
Cada septiembre, el olor a canela, ajonjolí y almendra anuncia en Estepa el inicio de una nueva campaña del mantecado. El Consejo Regulador de las IGP Mantecados y Polvorones de Estepa ha dado luz verde a la producción de 15 millones de kilos, una cifra que consolida a esta localidad sevillana como la gran despensa dulce de la Navidad.
Las 18 fábricas amparadas bajo el sello europeo de calidad afrontan la campaña de 2025 con el objetivo de mantener el equilibrio entre tradición y competitividad, en un contexto marcado por el encarecimiento de materias primas como el chocolate o la almendra, el alza salarial y la dificultad de encontrar mano de obra suficiente para cubrir la temporada.
Una industria familiar con peso millonario
La de Estepa no es una industria cualquiera. Son empresas locales, en su mayoría familiares, que han convertido un legado de más de cinco siglos en un motor económico de primer orden. Cada año generan en torno a 70–80 millones de euros de facturación, producen más de 15 millones de kilos de dulces y dan empleo a unas 2.000 personas directamente, con otros 2.500 puestos indirectos vinculados al transporte, la imprenta, el envasado o la maquinaria auxiliar.
El sector tiene además un fuerte impacto social: en algunas fábricas, hasta el 90% de la plantilla son mujeres, lo que convierte a esta industria en un pilar laboral para la comarca.
El presidente del Consejo Regulador, José María Fernández, ha insistido en que las fábricas harán un esfuerzo para que el incremento de costes repercuta lo mínimo posible en el consumidor. La subida media de precios será de entre un 5% y un 7%, por debajo de otros dulces navideños. "Son parte de nuestra identidad, y queremos que sigan estando presentes en todas las mesas navideñas", ha subrayado.
La clave está en mantener una relación calidad-precio competitiva, gracias a un sistema de certificación que garantiza autenticidad y permite diferenciar a los mantecados y polvorones de Estepa en el mercado nacional e internacional.
Innovación y exportaciones
Pese a su esencia artesanal, el sector ha sabido adaptarse a nuevas demandas. Muchas empresas han incorporado gamas sin gluten, sin lactosa o incluso versiones veganas, mientras que otras han apostado por certificados Halal para entrar en el mercado árabe. La exportación crece cada año y ha reforzado la proyección internacional de Estepa.
La diversificación se acompaña de productos complementarios como mazapanes, bombones o chocolates, que amplían la oferta más allá del clásico surtido.
El mantecado es también un motor turístico. Durante la campaña, la localidad recibe miles de visitantes atraídos por la tradición repostera, los museos y las actividades culturales que giran en torno a la "ciudad del mantecado". Se calcula que en diciembre hasta 10.000 personas visitan Estepa para vivir de cerca esta experiencia.
Incluso se ha planteado proteger el aroma característico de sus calles —mezcla de canela, anís y ajonjolí— como patrimonio cultural inmaterial, reflejo de la identidad colectiva de un pueblo que vive al ritmo de su producto estrella.
Atraer mano de obra joven
El sector encara desafíos estructurales: atraer mano de obra joven en plena despoblación rural y garantizar el relevo generacional en las fábricas. A pesar de la subida salarial del 5%, superior a la media nacional, las empresas reconocen la dificultad de cubrir todos los puestos necesarios durante la campaña.
Con el respaldo de las administraciones —Ayuntamiento, Diputación y Junta de Andalucía— y el impulso del Consejo Regulador, Estepa afronta este nuevo arranque con el reto de mantener vivo un legado que ha convertido a la localidad en un referente indiscutible de la Navidad española.