
La intervención del Popular no sólo ha sido el fin inesperado para uno de los mayores bancos españoles con casi 100 años de historia. La abrupta solución, con el coste recayendo para accionistas y algunos tenedores de bonos, trajo consecuencias indeseadas para otras dos entidades: Liberbank, con fuertes sacudidas bursátiles, y Unicaja, en vísperas de presentar su folleto de salida a bolsa.
La sensación de vulnerabilidad de los bancos medianos españoles con presencia en los mercados bursátiles ha aumentado y ha abierto el debate sobre la conveniencia de que coticen o el alto riesgo que pueden asumir los accionistas.
Sin embargo, tanto los expertos como desde el sector se sostiene que aunque la exposición a la renta variable puede ocasionar algún episodio de volatilidad con mayor probabilidad en estas entidades que en un banco de mayor tamaño, el problema no es la capitalización del grupo financiero, sino la solidez de su balance y de su modelo de negocio bancario.
El Popular, el último día que cotizó en bolsa, alcanzaba una capitalización de 1.330 millones de euros, con un volumen de activos de unos 160.000 millones. Sólo un año antes, su valor en bolsa sobrepasaba los 5.000 millones de euros, lo que da idea de la debacle que sufrieron sus acciones.
Sin embargo, bancos menores en tamaño no sufrieron la presión ni de ataques bajistas, ni de la desconfianza de agencias de rating, analistas o expertos.
El caso paradigmático es Bankinter, cuyos activos no alcanzan los 70.000 millones y que capitaliza 7.300 millones de euros. La falta de dudas sobre Bankinter se basa en unos resultados que son la envidia del sector, con ratios de capital, medido como CET 1 fully loaded superiores al 11 por ciento, morosidad ligeramente por encima del 4 por ciento y una rentabilidad sobre recursos propios que rozan el 11 por ciento en su negocio en España.
No es una excepción. Renta 4, con un valor bursátil de sólo 233 millones ha aguantado los últimos 30 días, con el telón de fondo de la crisis del Popular primero y el ataque a Liberbank después, con recortes de su cotización de alrededor de un 4 por ciento. El grueso del sector se sitúa entre los descensos del 5,5 por ciento de CaixaBank y los 9,23 por ciento de Bankia.
Contagio del Popular
Liberbank, en este periodo, ha sufrido un descenso de sus títulos del 28 por ciento. La entidad asturiana, que en su día más aciago sufrió a media sesión un descalabro del 38 por ciento (aunque al cierre las pérdidas se redujeron a la mitad) ha provocado que la CNMV prohiba, con carácter preventivo según explicó, las posiciones cortas. Su caso, y en eso coinciden expertos y sector, no tiene nada que ver con el Popular, pero sí tiene debilidades que le pueden hacer ser la víctima ideal para un ataque especulativo y también, tras la intervención del Popular, que entre sus pequeños inversores se extienda el temor sobre el futuro de sus productos.
Unicaja ha tenido que renunciar a unos 400 millones de capitalización al no querer retrasar más su salida a bolsa. Es el precio que ha tenido que pagar por ese amago de contagio tras la intervención europea en Popular.
Pero eso no significa, en opinión de los expertos, que la suerte de Liberbank esté echada, ni que Unicaja tenga un debut desastroso en el mercado bursátil. Eso sí, un tamaño bastante más reducido que las grandes entidades españolas, cuyo valor fluctúa entre los 85.000 millones del Santander y los 48.000 millones de BBVA, y una estructura de propiedad, con la participación de las fundaciones que hace aún más estrechos sus títulos, hace que su cotización esté expuesto a variaciones más amplías y con mayor riesgo de que éxito si sufren un ataque especulativo.
En todo caso, como señala el profesor del CEF Juan Fernando Robles, el tamaño no es impedimento para que un banco cotice "siempre que tenga una solidez financiera comprobable" y recuerda que, en todo caso, todas las entidades, coticen o no, ya están expuestas a los mercados por ser emisores de instrumentos de deuda.
Desde el sector se ahonda en esta idea y se afirma que no existe un mínimo de tamaño crítico para cotizar con seguridad, sino de que se trata de tener solidez financiera, que se puede demostrar entre otras cosas por un buen nivel de capital y de liquidez y un modelo de negocio consolidado.
Con unas entidades financieras grandes, que cada vez copan más porcentaje de negocio, eso modelos se basan o bien en destacar en nichos de negocio o con lata penetración en territorios con renta per cápita alta y notable actividad industrial.
Nichos que protegen
En ese sentido, y sin ánimo de escrutar cada una de las entidades, señalan el caso de Kutxabank, donde su negocio se asienta en el liderazgo en las tres provincias vascas, o en Ibercaja, especializada en ahorro y gestión de activos con creciente presencia en las dinámicas autonomías de Madrid y Cataluña. Aunque ninguna de ellas cotiza (Ibercaja no lo hará hasta al menos 2020), no dudan de que podrían tener una trayectoria brillante en los mercados, siempre y cuando el contexto general y la ausencia de sobresaltos geopolíticos lo permitan.
Otra cuestión es que en el momento actual, y con rentabilidades aún muy bajas, no sólo en el sistema financiera español sino en el europeo, las entidades de menor tamaño tengan una barrera de defensa menor que las grandes. La comparación se vuelve todavía más desigual si al tamaño se añade la diversificación geográfica.
Hay quién opina, sin embargo, que el exceso de celo de los supervisores y los cambios regulatorios, con la exigencia de que prácticamente todo banco acabe cotizando, es un exceso que abre la puerta a demasiados riesgos, no sólo por la volatilidad de la cotización y el consiguiente peligro de huida de depósitos, sino también la posibilidad de recibir opas hostiles.
Desde el sector se apunta, en ese sentido, que para que una entidad se someta al escrutinio del mercado, con el consiguiente aumento de transparencia, la salida a bolsa no es el único camino. Obligar a que las entidades financieras emitan deuda híbrida, señalan estas fuentes, podría ser suficiente para que la entidad en cuestión se viera obligada a transmitir un flujo de información similar al de una cotizada y disciplinar la gestión, ya que el grado de exigencia de los inversores institucionales, a los que se dirigen estas emisiones, es muy alto.
Por otro lado, y en opinión de Robles, la tendencia de la regulación europea desde hace años señala como escenario ideal de los bancos el de cotizar en bolsa. Además de aumentar la transparencia, señala, al estar en los mercados de renta variable la entidad "tiene un recurso muy potente para ampliar capital y mejorar así su solvencia".