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Especial Medio Ambiente

Las olas de calor y las sequías dificultan el trabajo de las plantas

  • La vegetación, como todo ser vivo, realiza procesos vitales para su supervivencia y desarrollo, entre los que destacan: la fotosíntesis, la respiración, la absorción de agua y de nutrientes y la reproducción
  • En los últimos años, su consecución se ha visto afectada por los efectos climáticos adversos 
En los ecosistemas de climas continentales y húmedos la sequía causa mayor variación en la captura de carbono
Pilar Ceballos

Los fenómenos meteorológicos extremos, en concreto, las sequías y las olas de calor cada vez más frecuentes, obstaculizan la capacidad de la vegetación para absorber dióxido de carbono (CO2), según un estudio llevado a cabo por expertos del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB).

La investigación ha consistido en analizar los flujos de carbono entre 2001 y 2022 en España, Portugal, el sur de Francia e Italia, tomando como referencia la humedad del suelo, además de "otros factores que influyen en la fotosíntesis y la respiración, como la temperatura del aire, la radiación solar y el balance hídrico", explica Ricard Segura, físico y químico e investigador en el ICTA- UAB, y quien ha liderado la investigación.

El desequilibrio del balance global de carbono, es decir, que se emita más CO2 del que pueden absorber las plantas, se produce como consecuencia del aumento del cambio climático. Sin embargo, Segura señala que "se trata de procesos interconectados" porque, a su vez, "el cambio climático provoca alteraciones en las dinámicas de la atmósfera que conducen a una mayor frecuencia, intensidad y duración de eventos climatológicos extremos". Y, por lo consiguiente, a un mayor impedimento de la captura de CO2.

¿Cuáles son, entonces, los efectos del exceso de dióxido de carbono? Bien es cierto que muchos estudios apuntan a que una mayor concentración de este en la atmósfera promueve el crecimiento de las plantas, por su efecto fertilizante para la fotosíntesis. Sin embargo, además de que esta afirmación es "correcta parcialmente", se espera que "esta sensibilidad se reduzca en el futuro y que el efecto indirecto y negativo, como los eventos climáticos extremos o el aumento de las temperaturas globales, que fomentan la emisión de dióxido de carbono por la respiración de los ecosistemas, predomine", especifica Segura.

Con efectos extremos se refiere a las olas de calor y a las sequías, cuya presencia impulsa el desequilibrio entre la fotosíntesis (capturación de CO2) y la respiración (expulsión de este), pues el calor excesivo y la sequedad del aire, junto con la falta de agua, "reducen la fotosíntesis al superar ciertos umbrales", manifiesta el investigador y agrega que, al mismo tiempo, "el aumento de la temperatura estimula la respiración del suelo y de las raíces, pero la baja humedad del suelo limita la respiración".

Por lo tanto, mientras que una ola de calor durante la época de crecimiento de la vegetación tiene un efecto negativo en la fotosíntesis, especialmente si se acompaña con sequías, "el impacto en la respiración se ve reducido por los efectos compensados", declara el experto. Como resultado, las olas de calor y las sequías reducen la captura neta de carbono y pueden hacer que algunos ecosistemas dejen de ser sumideros de carbono, es decir, sistemas que capturan y absorben el dióxido de carbono, y se conviertan temporalmente en fuentes de carbono.

Para el analizar las regiones del estudio, estas se subdividieron en función de los territorios que compartían especies y condiciones ambientales similares. Una de las conclusiones a la que se ha llegado es que "las sequías tienen mayor impacto en la fotosíntesis de los ecosistemas Mediterráneos", detalla Segura. No obstante, en el caso de los ecosistemas de climas continentales y húmedos, el déficit hídrico causa mayor variación en la captura de carbono, es decir, pueden existir alteraciones del balance entre fotosíntesis y respiración de forma más impredecible.

En cuanto a las diferentes especies de plantas, cultivos y zonas, el experto puntualiza que donde hay árboles jóvenes "los impactos de las sequías se sufren mucho antes que en los bosques, cuyos árboles son maduros". Esto es porque los últimos desarrollan raíces más hondas, que les facilita el acceso al agua más profunda en el subsuelo, lo que mejora su resistencia a sequías de corta duración.

Evolución de dos décadas

"En los últimos 22 años hemos observado que tanto la fotosíntesis como la respiración han aumentado de forma significativa y a ritmos muy similares", afirma el experto. Sin embargo, los modelos no coinciden en cuál de los dos flujos ha crecido más, "lo cual es preocupante, porque significa que la capacidad de los ecosistemas para absorber dióxido de carbono no ha mejorado e incluso podría haberse reducido", lamenta el físico. Los desequilibrios se detectaron especialmente en años con eventos extremos como sequías y las olas de calor intensas.

Es el caso de 2003, 2005, 2012 y, sobre todo, 2022, "cuando se registraron condiciones muy secas y un verano excepcionalmente cálido en el sudoeste de Europa", añade Segura. Algo muy diferente ocurrió en 2014, cuando el desequilibrio aumentó, pero se materializó en una mayor captura neta de carbono. Este año fue el último con temperaturas por debajo de la media climática en los meses de verano y con un verano lluvioso, por lo que "estas condiciones favorecieron la fotosíntesis y, por tanto, una mayor captura neta de carbono", expresa el investigador.

En cuanto al futuro, este dependerá de las emisiones globales. Por el momento, se estima un aumento de la temperatura en el siglo XXI de entre 0, 9 y 1,5 °C en escenarios de bajas emisiones y de entre 3,7 y 5, 6 °C si estas siguen siendo elevadas. En el caso de que estas estimaciones se cumplan, "los ecosistemas experimentarán una reducción de la capacidad de capturar carbono, un aumento de la mortalidad de especies vulnerables a la sequía y se incrementará el riesgo de incendios forestales", manifiesta el especialista.

Que la principal medida para frenar este desequilibrio sea reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, no es nada nuevo. Aún así, Segura lo recalca y concluye en que "es clave gestionar la realidad forestal, fomentar cultivos más resilientes y eficientes y mejorar la monitorización de la sequía".