Cataluña

El doble filo de la política catalana en energías renovables

  • Vetar grandes instalaciones conlleva dependencia de terceros sin control sobre el suministro ni el precio
El abogado Juan Carlos Giménez-Salinas. Foto: Luis Moreno.

El Govern de la Generalitat acaba de aprobar un decreto que enmienda y amplía uno anterior sobre el mismo tema y que por discrepancias estuvo paralizado desde el primer día. Vaya por delante que Cataluña es una de las autonomías más atrasadas con respecto a la instalación de energías alternativas, y la eterna discusión en el seno de nuestra sociedad y de nuestra clase política ha sido si preservar nuestro querido paisaje o bien ensuciarlo mediante placas solares y molinos de viento. Con la primera opción, nuestra dependencia energética es total, y con la segunda, podríamos llegar a tener un país autosuficiente.

El decreto recién actualizado pretende rizar el rizo y se decanta por dificultar o prohibir grandes superficies destinadas a dichas energías y favorece las instalaciones pequeñas o medianas y de consumo cercano, también llamadas de kilómetro cero.

Como es lógico, las grandes instalaciones requieren enormes inversiones que solamente pueden alcanzarse por entidades financieras potentes. Al Govern, mejor dicho, a la CUP, esto no le gusta, y ha conseguido aflorar una norma que, en primer lugar, da voz a los vecinos del lugar y en segundo lugar obliga a reservar el veinte por ciento de la inversión a dichos vecinos.

A lo largo del decreto se respira el deseo de dejar fuera de Catalunya grandes campos de placas solares y plantaciones de molinos, inclinándose por las instalaciones en viviendas, edificios, naves industriales y pequeñas superficies. Es indudable que esta idílica transformación de energía contaminante en energía renovable la deseamos todos los catalanes y si nos preguntaran por nuestros deseos existiría unanimidad en la preferencia de la pequeña instalación.

Pero, sin ser técnico, preveo que la producción eléctrica de la pequeña instalación, en la vivienda, el edificio, o la nave, se agota y consume en la propia vivienda o grupo de viviendas y me parece loable, pero me pregunto qué ocurre con el gran consumo eléctrico. Quién proporciona la energía a la fábrica de Seat, de dónde vendrá la energía para mover los trenes, las grandes industrias, el alumbrado público de todos los pueblos y ciudades de Cataluña.

A la vista de que se requiere un suministro eléctrico adicional muy importante, Cataluña tiene dos caminos. El primero, preservar su idílico paisaje, aparente, porque quiero recordar que su paisaje ha sido cambiante en cada evolución de su sociedad. ¿Las centrales eléctricas pirenaicas han existido siempre? Los bancales que escalan nuestras montañas, ¿son naturales? Las inmensas plantaciones de árboles frutales ¿son de generación espontánea?

Esto solamente se consigue comprando la energía requerida fuera de Cataluña. Para adquirir cualquier bien, lo primero que hace falta es dinero y, lo segundo, dejar en manos del proveedor de dicha energía el precio que nos solicite.

Golpe de realidad

Lo estamos comprobando estos días. Argelia ha cerrado el paso de su gas por el gasoducto de Marruecos, gas que compramos en España, por un conflicto ajeno a nosotros. Putin hace bailar a los países europeos al son de sus veleidades políticas y se ha comprobado que la dependencia energética de Europa en favor de terceros países en inmensa. Este camino, como se aprecia, puede resultar muy caro, caprichoso e inseguro, lo que, además, nos debilita y nos hace depender de terceros países o industrias, con sus intereses, ajenos a los nuestros.

El segundo camino que tiene Cataluña es procurar ser autosuficiente y generar energía bastante para cubrir sus necesidades. Ello requiere investigación, inversiones e instalaciones importantes que incluyan una nueva red de distribución de la energía que conllevaría la eliminación de estas grandes torres que recorren nuestro país desde hace más de un siglo por nuevos conductos bajo tierra.

Aparecerían nuevas instalaciones en el paisaje y desaparecerían otras que lo afean aún más, pero como las vemos cada día ni las percibimos. Me pregunto si no pueden existir placas solares igual de eficaces que las de ahora pero mucho más reducidas.

Lo mismo pienso sobre los molinos, quizás sus aspas y su altura pueden reducirse sin mermar su eficacia. Supongo que mediante esfuerzo e investigación se podría obtener energía de la potencia que se obtiene del movimiento marino. No sé si todas estas posibilidades y alternativas han sido previstas por los parlamentarios de la CUP y de sus socios de Govern.

El decreto comentado sería perfecto si no se medita su desarrollo y las necesidades energéticas de Cataluña. Si se contemplan las necesidades energéticas de nuestro país y la dependencia de terceros para cubrirlas, resulta utópico, por no decir ingenuo.

Precedentes

Si leemos nuestra historia, podríamos compararlo con la perfecta normativa emanada durante la segunda República española. Su lectura asombra por lo avanzada, perfecta, moderna y en según qué aspectos, no superada, como la enseñanza pública y la referida al agro y su explotación. Pero con el paso de los años los historiadores percibieron que se trataba de unas normas que no tenían en cuenta la realidad del país donde pretendían regir.

Con respecto a la legislación agraria, el presidente de la República, Alcalá Zamora, era un gran terrateniente cordobés a quien, como es lógico, no le gustaba en demasía suscribir su ruina. Con respecto a la educación, la mitad de la población era analfabeta y se requerían un enorme número de nuevas escuelas con las arcas del Estado medio vacías y la oposición durísima del clero, en quien se había dejado hasta entonces la educación de nuestros niños.

Con ello quisiera decir que el legislador no debe emitir la mejor ley para un país, si no la mejor ley posible en aquel momento histórico para aquel país en concreto.

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