
China fue el país en el que la Covid-19 empezó a campar a sus anchas para, más tarde, saltar al resto del mundo. Más de dos años después, muchos territorios han optado por convivir con el virus sin aplicar más medidas restrictivas, pero no es el caso del gigante asiático. Las limitaciones son una constante para los habitantes chinos, que siguen pasando por confinamientos estrictos y pruebas de diagnóstico. Es lo que mundialmente se conoce como política de Covid Cero.
Obviamente, esta posición de la segunda economía más importante del mundo tiene efectos a nivel global. Un claro ejemplo son las materias primas. Cabe recordar que el país es el principal consumidor de materias primas del mundo, por tanto, la evolución de la economía china tiene un fuerte impacto en la demanda de materias primas. Si China crece menos, también lo hará la demanda y viceversa.
"La apuesta en los últimos años de China por convertirse en una economía de consumo hace que las medidas de Covid Cero hayan supuesto una paralización de la economía del país que, según nuestras estimaciones, apenas crecerá un 3,3% en 2022, mientras que la progresiva apertura de la economía permitiría un crecimiento del 5% en 2023", señala Rosa Duce, Chief Investment Officer de Deutsche Bank en España.
En este sentido, la experta recuerda que los cierres aplicados en el país han afectado también al sector industrial, agravando los problemas de suministro. "La debilidad china se ha hecho notar en los precios de las materias primas mundiales, sobre todo en los metales industriales. Una recuperación de la actividad en China, unida a los intensos programas de inversión en infraestructuras a nivel mundial (donde China también tiene importantes proyectos), supondría un apoyo para los precios de los principales metales industriales de cara al futuro".
A este respecto, China apuesta por la inversión en infraestructura como una política prioritaria para reactivar la economía. El pasado mes de abril, durante una cumbre del Comité Central para Asuntos Económicos y Financieros, el presidente de China, Xi Jinping insistió en que la infraestructura es un "pilar del desarrollo económico y social", destacando áreas como vías navegables y puertos; oleoductos y gasoductos; aeropuertos y ferrocarriles, tanto urbanos como interurbanos; modernización de áreas rurales, o tecnologías de la información como la supercomputación o las redes de banda ancha.
La carrera tecnológica
Más allá de la pura evolución de los precios de las materias primas a corto plazo, hay otro gran elemento sobre la mesa: la carrera por ser el líder tecnológico mundial. Si bien en diciembre de 2019, China y Estados Unidos hicieron un alto en su guerra arancelaria con un acuerdo conocido como Fase 1, "la situación actual está lejos de haberse cerrado", remarca Duce, quien añade que "ambos países han entrado en una guerra de competencia a nivel mundial para obtener la primacía tecnológica, lo que ha afectado a la cadena global de suministros, limitando la producción de muchos bienes (como automóviles) y elevando sus precios".
El pasado mes de octubre Estados Unidos anunciaba una prohibición a las importaciones y venta de material de telecomunicaciones procedente del país asiático para asegurar su "seguridad nacional". El objetivo es impedir que China pueda utilizar chips avanzados para el desarrollo de su propia industria tecnológica o de defensa. Por su parte, como informó Europa Press, las autoridades de China han afirmado que el Gobierno "tomará medidas" para proteger su sector empresarial y sus "intereses legítimos".
"La producción de este tipo de productos se concentra hoy en día en muy pocos países, sin que ni EEUU ni China tengan la supremacía (más bien son grandes demandantes). Taiwán supone el 54% de la producción total de semiconductores (EEUU tiene solo un 12% y China un 15%), y el 90% de la producción de chips", apuntan desde Deutsche Bank en España.
Este tipo de chips fueron el producto más comercializado de 2020 y se usan en todos los aparatos electrónicos, incluido coches y smartphones. "Aunque tanto China como EEUU están invirtiendo con fuerza para ser autosuficientes, a corto plazo es muy difícil, lo que hace que, aunque se espera que la crisis de suministros (y por tanto de precios) a nivel mundial se siga reduciendo, sea un proceso lento", subraya Duce.
¿Qué esperar entonces de cara a 2023? Es probable que la inflación se vaya moderando a nivel mundial. No en vano, la subida de precios en la zona euro se situó en noviembre en el 10%, frente al 10,6% de octubre, siendo así el primer retroceso interanual desde junio de 2021, más de quince meses. Asimismo, en octubre la inflación en EEUU alcanzó el 7,7%, frente al 8,2% de septiembre.
No obstante, "no volveremos a los niveles de inflación existentes antes de la pandemia", destaca Duce. Existen factores estructurales y económicos que apuntan a que "volveremos a niveles de inflación semejantes a los que vimos en el periodo 1998-2014: La menor globalización (vuelta a producir más cerca de los países ante los problemas de envío sufridos por la pandemia), el desarrollo demográfico (urbanización), la transición energética, la apuesta de China por una economía de consumo y la guerra entre EEUU y China para conseguir el liderazgo mundial y la autosuficiencia tanto energética como tecnológica".
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