud, etc.) y desgraciadamente tras dos crisis consecutivas en la última década, hemos percibido todos lo vital que resulta tener este colchón financiero.
Pero también es muy importante el ahorro previsional, y de hecho en muchos países de nuestro entorno tiene un peso muy importante. El aumento de la esperanza de vida y de la proporción de la población jubilada sobre la trabajadora, limita la capacidad del sistema público de pensiones español si no es reformado, ya que es un sistema de reparto (es decir, las pensiones son financiadas a través de las cuotas de los que trabajan). Y dicha reforma solo es viable alargando la edad de jubilación, o reduciendo la cuantía de la pensión a cobrar ajustándola a los parámetros de incremento de la esperanza de vida para que sea sostenible. En un entorno así, ahorrar a lo largo de nuestra etapa laboral para poder complementar esa pensión pública, que va a ser más reducida, resulta imprescindible, para garantizar un estándar económico adecuado durante la última etapa de nuestra vida.
¿Ha servido de algo la crisis en cuanto a la concienciación sobre la necesidad de contar con buena salud financiera?
L. N.: Quiero pensar que sí, aunque los datos de nuestra muestra no son tan optimistas como me hubiera gustado. Solo alrededor del 25% de los encuestados prevé cambiar su comportamiento hacía un mayor ahorro y un menor consumo, y dedicarle más tiempo a la planificación financiera del hogar.
Más reducido es aún el porcentaje de hogares que tiene intención de invertir más tiempo en su educación y capacitación financiera, que solo llega al 17%. Ojalá estas cifras nos estén indicando el inicio de un cambio de cultura hacia una sociedad más consciente del impacto positivo que la gestión financiera de nuestra vida tiene en nuestra salud emocional y de la importancia del ahorro como pilar del estado de bienestar.