
El cambio climático es una de las causas principales que provocan la pérdida de la biodiversidad en el planeta, junto con la sobreexplotación, la contaminación y las especies exóticas invasoras. El ascenso de las temperaturas está haciendo que muchas zonas de la Tierra donde miles de especies estaban establecidas, cambien, y con ello desaparezcan o se vean obligadas a desplazarse todas esas especies que antes daban vida a una región. Se cree que, hacia el año 2080, el 20% de los humedales podría perderse como consecuencia de la elevación del mar.
Los humedales son los entornos más productivos del mundo, y son cunas de diversidad biológica y fuentes de agua y productividad primaria de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir. Brindan a la humanidad, desde suministro de agua dulce, alimentos y materiales de construcción, y biodiversidad, hasta control de crecidas, recarga de aguas subterráneas y mitigación del cambio climático. Sin embargo, la superficie y la calidad de los humedales siguen disminuyendo en la mayoría de regiones.
Pero no solo los humedales se verán afectados: el 47% de las especies de insectos, el 26% de los vertebrados y el 16% de las plantas podrían perder al menos la mitad de sus áreas geográficas.
Si no se mitigan los efectos del calentamineto global, alrededor del 57% de las plantas comunes y el 34% de los animales podrían sufrir una disminución dramática de sus ejemplares para dentro de seis décadas, según señala una investigación de la Universidad de East Anglia publicada en la revista Nature Climate Change.
Resiliencia
No solo tendrá importantes efectos sobre la biodiversidad, sino también consecuencias directas sobre las poblaciones y comunidades que dependen de la agricultura, la pesca, el turismo, y demás actividades económicas que, de una u otra forma, requieren de la conservación de los recursos biológicos y ecosistémicos.
Se prevén múltiples efectos sobre la diversidad biológica que agravarán sus problemas de conservación, por lo que las medidas o acciones dirigidas a conservar y usar de modo sostenible la biodiversidad deben tener en cuenta las necesidades de adaptación al cambio climático. En el Acuerdo de París, los gobiernos se comprometieron a reforzar la capacidad de las sociedades a la hora de afrontar las consecuencias del cambio climático y a ofrecer a los países en desarrollo una ayuda internacional a la adaptación mejor y más permanente.
En este punto, hay que hablar de resiliencia, que es la capacidad de los ecosistemas para adaptarse a los cambios y regresar a su estado original una vez la perturbación ha terminado. Si bien la amenaza del cambio climático ha puesto en jaque numerosas zonas del planeta al cambiar radicalmente las temperaturas y las lluvias. Profesores de la Universidad de California señalan en un artículo llamado Agroecología y resiliencia al cambio climático: principios y consideraciones metodológicas que muchas poblaciones que podrían ser más vulnerables a estos cambios han sabido responder adecuadamente a las condiciones climáticas cambiantes. Es decir, están demostrando innovación y resiliencia. Señalan que, en el caso de zonas agrícolas y campesinas, "el uso diversificado del paisaje y el acceso a recursos múltiples incrementa su capacidad de responder a la variabilidad y cambio ambiental".
Materiales biodegradables
El planeta está pidiendo un cambio. Y aunque este deba hacerse a gran escala, estos últimos años se han planteado una serie de procesos que pueden ayudar a reducir nuestro impacto sobre el planeta. Hay algunos modelos de producción y uso de los recursos que nos da la Tierra que quieren lograr este objetivo.
Entre ellos está la economía circular, que se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos donde prima la reducción de los elementos: minimizar la producción al mínimo indispensable, y cuando sea necesario hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente.
Aboga por utilizar la mayor parte de materiales biodegradables posibles en la fabricación de bienes de consumo para que estos puedan volver a la naturaleza sin causar daños medioambientales al agotar su vida útil. En los casos enque no sea posible utilizar materiales eco-friendly, el objetivo será facilitar un desacople sencillo para darle una nueva vida, reincorporándolos al ciclo de producción y componer una nueva pieza. Cuando no sea posible, se reciclará de una manera respetuosa con el medio ambiente.
La apuesta por una economía circular resulta imprescindible, y desde la Cumbre del Clima de París se invitó a reconsiderar a las ciudades como "incubadoras para la innovación y la aplicación de soluciones sostenibles para mantener el calentamiento global a un nivel aceptable y preservar nuestros recursos naturales". Se recordó además que las ciudades "tienen el poder para acelerar la transición a una economía baja en carbono, el desarrollo de modelos económicos locales que crean riqueza y puestos de trabajo y respetando el medio ambiente". Ya son varias las ciudades que están generando iniciativas exitosas.