
Durante la Educación Secundaria y el Bachillerato los adolescentes han ido adquiriendo autonomía propia, y quienes en estos días se preparan para las pruebas de acceso a la Universidad queman, más agotados de lo habitual, sus últimos cartuchos. Tras un año tan exigente y plagado de exámenes como acostumbra a ser el 2º curso de Bachillerato, sometidos a la absurda presión de la nota y del atracón de contenidos, la pandemia y el aislamiento han sido la puntilla, con sus clases a distancia y la incertidumbre de los exámenes finales. Para rematar, ha venido el retraso en las fechas de las pruebas y un mes más de trabajo para jóvenes fatigados que van a tener un San Fermín diferente.
Toca cuidar sus cuerpos sin impedirles ejercer esa autonomía que han ido adquiriendo. No es el momento de un sprint final que nos deje sin aire para el día de la prueba, sino el de recorrer junto a ellas y ellos estas últimas semanas, los últimos días de preparación a un ritmo adecuado que combine trabajo y descanso. Pararse a mirar el paisaje si notamos que nos estamos quedando sin aire.
La parte principal del trabajo ya está hecha. Poco a poco han aumentado su capacidad para tomar decisiones, para asumir responsabilidades que los acercan al mundo de los adultos. Confiemos en su criterio, que se ha formado poco a poco tras los iniciales "¿a qué hora vuelvo…?" o "¿cuánto dinero me llevo…?" Ahora tienen un grupo de amigas y amigos más o menos sólido, y dentro de él podrán colaborar, establecer horarios comunes, aprender y también divertirse.
Las pruebas de acceso tienen una sintaxis propia, tejida de asignaturas, horarios, troncales y optativas, y como parte de las reglas del juego los estudiantes han de conocer bien esa estructura tan particular. Por un momento parece que quedan atrás las ideas que nos han movido para atender a su educación integral, a su maduración humana y vocacional, a formar hábitos que hagan más agradable la vida familiar y faciliten, de paso, su empleabilidad futura. A la vista de estas últimas vallas, estos ideales parecen desaparecer, pero son precisamente los que dan sentido a todo el recorrido.
Hemos intentado estar cerca cuando han tenido que tomar decisiones, pero siempre con la mirada puesta en que sean capaces de dar sus propios pasos, pues solamente así podrán construir con autonomía un proyecto personal de vida feliz. Ahora solamente vemos el examen de los próximos días, pero en realidad es toda una larga etapa de formación la que termina, y la vida les ofrecerá distintos caminos con sus incertidumbres y encrucijadas en las que nuestros jóvenes tendrán que estar preparados para elegir.
Desde luego que hay que estar a su lado, sin hacerse notar mucho si somos capaces. Disponibles. Como entrenadores que confiamos en el trabajo realizado en los meses y años anteriores. Acompañarlos con espíritu deportivo, olímpico si fuera posible, para comer y dormir, descansar y distraerse, repasar y resolver dudas con compañeros y profesores. Nos toca generar ese ambiente, no como jueces o árbitros sino como entrenadores que confían en el valor de su esfuerzo y del trabajo realizado. Confianza es ahora el nombre del juego.
Nacho Gonzalo, Jefe de Estudios de Educación Infantil, Primaria y CAFYDE de la Universidad Pontificia Comillas