
Jugar es un derecho fundamental de la infancia. Así se recoge en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en la Asamblea General de Naciones Unidas en 1989 y convertida en ley en 1990. Este artículo reconoce el "derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad". Los estados tienen la responsabilidad de velar por este derecho, junto con otros básicos como el derecho a la vida, a la salud, la educación, a la vida familiar, a estar protegidos de la violencia y no sufrir discriminación, y a que se escuchen sus opiniones.
Cada 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño, una fecha que conmemora la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, y que sirve para recordar la importancia de que las sociedades velen por estos principios, esenciales para los más pequeños. Y precisamente, el derecho a jugar es uno de los que, en nuestro mundo desarrollado, más nos olvidamos.
Jugar es para los menores un impulso primario que responde a la necesidad de tocar, mirar, curiosear, inventar, crear, relacionarse, divertirse, disfrutar… Y además, es esencial en el proceso de aprendizaje. Pero en el día a día de las familias actuales, en el que tanto pesan las obligaciones, las extraescolares y los deberes, poco tiempo dejamos al esparcimiento de nuestros hijos.
Según un informe de la OCDE, España es uno de los países del mundo en el que los niños dedican más horas a la semana a hacer deberes, exactamente, una media de 6 horas más. La Organización Mundial de la Salud considera que estas "horas extra" que recaen en la espalda de nuestros hijos no solo restan tiempo propio a las familias y aumentan su estrés, sino que además evidencian la desigualdad entre los alumnos, pues no todos pueden recibir en casa el mismo tipo de apoyo para la realización de de dichas tareas.
La idoneidad de los deberes es una polémica antigua en nuestro país. Sin duda, tienen una parte positiva, el refuerzo de los conocimientos y la posibilidad de que los padres puedan seguir más de cerca el aprendizaje de sus hijos. Pero tienen también un aspecto negativo, el tiempo que descuentan a los niños del que debería ser su momento para el juego y el descanso.
Hace tres años, por primera vez, se reguló en España el tiempo que los alumnos debían dedicar a hacer deberes fuera del horario lectivo. Fue una iniciativa de la Generalitat Valenciana, que aprobó la Ley de Derechos y Garantías de la Infancia y la Adolescencia. También existen otras de carácter internacional en el mismo sentido. Por ejemplo, en China, a partir de enero de 2022 entrará en vigor una ley que limita las tareas y cursos extraescolares para reducir la presión de los niños y que tengan tiempo para el entretenimiento.
Evidentemente, la clave está, como casi siempre, en encontrar el equilibrio. Está comprobado que una pequeña tarea para casa puede ayudar a afianzar el aprendizaje de lo que se ha explicado en clase. Pero tal vez, lo que cabría preguntarse es si no existen otros métodos para conseguirlo de una manera más lúdica, menos estricta en la forma y más adaptada a los tiempos actuales.
Sin duda, la tecnología puede jugar un importante papel en este sentido, y aplicar sus ventajas al entorno educativo permite introducir la metodología del juego en el propio proceso de aprendizaje, de manera que los deberes también se pueden convertir en una actividad más lúdica y atractiva. En Lingokids lo llamamos playlearning™. Se trata de aplicar la máxima de "aprender jugando", y en nuestro caso proponemos hacerlo a través de un dispositivo electrónico y con contenidos de calidad, muy visuales, interactivos, que captan su interés y consiguen que el niño se sumerja en la actividad y adquiera nuevos conocimientos casi sin darse cuenta, mientras pasa un rato divertido.
Recordemos que jugar no es un capricho, sino una necesidad y un derecho para nuestros hijos. No permitamos que se nos olvide cuando regresamos a casa cansados tras nuestra jornada laboral. Recordémoslo también cuando les apuntamos a las actividades extraescolares, que tanto valor les pueden aportar, pero siempre en su justa medida. Y recuérdenlo los profesores, los centros educativos y las autoridades responsables de diseñar los planes de estudios.
Elaborado por Rhona Anne Dick, directora de experiencia de aprendizaje de Lingokids