
De estar al borde del concurso, Laboratorios Ovejero se ha convertido en el objeto de deseo de otras dos de las compañías con más solera en la industria veterinaria española: la gallega Zendal y la catalana Labiana.
En medio, el jugoso negocio de las vacunas anticovid, un CEO acusado de deslealtad, la amenaza de acciones judiciales y, tristemente, una plantilla de 80 trabajadores en huelga desde hace dos semanas que acumula, al igual que muchos proveedores, meses sin cobrar.
Todo comenzó a principios de año cuando la catalana Labiana se interesó por la compra de Laboratorios Ovejero. La compañía se encontraba desde diciembre en preconcurso de acreedores dada su gravísima situación económica, con retrasos en el pago de nóminas y sin materias primas con las que continuar su actividad ante el plante de unos proveedores hartos de no cobrar.
Compañía referente
La oferta abría una puerta a la esperanza para una compañía que se había convertido en referencia en el sector veterinario español y en uno de los puntales de la potente industria farmacéutica leonesa. La dirección de Labiana y el CEO de Ovejero, Juan Pablo Ovejero, nieto del fundador, firmaron un acuerdo de exclusividad para negociar el traspaso. La catalana comprometió un calendario de pagos a los trabajadores y la reanudación de las comprar para reactivar la producción.
La propuesta de Labiana, que aprovechaba la oportunidad de crecer en el sector de sanidad animal dada la complementariedad de productos, había sido bendecida tanto por los trabajadores, y los acreedores públicos -el más importante la Junta de Castilla y León- y privados (proveedores). Todo iba sobre ruedas hasta que el 9 de mayo, Juan Pablo Ovejero rompe el acuerdo al que había dado el visto bueno tan solo dos días antes y anuncia que negocia con la gallega Zendal. El plazo de exclusividad, que se había fijado el 30 de abril para evitar que la compañía entrase en concurso, había expirado ya.El consejero delegado y principal accionista de la compañía, en declaraciones al digital ileon, justificó la decisión en "que existe un proyecto más solido e industrial con compromisos importantes con el grupo Zendal", a la vez que acusaba a Labiana de incumplir los acuerdos apalabrados.
Durante la negociación dos hechos habían facilitado el cambio de postura de Ovejero. Por un lado, la compañía había recibido la inyección necesaria para evitar que pasase a situación concursal -Labiana lleva gastados dos millones de euros en garantizar la continuidad de la planta. Por otro, la gallega Zendal había logrado la homologación de procedimientos para fabricar el antígeno de la vacuna contra el Covid de Novamax y cerraba un compromiso de reserva de capacidad productiva para otro proyecto con una alianza de farmacéuticas. De esta manera, necesitaba trasladar su producción de medicamentos para animales para dejar hueco para la división de salud humana en su planta de Porriño y evitar que otros otros competidores le arrebatasen mercado.
Una patente, la clave
El cambio de postura del directivo se explica por su interés en mantener derechos sobre una de las patentes de la compañía. En concreto, se trata de un liposacárido autorizado para uso animal pero que tiene posibilidades para el desarrollo en humanos porque activa el sistema inmunitario. Labiana había rechazado la posibilidad de compartir ese desarrollo al considerar que es uno de los activos de la empresa que adquiría.
Aunque con el acuerdo roto unilateralmente, Labiana no renuncia a continuar con la operación y ha anunciado que emprenderá las acciones judiciales necesarias para hacer valer sus derechos y ejecutar la compra. Incluso ha hecho algún gesto más y se ha comprometido a trasladar la sede social de su división animal a León si finalmente materializa la operación. El grupo catalán ha recibido durante estos días el apoyo de trabajadores y de distribuidores de productos veterinarios .
Desde Zendal se rehúye hacer cualquier declaración en atención a la confidencialidad de la 'due dilingence' abierta para la compra de la compañía leonesa, que expira el 7 de junio y pese a la polémica no renuncia a seguir con la operación. "Nuestra voluntad es que entre a formar parte de un grupo en crecimiento", afirman.
"Solo es para su beneficio"
La ruptura del acuerdo con Labiana ha caído como un jarro de agua fría entre los trabajadores, que emprendieron hace dos semanas una huelga. Este pasado sábado se manifestaban por León para protestar por una decisión "que sólo responde al beneficio de Ovejero", afirmó a elEconomista el presidente del Comité de Empresa, Juan Carlos Diez, quien explica que de la compañía dependen 82 empleos directos y otros 120 indirectos. Ese mismo día, se enteraban del traslado a Madrid de la sede social de Centamune, la matriz de Ovejero.