Construcción Inmobiliario

Los mejores edificios de España (V): El Ruedo de la M-30, viviendas perfectas para una autopista

Foto: Asqueladd (CC)

Francisco Javier Sáenz de Oiza fue el creador de uno de los edificios más horrorosas de España, el Palacio de Festivales de Cantabria. Pero está bien claro que Oiza fue uno de los mejores arquitectos de nuestro país y posiblemente del mundo, creador de piezas maestras como casa Lucas Prieto en Talavera de la Reina o el santuario de Nuestra Señora de Aránzazu en Oñate.

Con todo, pese a lo prolífico de su actividad, algunas de las mejores obras del arquitecto navarro se construyeron en Madrid. La atemporal Torre del BBVA en Azca o las viviendas orgánicas que trepan como un árbol en Torres Blancas, al principio de la Avenida de América. También en Madrid se levanta posiblemente el edificio más incomprendido de la capital y uno de los mejores de España: el Ruedo de la M-30 en Moratalaz.

¡Pero si es horrible! ¡Si parece una cárcel!, podrán exclamar visiblemente enfadados. Qué les voy a decir, en realidad tienen razón: la fachada exterior del edificio no es precisamente bonita, y ni siquiera su interior, pintado con profusión de simbolismos posmodernos, es algo estéticamente reseñable. Por eso, quizá este sea el momento perfecto para establecer la diferencia entre lo que es agradable a la vista y lo que es bueno.

Aunque son términos que suelen coincidir, lo bonito no tiene por qué ser bueno y viceversa. No es una diferenciación exclusiva de la arquitectura; imaginen un coche con una carrocería de lo más pintona pero cuyo motor funciona igual que un saco de castañas, o un plato de presentación descuidada y sabor glorioso.

Lo interesante es que, aunque pueda parecerlo, este último ejemplo no es exactamente análogo al edificio de viviendas de Oiza, porque la imagen exterior del mismo no es precisamente descuidada. Antes bien al contrario, responde a una decisión tan potente como necesaria: aislarse de la autopista.

Foto: Bing

Comisionada por la Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Vivienda de la Comunidad de Madrid en 1986, tras ganar el concurso restringido convocado al efecto, la propuesta de Oiza basa todas sus intenciones en un motivo único. Una muralla. Hasta ese momento, los arquitectos y promotores habían considerado a la M-30 poco menos que igual a una calle de Madrid, incluso una de las bonitas. Como si fuese el paseo de la Castellana, colocaban las fachadas de los edificios con sus ventanas y sus balcones abiertos a, bueno, abiertos al ruido, al humo y al tráfico.

Por el contrario, Oiza entendió enseguida que las mejores vistas de una vivienda no podían consistir en la imagen de unos cuantos cientos de miles de vehículos a motor circulando diariamente, bien a gran velocidad, bien en atascos más espesos que las gachas de mi abuela. Así que decidió cerrarse a la M-30 en una colosal pared vividera que se curva y se abre solo sobre sí misma. En la parte exterior se colocan las cocinas y los baños, reservando la fachada interior para los salones y los dormitorios; esto es, los espacios principales de la vivienda.

Por eso la fachada de la autopista es una sucesión isótropa de ventanas pequeñas mientras que los grandes huecos se abren al patio interior. El edificio da la espalda a la M-30 y busca la luz desde un lugar tranquilo y controlable, ajeno al tráfico y casi a la misma ciudad. De hecho, algunas de las tipologías que aparecen en el edificio son dúplex y la propia escalera interior funciona como lucernario.

Este posicionamiento provoca una fachada exterior radical que ha sido despreciada con frecuencia y comparada con una cárcel o una plaza de toros. Sin embargo, la propuesta no es estética o, al menos, no únicamente estética, sino que la estética es una consecuencia de su actitud proyectual firme y comprometida.

Cabe señalar también que, en estos veintiséis años que han pasado desde que se completase en 1990, el edificio ha sufrido más de un problema de marginalidad social. No obstante, es ciertamente posible que esos problemas se debiesen más a las decisiones gubernamentales a la hora de elegir los habitantes del edificio que al edificio en sí.

Y con todo, pese a las críticas iniciales, al edificio le salieron unos cuantos primos hermanos. Bloques curvos o semicurvos que vuelcan sus espacios al patio de manzana, despreciando la autopista. No son tan audaces como la construcción de Oiza; las ventanas son más grandes, incluyen retranqueos y más de un dormitorio al exterior. Pareciese que hubieran comprendido cuál es la verdadera lógica de unas viviendas junto a la M-30 pero les faltase el valor para hacerlas lo mejor posible. Aunque, desde fuera, parezcan feas.

Foto: Gabri Solera (CC)
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