
La pregunta de qué hacer con nuestro dinero siempre tiene vigencia. No hace falta que, como ahora, medie una guerra europea o una inflación históricamente alta. Sabemos que invertir es una obligación si queremos que nuestros ahorros crezcan de forma razonable. Pero la eterna pregunta es cómo y en qué.
La gran mayoría de nosotros encajamos en lo que Benjamin Graham -el maestro de inversores como Warren Buffett- denominaba inversores defensivos. Es decir, aquellos que centran "principalmente su atención en evitar errores o pérdidas serias". Invertimos porque intuimos la necesidad de hacerlo, con un optimismo modesto.
Está bien que así sea. La falta de prudencia puede producir daños mucho mayores que un exceso de ella. La recomendación del propio Graham para estos inversores era concentrar sus inversiones en acciones y bonos. El reparto podría ser 50/50, pero en todo caso recomendaba que "varíe entre el mínimo del 25% y el máximo del 75% para cualquiera de las dos".
La forma más sencilla de cumplir este "compromiso básico" es invertir a través de fondos. Hoy los bancos ofrecen múltiples alternativas con diferentes combinaciones entre la renta fija (bonos) y la renta variable (acciones). La elección de cada uno dependerá de factores como la tolerancia al riesgo, la edad o el momento vital. En general, el menor riesgo lleva aparejada una proporción mayor de bonos que de acciones.
Hoy sabemos que la mejor estrategia para un inversor defensivo -y casi para cualquiera- es invertir a largo plazo. Establecer un horizonte de inversión largo, de al menos diez años, ayudará a amortiguar los altibajos del mercado y actuará como una forma de disciplina. Si tenemos claro que nuestra inversión va para largo, evitaremos alarmarnos -o felicitarnos- antes de tiempo… y nos ahorraremos decisiones precipitadas.
La busca de rentabilidad
Otra de las cosas que el tiempo ha demostrado con creces es la superioridad del fondo indexado. En efecto, hay inversores extraordinarios, capaces de batir la rentabilidad del mercado durante años. Pero son una minoría ínfima. El común de los mortales puede y debe aspirar a replicar la rentabilidad del mercado. La mejor forma de lograrlo es optar por un fondo indexado de bajo coste. Y tener paciencia.
Ese debería ser el grueso de nuestra actividad inversora. Y, para muchos, la única. Pero si contamos con un nivel de ahorro suficiente, y un fondo de emergencias bien dotado, podemos explorar alternativas. Una de las más tradicionales es el sector inmobiliario. Tiene algunas ventajas claras: es un sector fácil de entender, tiene buena capacidad de resistencia frente a la inflación y depende poco de lo que pasa en los mercados.
La desventaja principal es el acceso. La inversión tradicional en inmuebles requiere muchos recursos: no solo capital, sino también conocimiento del mercado, tiempo para gestionar propiedades e inquilinos… Por fortuna, existen fórmulas para aprovechar las bondades del sector. El crowdfunding inmobiliario es, quizá, la única accesible a todos.
Inversor desde 500 euros
Se conoce con ese nombre, pero en realidad el crowdfunding inmobiliario es la aplicación al sector inmobiliario del viejo dicho: la unión hace la fuerza. En lugar de abordar la inversión en solitario, son muchos los ahorradores que se juntan para invertir entre todos. De esta manera, la barrera de entrada cae drásticamente. En el caso de Urbanitae, la plataforma líder en España, la inversión mínima es de 500 euros. Y todo el proceso es online.
Además del acceso, la ventaja del crowdfunding es que permite invertir en promoción inmobiliaria, una actividad con rentabilidades superiores. No es lo mismo invertir en un piso que en un bloque de viviendas en el centro de Madrid. Urbanitae selecciona tanto los promotores con los que trabaja como los proyectos que decide financiar. Si el proyecto pasa todos los cortes, se abre a financiación en la plataforma: ahí es donde entran los inversores.
En el caso de Urbanitae, la mayoría de proyectos son de plusvalías. Es decir, los inversores se asocian con el promotor para desarrollar el proyecto. Una vez que terminan las obras y el 100% de las viviendas se ha vendido, esa sociedad se disuelve. Los beneficios se reparten de manera proporcional entre inversores y promotor. En los proyectos crowdlending (de deuda), los inversores conceden al promotor un préstamo a tipo fijo. Vencido el plazo, los inversores recuperan su capital y los intereses.
No hay nada seguro y, como también sabemos, las rentabilidades pasadas no garantizan las futuras. Pero el historial de Urbanitae hasta la fecha es muy positivo. Tras más de 90 proyectos financiados -que han recabado más de 150 millones entre inversores en su mayoría pequeños y medianos- Urbanitae ha concluido 25. La rentabilidad media anualizada roza el 17%.
Un inversor defensivo, en la definición de Graham, haría bien en examinar la posibilidad del crowdfunding como complemento a sus inversiones. Con pequeñas cantidades, como 500 euros, probar está al alcance de cualquiera. Quienes lo hacen suelen repetir…
REALIZADO POR ECOBRANDS
Este contenido ha sido elaborado por EcoBrands, unidad Branded Content de elEconomista.es para Urbanitae.