
La intensa oleada de fusiones vivida por la banca y el severo ajuste de oficinas posterior han desencadenado una concentración del negocio en España a vigilar para evitar una indeseada falta de competencia que penalice a un cliente que ya soporta parte del rescate de las cajas. A escala nacional, no hay problema. La acumulación de cuotas de poder en manos de las entidades sigue siendo, incluso, un 40% inferior al de la Unión Europea (EU), pero las alertas saltan en, al menos once provincias, cuando se escruta el fenómeno a niveles más microscópicos.
En el mundo financiero existe un indicador, conocido como Herfindahl, que sirve de referente a las autoridades estadounidenses para autorizar o rechazar operaciones corporativas desde la óptica de la necesaria y sana rivalidad de mercado. Se deniegan fusiones si la tasa supera los 1.800 puntos o si la unión la incrementa en más de 200 puntos.
Con esta última regla, 27 de las 52 provincias españolas habrían entrado en zona roja fruto de las uniones y cierres de sucursales registradas entre 2008 y 2012. Es más, en ocho de ellas, el indicador suma 400 puntos (Cádiz, Almería, Guadalajara, Girona, Orense, Huelva, Sevilla y Santa Cruz de Tenerife) y excede los 600 en tres: Huelva, Santa Cruz de Tenerife y Sevilla.
Los mercados situados al otro extremo, repartidos entre un mayor número de entidades son las tres provincias valencianas, Madrid y algunas andaluzas. Esta alerta es una de las conclusiones del estudio 'Las Claves del Crédito Bancario tras la Crisis', presentado ayer por la Fundación de las Cajas de Ahorros (CECA). "Hay que estar un poquito vigilante en ámbitos regionales", aconsejó Joaquín Maudos, catedrático de la Universidad de Valencia, investigador del Ivie y coautor del informe. Fuera del análisis se queda 2013 aún siendo el año de mayor intensidad en cierre de oficinas, por ausencia de datos, lo que hace pensar que la acumulación ha ido a más.
Hasta cierto punto es razonable que la acumulación de poder haya cogido una velocidad tan acelerada en provincias como Ávila o Huelva, dada su baja densidad de población y escaso número de sucursales, matizó Maudos. Y la concentración per sé no implica peligro, máxime cuando España disfrutaba de una rivalidad comercial y capilaridad de sucursales sin parangón en el mundo gracias a la insólita expansión de las antiguas cajas. El peligro puede incluso venir de lo contrario. "Un exceso de competencia genera inestabilidad financiera", sostienen los autores del estudio, en alusión a que invite a descuidar la ortodoxia en asunción de riesgos para ganar cuota a toda costa como la insolvencia de ciertas entidades puso en evidencia en la crisis.
La centralización actual era además esperada a tenor de la reconversión experimentada por la industria, forzada por la recesión y los costosísimos requerimientos nuevos en provisiones y capital -270.000 millones comprometidos entre 2008 y 2013-. Por el bien del sistema y la propia economía se alentaron fusiones, algunas a golpe de leyes a fin de evitar descalabros de entidades en extremo débiles. Por el camino se han extinguido 45, embebidas dentro de otros grupos; y clausurado 13.000 sucursales ó el 27 por ciento de la red. Tocaba adaptar la estructura a una economía con menos negocio a repartir -se ha reducido ya en un tercio-, y era predecible que en ciertas provincias e, incluso, autonomías ganen poder las entidades forzadas a recluirse a sus territorios de origen por imposición de Bruselas, que les obliga a bajar su tamaño, medido en negocio y oficinas, a la mitad o menos.
Lo deseable ahora es que esas mismas autoridades vigilen en prevención de inconvenientes prácticas monopolísticas que convertirían al ciudadano en pagano doble por el coste de los rescates y un servicio bancario peor o gravoso. La base de partida que ha dejado la reconversión es ya distinta: necesitan ingresar más y de otras fuentes, y las atractivas ofertas precrisis difícilmente retornarán. Aún cuando la banca es más fuerte, el crecimiento del stock crediticio no retornará hasta finales de 2015, con expansiones del 3% ó 4%, apuntaron el director general de Funcas, Carlos Ocaña, y Santiago Carbó, catedrático de la Bangor Business School y de la Universidad de Granada. "Cuando la economía se estabilice crecerá al 6% u 8%", estima José García Montalvo, catedrático de la Pompeu Fabra. La noticia positiva es que hay una relación directa entre entidades más grandes, fruto de las fusiones, y un crédito de mayor calidad y menos mora. Pero "no se volverá a spread del 0,25%", según Montalvo. Es factible que estrechen los actuales márgenes, pero la época de precios caros llega para quedarse. "Los 1,60% ó 2% nos parecen razonables", añadió.