Aragón

La trufa gana terreno como cultivo alternativo

Las plantaciones de trufa negra se están extendiendo en España como una alternativa a cultivos tradicionales que están ofreciendo un bajo rendimiento. El reto ahora es impulsar la comercialización.

La trufa negra se ha convertido en un cultivo alternativo para muchos agricultores. La previsión para este año es algo inferior a la de la campaña anterior en la que se recolectaron alrededor de 40 toneladas por la sequía. La escasez de lluvias también está afectando a otros países productores como Francia, así como a la trufa silvestre, que está mermando su presencia frente al aumento de las plantaciones de trufa cultivada. [Más información en la revista Agro de elEconomista]

España tiene una superficie de 10.000 hectáreas dedicadas a la trufa negra o tuber melanosporum -una de las especies más apreciadas junto con la trufa blanca o tuber magnatum-, de las que 7.500 se encuentran en Aragón, siendo esta comunidad la mayor productora y en la que más está creciendo este cultivo con una media de 230 hectáreas por año. Con un total de 6.000 hectáreas, Teruel es hoy en día el mayor productor a nivel mundial, localizándose el cultivo principalmente en la comarca de Gúdar-Javalambre y en localidades como Sarrión, que es conocida popularmente como la capital mundial de la trufa.

"No teníamos más remedio que reconvertirnos. No funcionaba el cereal, ni el almendro... y sí la trufa. De los primeros que empezaron se dijo que estaban locos y, ahora, es otro medio más de vida. Para mucha gente es un complemento, pero otros son profesionales", explica Julio Perales, presidente de la Asociación de Truficultores de Teruel (Atruter) y presidente de la Federación Española de Recolectores y Cultivadores de Trufa. Dentro de Aragón, las plantaciones de trufa también crecen en Zaragoza (7.500 hectáreas) y en Huesca (1.000 hectáreas).

"En Zaragoza y su provincia es un cultivo que se está implantando bastante bien. Cada año hay más hectáreas de carrasca trufera porque el agricultor quiere diversificar y no solo centrarse en el cereal o el almendro, además de ser una alternativa a la fruta", según explica Jesús López, presidente de la Asociación de Recolectores y Cultivadores de Trufa de Zaragoza.

La expansión de las plantaciones de trufa también se está produciendo en Castilla y León, al igual que en otras comunidades como Cataluña, Comunidad Valenciana o Navarra, entre otras. En Castilla y León, donde se encuentra la explotación de Arotz de 600 hectáreas -la más grande del mundo y la más antigua de España-, se "está apostando en las tierras agrícolas que producen poco porque estos árboles se acoplan bien y la Junta está dando ayudas. En tierras malas el cereal produce poco y, si hay ayudas, a 15 años puede salir producción, y es más rentable que el cereal. Además, si se tiene producción se cubren los gastos porque el trabajo lo hacemos nosotros mismos. La mayoría de los agricultores tienen entre ocho y diez hectáreas, es como una ayuda más, aunque la venta no está garantizada. Es compatible con la agricultura", según ha explicado José María Sanz, truficultor con plantaciones en la zona de Camparañón y Las Fraguas (Soria).

El aumento de las plantaciones de trufa es especialmente significativo en Teruel, provincia en la que además están planteadas iniciativas de las más importantes de Europa en este sector, como la licitación de los regadíos sociales de Sarrión, que el Gobierno de Aragón ha anunciado para agosto de 2018 con el fin de iniciar las obras en noviembre. Un proyecto que supondrá una inversión total de 16 millones de euros para regar 848,98 hectáreas.

A pesar de este auge, el sector se lamenta del poco apoyo administrativo porque se está convirtiendo en una alternativa y en una vía para poder seguir viviendo del campo, aparte de generar empleo y asentar la población en el medio rural. Entre sus principales demandas están las concesiones para el riego, así como apoyar la promoción de la trufa en el país y la comercialización.

Impulsar la comercialización

En comunidades como Aragón, a pesar de ser el mayor productor, hay poca estructura comercial. Francia compra gran parte de su producción. No es un hecho aislado. Según los datos del Mapama, el territorio francés es el destinatario del 95 por ciento de la venta de la trufa en España, que también se comercializa en Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Portugal y Argentina.

Sin embargo, en España es poco conocida sobre todo por el consumidor final y su utilización se limita al canal Horeca. "Se necesita dar a conocer el producto y quitar el miedo al precio. No es un producto caro porque nadie se come un kilo de trufa, se condimenta con tres o cuatro gramos. Dedicamos poco tiempo a explicar cómo se usa, se conserva... Tenemos que esforzarnos para que todo esto llegue a la gente y hacer campañas de promoción del producto", incide Julio Perales.

