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En las aulas Montessori niños y niñas deciden las normas de la clase por consenso

  • Si la norma se obedece solo para evitar un castigo, no cumple con su objetivo pedagógico
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A menudo se cree que la educación Montessori es demasiado liberal y que su falta de límites se traduce en niños y niñas tiranos/as que cuando salen del colegio no saben adaptarse a las normas sociales. Pero el enfoque Montessori si trabaja poniendo pautas, la diferencia es que los límites no se usan como parche para evitar desorden, sino como herramienta de consenso y respeto.

El investigador y profesor de psicología positiva de Harvard, Tal Ben Shahar, define la educación Montessori como una "libertad estructurada" que sabe marcar los límites dentro del ambiente, no desde las normas si no desde la toma de conciencia, de ellos mismos, del grupo y del entorno.

En el proceso educativo de niñas y niños, tanto en el entorno familiar como en el escolar, es importante establecer límites que les permitan desarrollarse siendo conscientes de que su libertad y la de los demás están íntimamente ligadas.

Para que desenvuelvan sus capacidades sociales y afectivas, deben entender que viven en sociedad y que sus actos tienen un impacto en las personas con las se relacionan y conviven. Para ello es imprescindible educar en el respeto y en la empatía, así como conseguir que tomen consciencia de la existencia de normas que siempre estarán allí de una forma u otra. Las pautas de convivencia en casa, el reglamento en la escuela, las reglas sociales implícitas y más tarde las normas legislativas que regulan la sociedad.

Dar total libertad total a un/a niño/a es más sencillo que delimitar su comportamiento mediante límites y normas, pero a la larga puede implicar que integre que puede hacer lo que le plazca en todo momento, y eso es peligroso, no solo en la etapa infantil y adolescente, sino para con su trayectoria vital como adulto.

Enfoques pedagógicos como la educación Montessori defienden lo positivo de establecer los limites dejando que el/la niño/a participe en el proceso. De esta forma comprenderá la razón de ser de las normas, las hará suyas y será más fácil que las respete.

En las aulas de los colegios Montessori, niños y niñas deciden las normas de la clase por consenso. Se celebran a diario asambleas en las que todos participan y se expresan. Por ejemplo, si uno de ellos manifiesta que el ruido le es molesto y que necesita silencio para llevar a cabo las actividades, los demás empatizarán con esa necesidad y lo respetarán. Si, por el contrario, desde el primer día de clase, hay un cartel en la pared que prohíbe hablar en voz alta dentro del aula, sin que haya pasado todavía nada, los niños y niñas no conseguirán entender el porqué de esa norma, y difícilmente podrán ser conscientes de ella y respetarla.

Está claro que no todas las normas pueden ser pactadas con niños y niñas, pero sigue siendo importante que no se impongan sin dar razonamientos. Explicar el porqué de las reglas de forma asertiva, con vocabulario y ejemplos adaptados a su capacidad de comprensión, es también una señal de respeto hacia él/ella. De esta manera el/la niño/niña sentirá que se le tiene en cuenta, lo que le ayudará al desarrollo de su capacidad empática, así como a entender por qué es positivo comportarse de una determinada forma, aunque no sea obligatorio. Los expertos recomiendan que los límites no sean muchos, pero que sean firmes y que el /la niño/a siempre sea capaz de entender la norma en sí y su razón de ser.

Por otro lado, la educación Montessori también habla de evitar las soluciones "parche" como sustitución a una norma, ya que no permiten que el/la niño/a entienda las consecuencias de sus actos. El término "parche" se refiere aquí a las prácticas pensadas para evitar una consecuencia en lugar de evitar un comportamiento concreto. Un ejemplo típico de las escuelas de infantil es poner pelotas de tenis o piezas de fieltro en las patas de las sillas. Los niños y niñas podrán así mover y arrastrar las sillas sin hacer ruido ni molestar a los demás, pero no tomarán consciencia de que las patas hacen ruido y que, para poder respetar el silencio del aula, es necesario levantarlas al moverlas.

En cierta forma se trata de confiar en su capacidad para entender las situaciones y los problemas que se puedan generar, igual que se haría con un adulto.

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