El invierno, que tiñe de un blanco absoluto el paisaje de los Pirineos, también parece cubrir con un velo de indiferencia los sucesos que ocurren en las cumbres. El bullicio de la política, tan frenético y a menudo mezquino, se ahoga en el silencio majestuoso de los valles, donde los picos se alzan como un eco de la eternidad. Es en este escenario de nieve impoluta y cielo plomizo donde Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, han decidido refugiarse durante unos días, como si la vastedad de las montañas pudiera diluir los gritos que les persiguen desde las calles de Madrid o las tribunas del Congreso.