En España, poco a poco, van surgiendo algunas estructuras de comercialización, pero "sigue saliendo mucho producto fuera" -añade Julio Perales-, quien juzga necesario crear "estructuras y también darle valor añadido al producto para que llegue a los españoles y aumente el consumo en el país".

En esta labor de comercialización, la trufa de España también tiene que hacer frente al producto importado de países como por ejemplo China, cuya trufa "no tiene aroma ni sabor y el precio es ínfimo". Unos productos importados que están haciendo daño al sector, porque "a quien la prueba, no le gusta y ya no come nunca más trufa. Es importante mirar el etiquetado. Nos tenemos que espabilar y saber defender nuestra trufa. O nos espabilamos en comercialización u otros lo harán", afirma el presidente de la Federación Nacional, quien también aboga por empresas transformadoras para dar salida a las trufas "menos bonitas" y garantizar las ventas. Una línea dentro de la que poco a poco van surgiendo iniciativas para transformarla y elaborar queso o arroz trufado, entre otros productos.

Precios no reales

El precio es otro hándicap del sector. Aunque siempre se habla de que hay trufas negras por las que se llega a pagar más de 1.000 euros, el sector coincide en que estos precios no son reales. "Los 1.000 euros son para una trufa elegida para un restaurante. El mercado está entre 400 y 500 euros el kilo", aunque hay años en los que se ha pagado a 150 euros el kilo, explica el truficultor soriano José María Sanz.

El sector trabaja en la puesta en marcha de la mesa nacional del precio de la trufa en el primer trimestre de 2018 en la Lonja Agropecuaria del Ebro, ha confirmado su presidente, Luis Acín, quien añade que "inicialmente habrá que hacer una horquilla amplia del precio" de referencia en la que se vean reflejadas todas las tendencias. Esta mesa es bien vista por el sector "para que todos los productores tengan una guía porque aquí hay mucho fraude y se compra a veces por debajo del precio al que está. Facilitará ver el precio de la semana", añade José López, presidente de los truficultores de Zaragoza. Su importancia va más allá: "será un precio orientativo, pero pondrá a la trufa en el mundo porque todos están pendientes de los mercados", aclara Julio Perales.

Cara y cruz de un cultivo complicado

El cultivo de la trufa no es fácil y es un sector en el que no puede entrar cualquier persona. Andrés Rubio decidió vender sus plantaciones de trufa en Visiedo (Teruel) porque requería un gran esfuerzo y grandes inversiones. Hace nueve años puso las plantaciones en hectáreas de secano y a los siete años consiguió recolectar alguna trufa. "Tengo granja de porcino y no las podía atender bien. Además, me informé y tenía dos opciones. Una era hacer una inversión grande para buscar agua -que en mi zona era inviable-, o tener árboles con poca producción".

La solución fue la venta de las plantaciones porque, aparte, tuvo también mala experiencia en la comercialización en ferias. "Son compradores habituales y con grandes cantidades y me despreciaron todo. Y no le ví salida a tanto esfuerzo y dedicación para que luego el mercado te expulse. Si no tienes padrino en la trufa, no te bautizas". A pesar de ello, "mal no salí porque eran las peores hectáreas y cobré por reforestación".

Caso distinto es el de Paco Gotor, que ha apostado por este cultivo en Bijuesca (Zaragoza), por "la circunstancia que está atravesando la agricultura de cereal con precios bajos, la sequía... y es inviable, y con la manzana no se cubren los gastos". La trufa es distinto porque "aquí hay un hecho: sí puedes seguir viviendo, pero no pueden entrar todos en este sector porque se necesita que la plantación esté a una determinada altitud, horas de frío y de calor, pluviometría... Son un montón de parámetros". De hecho, es un cultivo que tiene más variables que cualquier otro.

Este truficultor tiene alrededor de 26 hectáreas plantadas de chaparra y roble. Todavía no ha recogido ninguna trufa porque "las primeras tienen cuatro años y hablan de que se empieza a recoger producción el séptimo año". Un período en el que hay que seguir cuidando la finca para "vallar, poner agua, abrir pozos... son inversiones grandes que se tienen que hacer. Económicamente es muy duro porque planté en años sin subvenciones". A pesar de ello, se muestra esperanzado en que todo salga bien. Según los cálculos, con la recolección de esta superficie plantada podrían vivir dos familias.

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