
La banca ha llenado las alforjas de deuda pública para compensar con su rentabilidad el estrechamiento de márgenes inherente a la bajada de tipos de interés. Entre 2021, cuando el euríbor tocó suelo y el atractivo inversor de los bonos era exiguo, y el pasado año, las entidades españolas han engordado su cartera de inversión en títulos soberanos en 121.300 millones de euros y 52.800 millones del total corresponde al refuerzo acometido el pasado año.
Supone, a efectos prácticos, que han aumentado un 25,9% el porfolio de deuda soberana hasta alcanzar los 589.600 millones a cierre de 2024. Son datos de la EBA (Autoridad Bancaria Europea, por sus siglas en inglés) y revelan que la banca española ha sido, entre los grandes sistemas financieros del Viejo Continente, la que ha recompuesto con mayor ambición su cartera para inmunizar el margen frente al abaratamiento del precio del dinero.
Las entidades francesas superan la apuesta en valores absolutos, con un aumento del porfolio en 142.500 millones extras desde 2021, pero en términos relativos su tenencia crece apenas un 14,14% y excede los 1,15 billones de euros en renta fija pública. Las entidades alemanas la ensancharon un 11,03% o en 42.100 millones, hasta rozar los 424.000 millones; y creció un 5,08% en las holandesas o en 12.200 millones. En Italia, en contraste, el sector redujo un 1,14% la exposición, hasta 493.800 millones. La tenencia sube un 14,4% en el conjunto del sector en Europa y supera los 3,64 billones.
Herramienta de gestión
La llamada cartera Coap o Alco son inversiones que las entidades construyen y mantienen en títulos de renta fija, principalmente de deuda soberana en los diferentes países donde operan, como herramienta para gestionar los riesgos de liquidez y de tipos del balance. En escenarios de tipos a la baja como el actual ayuda a construir los resultados con el cupón o la rentabilidad periódica que devengan y tradicionalmente ha sido además una preciada hucha para realizar ingresos, o plusvalías en su caso, con su venta de resultar necesario.

Ocurrió, de hecho, en momentos de estrés en las cuentas como cuando el cash inmobiliario anegó las tuberías de impagos y el sector se enfrentó a colosales saneamientos, difíciles de dotar con cargo a los apretados beneficios de entonces. Con los tipos de interés bajos o atascados en el 0%, como han permanecido en Europa durante varios años, la renta fija presentaba un limitado atractivo inversor. Pero la situación cambia cuando el escenario inflacionario desatado por las diferentes crisis empujan a los bancos centrales de medio mundo a escalar el precio del dinero. En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) pasó del 0% al 4,5% entre el verano de 2022 2021 y junio pasado para, una vez controlados los precios, iniciar después el camino inverso. Precisamente, el organismo ajustó ayer la tasa en otros 25 puntos básicos, hasta el 2,25%, y podría ir a más si la guerra comercial declarada por Donald Trump acaba pasando factura a la economía europea. Un escenario que afecta además al resto del mundo, con capacidad de acelerar reducciones de tipos en otras geografías.
Apretados márgenes
En el negocio bancario, la vertical subida de tipos del BCE permitió a la banca española pulverizar récords previos de resultados. Los seis bancos cotizados (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja) pasaron de declarar 19.866 millones de euros en ganancias en 2021 a rebasar los 31.768 millones en 2024, es decir, un incremento cercano al 60% en tres años gracias al endurecimiento casi generalizado de las políticas monetarias en las diferentes jurisdicciones donde operan porque disparó sus ingresos. La actual relajación de la política monetaria origina el efecto contrario: está abaratando los préstamos a clientes y reduce el margen financiero y, por derivada, los ingresos.
De ahí, que las entidades hayan colmado los balances de inversiones buscando compensar esa inferior contribución y sujetar las cuentas. Solo en España, la rentabilidad media de las letras del Tesoro mutó desde el -0,559% que ofrecían los valores emitidos en 2021 al 3,566% en abril del año pasado, cuando las expectativas de rebajas de tipos provocaron una inflexión en el rally y en marzo pasado ya había bajado al 2,758%. En el bono soberano nacional pasó del 0,003% hace tres años a un pico del 1,988% en marzo pasado, sin que las estadísticas del Tesoro reflejen aún una caída.
Por entidades, Santander ha aumentado su tenencia en riesgo soberano en 37.650 millones solo en el último año o un 23,3% (crece un 21,22% desde 2021), hasta alcanzar una tenencia de 198.627 millones; mientras que la exposición de BBVA supera los 148.930 millones, con un aumento del 22,63% en el trienio tras reforzar el porfolio en casi 4.000 millones (2,75% en el último año). En CaixaBank roza los 92.000 millones, sin muchos cambios en el periodo; pero en Sabadell aumenta un 29,95% desde 2021, hasta alcanzar los 27.164 millones; en Bankinter sube un 53%, hasta 13.730 millones, y en Unicaja un 8,67%, con 25.333 millones.
Preferencia por deuda nacional
La deuda pública española copa la mayoría de la cartera en la banca nacional. La mayoría de entidades diversifican estas apuestas, pero los grandes bancos acopian también posiciones significativas en aquellos mercados donde tienen presencia porque, entre otras utilidades, la deuda sirve de colateral cuando se precisa solicitar liquidez en los distintos bancos centrales. Según las estadísticas de la EBA, las entidades españolas tienen el 48% de la inversión en títulos del Tesoro español y otro 20% en diferentes soberanos europeos; en línea con el 47% y 28%, respectivamente, del conjunto del sector en el Viejo Continente.
En las entidades alemanas la tenencia de deuda nacional se limita al 40%, mientras que en Francia alcanza el 51%, en Italia un 50% y en Portugal el 31%. La menor diversificación corresponde a los bancos de países como República Checa o Rumanía, con pesos del 81% y 97% en su soberano. En escenarios de tipos de interés a la baja, el precio de los bonos existentes aumenta y beneficia a las carteras construidas mientras que los rendimientos en las nuevas emisiones se abaratan, sin que estén libres de sufrir volatilidades.