Te juro que decía la verdad cuando aseguré que volvería a verte después de las vacaciones. Nunca me perdonaré haber faltado a la promesa. Me despediste con un "vale, rey". El "vale, rey" de siempre que nunca más voy a escuchar ni pienso pronunciar jamás. Todo se fue de repente a la mierda. No hubo tiempo ni para un apretón de manos extra o el toquecito que te daba en la pierna antes de dejar la habitación del hospital. Desde entonces ando desubicado, como cuando salíamos al campo y no encontrábamos a nuestra marca.