
La festividad de San Juan, que provocó que el viernes no fuera un día laborable en Cataluña, redujo la participación de forma significativa, ya que muchos catalanes no regresaron pronto del puente.
Solamente votó un 65,6 por ciento del censo, frente al 68,6 de 2015, aunque se compensó parcialmente con el aumento del voto por correo.
A pesar de la elevada abstención, los resultados fueron prácticamente un calco de los del 20 de diciembre. Cataluña repartía 47 escaños y 17 se quedaron en manos de los partidos rupturistas, cuando en la legislatura que arrancó en 2011, antes de que del procés se endureciera con el viraje político de CDC, controlaban 19 escaños en España.
De los 30 diputados restantes, En Comú Podem fue el que se llevó una mayor parte. La confluencia, que representa a la candidatura de Podemos en Cataluña, obtuvo 12 escaños, exactamente el mismo número que en diciembre de 2015.
Ciudadanos también repitió en número de escaños y se quedó en cinco. De hecho, la única formación que obtuvo un mayor número de representantes gracias a Cataluña fue el Partido Popular.
La lista, liderada en Barcelona por Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior en funciones, en el eje de la polémica durante la última semana, tras filtrarse una de serie de conversaciones con el director de la Oficina Antifraude en Cataluña, consiguió 6 escaños, uno más que en diciembre. El PP ha logrado este ascenso a costa del PSC, que fue la única formación que perdió diputados respecto a los comicios de diciembre, al caer a siete.
Vence el ?statu quo?
No hubo, por tanto, un verdadero ganador, aunque se pensaba que podía ser ERC. Las encuestas a pie de urna le otorgaban cerca de doce escaños, pero finalmente repitió el mismo resultado que en 2015 y logró nueve.
Gabriel Rufián, cabeza de lista de ERC por Barcelona, destacó que el único camino, viendo los resultados, era ?la hoja de ruta y llegar a la república catalana?. Oriol Junqueras, presidente del partido, señaló que España era ?irreformable? y que el ?único cambio posible era construir la independencia?.
En cuanto a CDC, también consiguió el mismo resultado que en diciembre y obtuvo ocho escaños. Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, insistió en que impulsaría el diálogo con los partidos dispuestos a apoyar la independencia y el derecho a decidir.
Una coalición cambiante
En las elecciones de diciembre, a la que CDC se presentó con la denominación de Democràcia i Llibertad, obtuvo 8 escaños, frente a los 16 de 2011. Esta caída se produjo después de la declaración rupturista del Parlament 9-N y precipitó el pacto de investidura con la CUP.
El resultado de las elecciones de diciembre se interpretó como una crisis de confianza de los electores de Convergència, que habían traspasado parte de sus votos a ERC, que, por el contrario, triplicaba su representatividad de 2011. Aun tras este mal resultado, CDC se resistió a convocar unas nuevas elecciones autonómicas y precipitó la formación de un Gobierno liderado por el entonces desconocido alcalde de Girona, Carles Puigdemont, en detrimento de Artur Mas.
Cinco meses después, la gestión de Puigdemont no parece que haya convencido a los electores catalanas, que colocan en una situación complicada al Govern. Puigdemont ha anunciado que se someterá a una moción de confianza en septiembre, después de no haber podido aprobar Presupuestos para 2016. Aunque el peso de los partidos independentistas en el Congreso español es el mismo que en la elecciones de 2015, también indica que se ha consolidado el cambio de equilibrio de poder interno en Junts pel Sí a favor de ERC.
Los segundos, además, avanzan posiciones. Ayer repitió su mejor resultado histórico en unas elecciones generales y obtuvo 147.000 votos más que CDC, por lo que se consolida como el partido más fuerte dentro de JxSí y esto abre posibilidades a los rupturistas.
Si Puigdemont no supera la moción de confianza, se abre la puerta a que el Parlament pueda elegir a otro presidente. Si no saliera ningún candidato, entonces habría que convocar elecciones.
La necesidad de no parar el procés podría abrir una puerta inesperada: un candidato de Esquerra a la presidencia de la Generalitat, que obtuviera también el apoyo de los diputados de CDC en Junts pel Sí y de la CUP.