"Quiero ser el mejor jugador de poker de todos los tiempos. Pero uno que siempre ponga a su familia primero". Como él mismo se autodefine en su propia página web, Phil Hellmuth es el más grande jugador de poker de todos los tiempos. Decir esto es aventurarse mucho, porque en el poker, como en los colores, no hay nada escrito. Es como decir que Lionel Messi es el mejor jugador de fútbol de la historia. Pues habrá quién piense que sí, habrá quiénes elijan a Diego Armando Maradona, a Pelé, a Cruyff, a Di Stéfano o incluso al gran Cristiano Ronaldo.

La precariedad laboral y los efectos de una crisis que aún da sus últimos coletazos, cada año miles de españoles abandonan sus casas y emigran en busca de un presente laboral ante la imposibilidad de encontrarlo en España. Lo más problemático es que estos jóvenes tienen una buena formación académica, hablan idiomas y tienen experiencia. Son ingenieros, arquitectos, periodistas, odontólogos, abogados o investigadores los que, ante la escasez de oportunidades, hacen las maletas. Pero hay otro sector laboral cuyos miembros se han visto obligados a emigrar. Hablamos de los jugadores profesionales del póker. Y estos, a diferencia del resto, desempeñan su actividad en un área pujante, dinámica y en plena expansión.

"El arte de la guerra es el arte del engaño" (Sun Tzu, estratega militar chino). En un artículo anterior hablamos del farol como uno de los recursos más habituales a la hora de encarar una partida de póker. Dentro de los principales movimientos que existen en esta disciplina hoy hablamos del semi-farol, otro elemento que puede ayudarnos a implementar el juego, mejorando los resultados y propiciando mayores ingresos económicos.

"Los ases son más grandes que la vida y más grandiosos que las montañas". Tomemos un minuto para reflexionar, ¿A quién no le gusta tener ases en mano? Por supuesto, la respuesta resulta obvia, a todo el mundo. Esta frase del célebre profesional Mike Caro condensa a la perfección el poder que representan estas mágicas cartas.

"La vida es como una partida de póker". En el póker, como en la vida, unas veces se gana y otras, se pierde. El juego es así y es lo que lo convierte en una disciplina tan apasionante. La posibilidad de ganar o perder dinero dispara nuestras emociones y conlleva que los nervios aparezcan cuando estamos en una mesa final o en mitad de un bote que a buen seguro dirimirá el desenlace de una partida.