
Es el término más suave que he encontrado para definir el estado de ánimo de muchos ciudadanos de nuestro país, siendo yo mismo uno de ellos, al comprobar la imposibilidad de nuestros políticos para ponerse de acuerdo entre algunos de ellos para integrar un gobierno posible.
Otros calificativos menos elegantes acuden a mi mente para definir a todos ellos, que cuatro meses después de unas elecciones, no han conseguido ponerse de acuerdo para gobernar y nuestro país se halla todavía dirigido por un partido político que ha perdido innumerables diputados y cuyo gobierno en funciones no quiere rendir cuentas a nadie sobre su gestión. Entre dichos calificativos podría hallarse el de mezquinos, soberbios, egocentristas, ladinos, mentirosos y así muchos más.
Pasando revista uno a uno de estos políticos que lideran los partidos más votados por nuestros ingenuos conciudadanos, tenemos que los del PP, con su ínclito líder y Presidente del gobierno en funciones, han preferido desairar a la ciudadanía a través de nuestro Rey, renunciando a formar gobierno y esperar, reclinado en su sillón de orejas, adormilado y con un habano entre sus dedos, a que sus contrincantes se despedacen y pensando en aguantar para seguir al frente de un gobierno y un partido desacreditados e incapaces de ser respetados debido a la corrupción imperante entre los suyos.
El PSOE, con su nuevo líder al frente, se muestra incapaz de frenar su declive, mostrando a los españoles sus diferencias, antagonismos y personalismos. También incapaz de adaptarse a unas circunstancias que le obligaban a pactar con su consuetudinario enemigo, el PP o bien con el virginal Podemos, que posee las características que poseía él mismo hace treinta años.
Ciudadanos que supo pactar con el PSOE pero impuso demasiadas líneas rojas al no querer integrar a Podemos en el gobierno y no admitir dialogar sobre un posible derecho de autodeterminación. No consiguió la renuncia de Rajoy, aunque debe reconocerse que se trata de un objetivo imposible, para intentar un gobierno entre PP y PSOE con otro presidente.
Con respecto a Podemos, han demostrado habilidad sus jóvenes y radicales dirigentes en aglutinar todo el descontento de nuestra sociedad, pero han descubierto que gobernar no es tan fácil como creían y sus mismas agrupaciones territoriales se les rebelan. Han evidenciado su voluntad de destruir al enemigo, el PSOE y no han deseado pactar con Ciudadanos para no tener que claudicar en muchos de sus objetivos.
Hasta hoy no han querido transigir ni pactar ninguno de ellos, pero deberán hacerlo pasadas las próximas elecciones. Lo que no han querido hoy, lo deberán aceptar más tarde y a la fuerza. El resultado será el mismo y la claudicación también, pero habrán dejado en la mente de los ciudadanos uno de los mayores desprecios hacia una clase social, la política, que en otras épocas había sido ensalzada y admirada.