Como ocurre con todas las crisis, el hundimiento de SVB pone sobre el tapete nuevas grietas. La desregulación iniciada por Donald Trump en 2018 con el desmantelamiento de la ley Dodd-Frank suavizó los requerimientos para bancos pequeños y regionales, al elevar el umbral de activos para exigir ciertos estándares prudenciales. Se había aprobado, precisamente, para evitar una repetición de la crisis de 2008 bajo la Administración de Barack Obama, y al suavizarse permitió a SVB no transparentar de manera suficiente ni protegerse frente a la depreciación de la cartera de inversión que, al tener que venderla para reintegrar depósitos a clientes, causó el quebranto y sentenció al banco.
Sin embargo, la realidad es que la banca hoy se encuentra mucho más protegida y a salvo de crisis sistémicas gracias al andamiaje regulatorio que se construyó entonces y, de manera particular, es así en la banca europea y española. "Las autoridades no estaban preparadas para un problema de esa magnitud y actuaron dubitativamente y descoordinados en un primer momento: Hemos visto que hoy en día ese no es el caso", explica el socio de banca de la consultora Accuracy, Enrique Reina.
Tras el tsunami regulatorio que tuvo lugar entonces, la "débil gobernanza de los riesgos y la falta de recursos y autoridad de las funciones de control" ha dado paso, según apunta, a consejos de administración "más profesionales y dedicados", con departamentos de riesgos potentes, y sujetos a estrictos ratios de solvencia o liquidez. Se vigila el apalancamiento, deben contar con planes de contingencias, diversificar su fuentes de fondeo, la demanda regulatoria de capital se ha multiplicado e, incluso, en su construcción se les exigen mayores capas de recursos propios de máxima calidad (acciones, reservas, etc). Los bancos están obligados a diseñar "testamentos vitales" o planes sobre cómo se debe proceder si acusan problemas graves, con protocolos para extirpar activos, negocio o filiales insolventes de los activos buenos "para intentar atajar de forma temprana los problemas de liquidez y solvencia", agrega. Se ha instalado la simplificación y transparencia, incluso, en los derivados.
En caso de quiebra hay protocolos, obligación de compartir datos de manera instantánea e, incluso, hojas de reportes estandarizadas para evitar, como ocurrió entonces, actuar sin información actualizada o de difícil comprensión por no ser comparable. El supervisor llenó la caja de herramientas con útiles como las pruebas de estrés o la posibilidad de prohibir ciertas exposiciones si atisba riesgos de burbujas y en Europa se precipitó la Unión Bancaria con el traspaso de la supervisión al BCE y la creación de la JUR. A escala doméstica, en España, se aprobaron los llamados "Decretos Guindos" que multiplicaron las provisiones -más de 37.000 millones de euros en pocos meses-, se forzó la conversión de las cajas en bancos para evitar injerencias políticas y mejorar el acceso a los mercados, y se forzó la extracción del activo tóxico fuera de balance. El resultado es que la banca está hoy mejor capitalizada, menos apalancada y nada en liquidez.